viernes, 21 de julio de 2023

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Cenital

LLUVIA DE INVERSIONES

Nicolás Sidicaro
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El universo productivo argentino y su potencial exportador.
20/07/2023

Hola, ¿cómo estás?

Hay temas más sencillos y otros no tanto, por ejemplo el de hoy. La minería a gran escala suele traer controversias y posturas bien enfrentadas entre quienes priorizan algunos temas por sobre otros, así que veamos un poco de qué se trata. Puntualmente hoy vamos a abordar el mineral de cobre.

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Los datos del día

  • Argentina actualmente no cuenta con ningún proyecto operativo de cobre, pero sí hay 20 con algún grado de avance. Solo uno de ellos realizó tareas de preconstrucción;
  • 15 de los proyectos están en San Juan, 2 en Catamarca, 2 en Salta y 1 en Mendoza;
  • Exportamos cobre hasta 2018 desde Catamarca, con la mina Bajo de la Alumbrera -seguramente la escuchaste hablar en algún momento-. En 2007 fue el año que más cobre se vendió al exterior por un total de 1.900 millones de dólares, más o menos el 65% de las exportaciones totales de minerales;
  • Chile es el principal productor mundial de cobre. El año pasado exportó 55.000 millones de dólares de cobre y derivados. Para que te des una idea, es un poco más de lo que exportamos nosotros sumando los complejos oleaginosos (donde está la soja y el girasol), el cerealero y el de ganado bovino.

Y esto con qué se come

A menos que te hayan robado los cables o vos los hayas robado, no solemos hablar mucho de cobre ni de sus usos. Sin embargo, es de los materiales que más nos rodean en nuestra vida cotidiana. La construcción y los tendidos eléctricos son los fines más importantes de este mineral y está presente en cada dispositivo electrónico. A medida que crece la población urbana y el consumo de bienes tecnológicos, más cobre se requiere.

Pero eso no es todo. Como en otros casos que fuimos hablando estos meses, la transición energética está cambiando la producción y el consumo, algo de lo que el cobre no se salva. En particular, el crecimiento del parque automotor eléctrico e híbrido dieron un fuerte impulso a la demanda global cuprífera. Mientras que un auto convencional requiere más o menos 23kg, uno eléctrico usa 83, una diferencia considerable. Además, se usa para la construcción de aerogeneradores para energía eólica y en paneles de energía solar. Y, por si fuera poco, también se utiliza para transportar esa energía generada que, a diferencia de los combustibles fósiles, no se genera cerca de las ciudades. Es decir, la demanda por las energías renovables también es una demanda por el cobre.

Algo positivo de todas maneras es que se trata de un material muy reciclable por dos motivos: el proceso es rentable -algo muy importante- y el cobre no pierde sus propiedades cuando se lo recicla, por lo que se puede llevar adelante sin inconvenientes. 

Amarás al prójimo (y todo lo que tiene)

Llegado este punto hay que preguntarse por qué entusiasma tanto la idea de volver a explotar el cobre en nuestro país. Para eso tenemos que ver a nuestros países vecinos, en particular a Chile y Perú. Está bien, es cierto que últimamente andan con años medio complicados en lo social, pero eso no le resta interés al desarrollo minero.

Dentro de los 10 principales productores del mundo en 2021, nuestros vecinos ocuparon el primer y segundo puesto -con un poco menos de la mitad de la producción mundial dentro de este selecto grupo-. El otro lado de la moneda es quién compra el cobre y, como en tantas otras cosas, acá aparece China como el gran demandante a nivel global. Por sus avances en electromovilidad -algo de lo que ya vamos a hablar otro día-, su producción industrial y por su demanda en la construcción el gigante asiático es una figura clave en este tema. 

¿Por qué nos interesa hablar de los vecinos? Hay algo que tenemos en común con ellos. Bueno, muchísimas cosas, pero en lo que concierne a este tema uno en particular: la Cordillera de los Andes.

Compartir parte de la Cordillera no implica que tengamos el mismo potencial. Su composición no es homogénea en toda su extensión, de hecho las minas más grandes de Chile se encuentran en el norte, donde ya no limitamos -por ejemplo, Chuquicamata, una de las más extensas del mundo-. Pero, por suerte también cuentan con explotaciones cercanas a Santiago de Chile, es decir a la altura de nuestro Cuyo.

Siguiendo con el caso chileno, nos encontramos con un país que desde los albores del siglo XX explota cobre y desde los ’70 cuenta con una firma estatal -CODELCO-, luego de un proceso de estatización en esos años. Posteriormente, durante la dictadura de Pinochet y con la vuelta a la democracia en los ’90, se abrió el juego a los privados, momento bisagra para el devenir del país andino en cuanto productor cuprífero. Pese a las reformas, CODELCO siguió siendo estatal y teniendo una participación mayoritaria en el mercado -hoy explica un tercio de la producción chilena-, algo que los diferencia sustancialmente de nosotros. Podríamos pensarlo como una YPF de ellos, para los recursos naturales que tienen.

