Por Eduardo Aliverti
Cualquier desprevenido que aterrice en Argentina por estos días e, inclusive, quien viviendo aquí se interese entre poco y nada por la escena política y social, tendrá problemas para entender el origen de un clima espeso. Si lee y escucha a la militancia periodística macrista, resulta que el kirchnerismo desquiciado, envuelto en la corrupción, víctima de un desbande imparable, no sólo habría resurgido de sus cenizas de la noche a la mañana sino que tiene la capacidad de arrinconar al Gobierno y desestabilizar el país.
El volumen organizativo de la banda K es efectivamente asombroso. Sin ir más lejos: las varias toneladas de fruta fresca que productores patagónicos llevaron a Plaza de Mayo, para protestar contra sus condiciones de rentabilidad, se agotaron porque apenas en un rato, a través de las redes, los kirchneristas organizaron a miles y miles de personas para que se precipitaran sobre peras y manzanas. Pero eso no es nada comparado con la aceitada máquina kirchnerista que agita la protesta popular a través de ataques a comitivas presidenciales, tomas de tierra, piquetes y convocatorias a vecinos, militantes y circunstanciales para alentar eventos antimacristas; y para lo cual se cuenta con micros, viandas y viáticos para todos. Esto último es tomado textualmente de un panfleto apócrifo circulante por las redes, atribuido a Luis D’Elía sin más ni más, bajo el título de “Comunicado Nº 150” y el encabezado de la organización Miles, que Clarín publicó el viernes como otra de las pruebas de la avanzada agitadora de los K. Y es probable que sea en este punto donde deba terminarse toda pretensión irónica. Difícil encontrar las palabras que alcancen para dimensionar una bajeza grotesca de ese tamaño. Algunas son mucho más divertidas, siempre dentro del género surrealista. El martes especificaron que “como consecuencia del estado de deterioro en que quedó la Casa Rosada tras doce años de gobierno kirchnerista” murió una de las históricas palmeras de la Casa Rosada, afectada por un persistente pérdida de agua que la actual gestión ya reparó. Quizá pueda afirmarse que la proyección geométrica de las barrabasadas del periodismo militante oficial es armónica con un gobierno que, como ya se afirmara hace un par de columnas, ve vencer el plazo fijo de echarle todas las culpas al anterior.
En la semana se conoció que el índice de desempleados está cerca del promedio de dos dígitos, con epicentros que los superaron: Gran Rosario (11,7%); Mar del Plata (11,6%); Gran Córdoba (11,5%); partidos del GBA (11,2%) y Río Cuatro (10,5%). Obviamente, la interpretación de autoridades y adeptos es, primero, que ahora las estadísticas oficiales se miden bien y, después, que el kirchnerismo había dejado de medir (siendo que además mentía) en el tercer trimestre de 2015. Es curioso –si la manipulación de cifras por parte del gobierno anterior se toma como veraz, pudiendo en cualquier caso ser verosímiles– que durante el año pasado no manifestaran su preocupación la industria, el comercio y los gremios. Y es incontrastable que las zonas donde la desocupación avanza son precisamente las industriales, como efecto de plena responsabilidad macrista por causa principal de un mercado interno desgastado, recesivo y sumido en una fiesta importadora. En Rosario, Mar del Plata y Córdoba, como lo admitieron funcionarios del área laboral en las dos primeras, el empleo registrado se desplomó por el parate de construcción, industria textil, metalmecánica, comercio, pesca, sector frutihortícola. Todo ocurrió con preeminencia en el segundo trimestre de este año. Tampoco puede decirse que sea de simpatías kirchneristas el Centro de Estudios Orlando Ferreres, que el viernes reveló haber registrado la mayor caída del PBI en lo que va del año, con un retroceso interanual del 5 por ciento respecto de 2015 y atando las perspectivas de mejoras a que despegue el blanqueo de capitales (que no arranca) y la inversión en obra pública (amenazada por un déficit fiscal creciente, en la visión de los gurkas del mercado y de una parte del equipo económico rotulada como las palomas del ajuste). Se suma el relevamiento del Centro de Economía Política Argentina conocido ayer, señalando que un cuarto de los conflictos laborales de julio pasado fueron por atraso en el pago de sueldos. A todo esto, conviene recordar que esos números no reflejan el impacto del achique en la economía informal, situado en alrededor del 35 por ciento de la población activa. Alfonso Prat Gay disertó también el viernes en Nueva York, en un foro organizado por el Consejo de las Américas, y reconoció que la inflación anual superó ya el 40 por ciento, aunque insistió en decir que “el trabajo sucio está mayormente hecho”. Notable frase con la que uno de los “moderados” del equipo económico vuelve a evocar el lenguaje de los genocidas, como para advertir de su ingenuidad o cinismo a quienes hablan de errores comunicativos gubernamentales y no del programa que llevan a cabo a perfectas sabiendas.
