lunes, 10 de agosto de 2015

El modelo de las cárceles privadas en EE.UU Make money, encierre a un preso Por Eduardo Blaustein

Con 2.300.000 presos es el país con más encarcelados del planeta. La enorme mayoría de ellos son pobres, negros, latinos, inmigrantes. Pero el rasgo más notorio del sistema penitenciario es el crecimiento vertiginoso de prisiones privadas gerenciadas por grandes corporaciones que cotizan en bolsa y contribuyen con las campañas electorales. El resultado: un negocio que se hace más rentable cuanto más se endurecen las penas.

Lo presuntamente curioso de este horror es que se habla de él con las jergas de los brokers financieros; y eso sucede desde hace al menos 20 años. Fortune Magazine, por ejemplo, en 1997, refirió al tema con este título: “Cómo enriquecerse gracias a las empresas que crecen más rápido”. En el texto se destacaba esta pregunta: “¿Aspira usted a obtener retornos elevados de sus inversiones, pero desconfía de las acciones sobrevaluadas de las grandes empresas?”. Respuesta: “Las acciones de Corrections Corporation of America crecieron en un 746%, lo cual es un magnífico montón de plata”. De lo que hablaba Fortune Magazine era del brillante negocio de invertir en cárceles privadas en Estados Unidos. Publicado y vuelto a decir ya en 2009 en The Wall Street Journal: “Las empresas que gestionan cárceles privadas se están preparando para una ola de nuevos negocios, ya que la recesión económica dificulta cada vez más que los funcionarios del gobierno, tanto a nivel federal como estatal, construyan y administren sus propias cárceles”. Octubre de 2013, definición de Harley Lappin, vicepresidente ejecutivo de Corrections Corporation of America: “CCA asegura ahorros, seguridad y más”. Esa es la jerga.

Desde que los –llamémosle- analistas de mercado entrevieron esos espectaculares niveles de rendimiento, el negoció se multiplicó de modo magnífico. Hacia fines de los ’90 el número de prisiones privadas era de 163 repartido en 30 estados; la mitad de ellas ubicadas en el duro Texas, pago de los Bush y paraíso de la pena de muerte. Hacia 2010, en todo EE.UU., aproximadamente el 8% de los presos estaban en cárceles privadas. Hoy, American Civil Liberties afirma que más del 16% de la población de presos está alojada en cárceles privadas. Si se trata de inmigrantes detenidos, la proporción llega hasta el 50%.

El modelo de cárceles privadas estadounidense –sus lobistas han hecho todo lo posible por exportarlo a América Latina: Chile, Costa Rica, Belice, Venezuela, México, Brasil- es un subsistema de espanto dentro de un infierno general. EE. UU., con sus 2.300.000 presos, es el país récord del mundo en población carcelaria y lo es también en cantidad de detenidos por cantidad de habitantes. Según un informe de la organización Stop the Drug War, el gasto penitenciario de ese país ocupa el cuarto lugar en los presupuestos estatales detrás de los rubros salud, educación y transporte. Hace años surgió en varios estados una discusión acerca ya sea de la necesidad de establecer ajustes en los gastos penitenciarios o de flexibilizar los modelos de prisionalización –eliminando detenidos- para bajarlos. La situación de colapso y de crisis de las políticas penitenciarias y de “seguridad” debe entenderse en su contexto histórico: desde los tiempos neoconservadores de Ronald Reagan y la “guerra contra las drogas”, ajustes, crisis económicas y financieras, desempleo, fenómenos inmigratorios. En ese marco, en los últimos 30 años la tasa de encarcelamiento creció en un 500%.

Mientras se discute qué hacer, el infierno carcelario estadounidense puede describirse mediante un despliegue discreto de cifras. Hay casi 750 encarcelados por cada 100.000 habitantes; una cifra ocho veces superior a la media europea. La cantidad de detenidos en 1970 era de 200.000 personas. En 1985 eran 750.000. En 1999, 1.800.000. Hoy son los mencionados 2.300.000. Con apenas el 5% de la población mundial, EE.UU. tiene bajo llave a la cuarta parte de todos los presos del planeta. El 63% de los reclusos son negros y latinos, las minorías más pobres, que sólo constituyen una cuarta parte de la población. La otra superpotencia, China, que se supone que ya emparda con EE.UU. la primacía en términos de poderío económico, y que cuadruplica la población estadounidense, ocupa el segundo lugar en términos de población carcelaria: 1.600.000 presos (la cifra deja afuera a cientos de miles bajo “detención administrativa”, con una mayoría de disidentes políticos que se “reeducan” mediante el trabajo en la órbita de un sistema extrajudicial).

Si es por rankings, EE.UU. tiene –según sea la fuente- entre 716 y 751 personas presas por cada 100.000 habitantes; Rusia, 627; Inglaterra, 151; Alemania, 88; Japón, 63. Brasil, con 274 presos por cada 100 mil habitantes, ocupa el puesto 46 del ranking mundial. Argentina, con 147 presos, el 105. El promedio entre todas las naciones es de casi 125, lo que equivale aproximadamente a menos un sexto del índice norteamericano. Según el Consejo Nacional de Investigaciones de EE.UU., que depende de la Academia Nacional de Ciencias, casi uno de cada 100 adultos está en prisión. Más del 60% son afroamericanos o latinos; los más pobres. Se calcula que entre 75 mil y 100 mil detenidos padecen o padecieron prácticas de confinamiento solitario. En 2011, más de 95.000 personas menores de 18 años estaban encerradas en prisiones y cárceles para adultos.

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