Algo interesante también es el hecho de que no solo cuentan con procesos de extracción desde minas, sino que también representan una parte considerable del negocio de la refinación y fundición -es decir, procesos de agregado de valor-. Puntualmente ocupa el segundo y tercer lugar en el ranking mundial de estas actividades, respectivamente. De todas maneras, se encuentra lejos de China, que ocupa el primer lugar en ambos rubros y se aleja cada vez más.

Todo esto lleva a que el comercio exterior de Chile se encuentre altamente concentrado en el complejo del cobre. Más de la mitad de sus exportaciones provienen de ahí, por lo cual se encuentran bastante expuestos ante shocks en los precios internacionales. De todas maneras, hoy estamos en un momento de precios altos, que probablemente se mantengan, así que no parece tan malo. Recomendación: en el verano leí Nada será como antes ¿hacia dónde va Chile? de Juan Elman, donde habla un poco sobre las regiones mineras. Está muy bueno el libro, así que te lo recomiendo.

Perú tuvo un desarrollo más reciente. Si bien cuenta con historia minera, la del cobre comenzó en los años ’90. Hubo dos grandes momentos de crecimiento en su producción: la primera década de los 2000 y a partir de 2015. Para que te des una idea, el impulso a la actividad le permitió pasar de 1000 millones de dólares exportados en cobre hacia principios de los 2000 a 20.000 millones el año pasado. Hoy por hoy, este metal representa un tercio de sus exportaciones, por lo que también en este caso Perú tiene una fuerte dependencia.

Una gran diferencia con Chile es que no cuenta con un entramado industrial de agregación de valor referido a la fundición y refinación del material. De todas maneras, esto no necesariamente es algo positivo. En la actualidad, Chile se está quedando atrás en la refinación y fundición, lo que implica tremendas inversiones para volver a ser un jugador de mayor peso. Pero además, la fundición más tradicional es sumamente contaminante, por lo que el desafío es doble: invertir para aumentar la producción, pero hacerlo de forma más sustentable. A veces quizás es mejor exportar el material concentrado, pero esto va a quedar para otro día.

En resumen, el cobre entusiasma de este lado de la Cordillera porque vemos un gran potencial para equilibrar el sector externo -aunque depende de varios factores-.

La historia sin fin

La semana pasada, un amigo que también peca de ser economista me pasó un recorte de una revista de 1977 en el que se planteaba a la minería de cobre como uno de los sectores clave para aumentar las exportaciones, en el marco de la discusión por la Ley de Promoción Minera que impulsó la dictadura en 1979.

¿Qué quiero decir con esto? El debate en torno a la minería de cobre viene de larga data, aunque no tuvo el éxito de nuestros países vecinos. La única gran explotación cuprífera que hubo en nuestro país fue Bajo de la Alumbrera en Catamarca, que funcionó desde fines de los años 90 hasta 2018. Fue el primero de los grandes proyectos mineros que conocemos hoy en día -tampoco es que tengamos tantos- y estuvo enmarcado dentro de la voracidad por las inversiones extranjeras que caracterizaron esa época. En parte eso llevó a una serie de problemas que complejizan aún más la ya complicada relación entre la sociedad y la minería a gran escala. Las promesas de desarrollo en la zona -bastante alejada de los grandes centros urbanos- quedaron en gran medida en promesas y no hubo un encadenamiento virtuoso en el entramado productivo. Otro día volveremos a la vinculación entre los grandes proyectos insertos en zonas de menor desarrollo, porque es algo que se merece más que una mención al pasar.

Desde su puesta en marcha hasta 2008, el cobre encabezó las exportaciones de minerales metálicos en el país, alcanzando su valor máximo exportado en 2007, por un total de 1.939 millones de dólares. La posterior caída se debió en parte a una baja en el precio internacional y por una merma en el volumen exportado. Incluso en 2011 -cuando el precio de la tonelada alcanzaría su valor máximo hasta 2021-, el valor exportado fue menor al pico de 2008. Luego la baja continuó hasta el cese de operaciones en 2018. 

Ese fue nuestro devenir cuprífero hasta la actualidad. No me acuerdo muy bien de la película que le dio el nombre a esta sección, pero viene al pelo porque estamos viviendo un nuevo boom del cobre en Argentina. Bueno, quizás.

Serás lo que debas ser

Una de las particularidades de la minería de cobre frente a otras -por ejemplo, la del oro- es que los tiempos de exploración y análisis previo a la construcción y la duración de los proyectos en su etapa productiva son mucho mayores. Por ejemplo, mientras un yacimiento de oro puede ser explotado en promedio unos diez años, los de cobre pueden tener una vida útil de treinta -incluso más-. Sí, me estoy atajando en caso de que los proyectos que voy a mencionar no arranquen pronto.

Como te comentaba al principio, hay varios proyectos en diferentes estadios y la mayor parte está en San Juan. Sin embargo, hay ocho que están más avanzados, así que nos vamos a detener en estos.

Si todo sale bien, en unos años va a comenzar la producción de Josemaría, uno de los que se encuentra en la provincia cuyana, que hoy en día está en preconstrucción. Pero, además, hay otros tres proyectos de gran tamaño que en caso de avanzar significarán una inversión de más de 10.000 millones de dólares: El Pachón y Los Azules también en San Juan y Taca Taca en Salta.