Mientras tanto, los parlantes mediáticos del macrismo festejan que sí arrancó el “Puerta a Puerta” de los encargos de productos desde el exterior. Es un símil de Macri celebrando el acuerdo con la empresa Mercado Libre cual avance hacia la pobreza cero. Como señaló el economista Claudio Scaletta en el suplemento Cash del pasado 14 de agosto, acerca de los supermercados de la Argentina amarilla que se manifiestan con cerdos daneses, pollos brasileños, manzanas chilenas, naranjas españolas y frutillas polacas, entre otros tantos productos planetarios, “(…) el debate económico local retrocedió décadas. Junto con las mercancías exóticas reaparecieron los defensores de la apertura económica, como herramienta de disciplinamiento de precios internos o de incentivo a la competitividad. Imposible no recordar la publicidad de las sillas importadas de Martínez de Hoz. Resulta asombroso tener que volver a dar en el presente el mismo debate que hace 40 años. No sólo por el paso del tiempo, sino porque ahí está la historia para conocer de antemano los resultados que tuvieron esas políticas, sobre el aparato productivo y el empleo”. Si lo increíble de ese retroceso pudiera explicarse por la ensoñación o ansias de castigo que una mitad apenas mayoritaria de los argentinos votó en noviembre último, el malhumor y las reacciones por ahora sectoriales que genera el ajuste no se sostienen con el ridículo argumento de la agitación K para pudrir todo. De algo de eso da cuenta, entre otros hechos, la lisiada reunificación de la CGT. Quedaron afuera alrededor de un centenar de gremios y adentro el maxiquiosco de Luis Barrionuevo. Algunos directamente ni asistieron, comandados a derecha por las huestes del capataz Gerónimo Venegas. Otros, como los bancarios que lidera Sergio Palazzo, se fueron por izquierda de la posibilidad de cargos, pero se quedaron para no beneficiar al macrismo con aliento de ruptura. Como sea, es muy probable que las vertientes que se fusionaron articulen con movimientos sociales del ecosistema panperonista en la presencia callejera. Nada de todo esto sucedería si el clima social y la presión de las bases no lo enmarcaran, del mismo modo en que el rechazo masivo al tarifazo sembró el fallo de la Corte Suprema.
Si de Justicia se trata, y esta vez sí con mayúscula, vaya en el cierre de esta columna la emoción –¿qué otra palabra?– por el fallo del Tribunal Oral Federal Nro.1 de Córdoba, que en la megacausa por el campo de concentración La Perla y otros centros clandestinos de la provincia dictó 28 condenas a prisión perpetua, 43 penas de hasta 21 años y sólo cinco absoluciones. Solamente Luciano Menéndez, alias “el Cachorro” o “la Hiena”, quien con ésta ya acumula 14 condenas, fue encontrado culpable de 52 homicidios, 260 secuestros y 656 casos de tortura, más el robo de un bebé. Enrique “Nabo” Barreiro, el jefe de los torturadores fugado en Estados Unidos hasta 2007 e impune hasta el fallo, también recibió la condena a perpetua. En el proceso se recibieron unos 600 testimonios durante más de mil horas de audiencia. Hubo 717 víctimas involucradas y están desaparecidas 279, habiéndose recuperado e identificado los restos en 71 casos. Son números que ya circularon en forma no tan cuantiosa, al menos en la inmensa mayoría de la prensa de alcance nacional, y cuyo carácter escalofriante se equipara a la persistencia de una lucha inquebrantable. Argentina ratifica que es ejemplaridad mundial en el enjuiciamiento y castigo a los genocidas. El fallo del tribunal cordobés vino a coincidir con tanta declaración repugnante y acumulada de funcionarios nacionales, que fueron capaces de bastardear la memoria poniendo en duda la cifra de desaparecidos o diciendo que no tienen idea del tema. Contra todas esas pretensiones olvidadizas, espantosas, que provocan una vergüenza universal, el dictamen por La Perla les recuerda de qué se trata y de qué continuará tratándose.
Las bestias no tendrán paz, porque los imprescindibles no descansan.
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