Con esos cuatro proyectos se estima que en 2030 se podrían lograr exportaciones por US$ 5.761 millones -dependiendo obviamente de los precios internacionales del metal-. ¿Cuánto exportamos actualmente con toda la minería? Casi 4.000. Es decir que se duplicaría el valor exportado por el complejo minero solamente con estos cuatro proyectos.

El segundo escenario es que se logren poner en marcha los ocho proyectos. Si eso llegara a pasar las exportaciones estimadas rondaría los 11.000 millones de dólares, un cambio de panorama tremendo. Es más de lo que exportamos el año pasado desde el complejo maicero y representa más o menos un 10% de las exportaciones actuales.

Tiempo muerto. ¿Para qué sirve todo esto? Resumido así nomás: gran parte de la facturación de estas firmas queda en el mercado local, además facilita la acumulación de reservas internacionales y la generación de empleo, fortalece la cadena de proveedores y aumenta la recaudación fiscal -tanto de Nación como de las provincias-. Todo esto tiene sus grises, que iremos charlando en otras entregas.

Volvamos… Ya parezco una de esas publicidades de Sprayette con todas las bondades del tema, pero la pregunta del millón es: ¿qué hace falta para que todo esto se logre? Sobre esto hablé con Víctor Delbuono, investigador en el área de Recursos Naturales de Fundar y uno de los autores de la Misión 8 del Plan Argentina Productiva 2030.

En primer lugar, me planteó la cuestión de cumplir con los compromisos fiscales asumidos. A diferencia de lo que uno podría pensar, la minería de cobre involucra niveles de inversión altísimos que recién comienzan a dar ganancias pasados varios años de operación (algo parecido pasa con el GNL, así que te dejo esta nota por acá). Además, el margen de ganancia no es tan alto como en otras actividades -por ejemplo, en hidrocarburos-, por lo que los derechos a las exportaciones (retenciones) que se le aplican al sector son una variable clave a considerar.

En segundo lugar, la necesidad de contar con acceso al mercado de divisas. Nosotros no contamos con empresas mineras de este tamaño, por lo que la gran mayoría de los inversores son extranjeros. Esto tiene como contrapartida que probablemente busquen girar dividendos hacia el exterior como parte de su planificación, por lo que los impedimentos para acceder a divisas dificultan la inversión. Claramente este punto se nos plantea como una contradicción cuando pensamos en la necesidad de acumular reservas, porque por un lado la actividad genera exportaciones, pero por otro te pide girar utilidades. El costado positivo de esto último es que, si uno observa la dinámica de los últimos veinte años, el sector minero fue uno de los que más dólares ingresó al país -neto de todo concepto-.

A esto hay que sumarle el acceso a bienes importados. Si bien podemos y debemos estimular la cadena de valor local de proveedores, ya que difícilmente podamos agregar valor luego de la extracción, hay muchos bienes de capital para los que aún no contamos con capacidades para producir, por lo que se debe asegurar la posibilidad de ingresarlas al país.

En tercer lugar, como el mayor mercado para las exportaciones está en Asia y sobre todo en China, debemos mejorar la logística para poder exportar desde Chile, ya que los costos de transporte en esta industria son una variable clave. Llevar el metal hasta el puerto de Buenos Aires para luego ir hacia China resulta una tarea titánica en comparación a la vía chilena.

Finalmente, todos estos proyectos deben estar acompañados por un marco de participación y control ciudadano de los procesos productivos. Otro día vamos a hablar de esto con más detalle, pero como sabrás hay cierta resistencia social en algunas provincias a la actividad minera, por lo que se precisa un marco de acuerdo en el que las comunidades cercanas a las explotaciones estén seguras de que se obtendrán más beneficios que perjuicios por la actividad minera.

Me dirás que son los mismos puntos que se plantean para toda la minería y vas a tener un poco de razón. La particularidad en este caso son los plazos de inversión y la cantidad de capital volcado, que son mucho mayores a los de otros proyectos, por lo que los recaudos también lo son. Si te interesa el tema te dejo este documento de la Secretaría de Minería donde se profundiza más sobre las potencialidades del sector.

Bonus Track

Como siempre, muchísimas gracias por el tiempo que dedicás a leer el news, espero que te haya gustado y si tenés algún comentario, duda o sugerencia podés escribirme sin problema. Tengo dos recomendaciones para hacerte hoy:

  • Pocos temas atraviesan la política productiva como la ciencia. Tener un sistema científico local fuerte es clave para pensar en el futuro de nuestro país, así que te dejo este notón sobre el Programa Raíces, de repatriación de científicos, que escribió Ignacio Bastías;
  • Hace unas semanas hablamos de GNL, así que dejo este hilo de Eduardo Gigante, donde explica con lujo de detalles de qué se trata y lo complicado que es; 

No te molesto más, solo queda por recomendar la película de esta semana: Sea Fever -no, no tiene nada que ver con la minería-.

Te mando un abrazo grande,

Nico

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