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15/06/2021 Hola, ¿cómo estás? Espero que bien. Arranquemos con una buena: la Sputnik V muestra una buena respuesta a la variante Delta de la India. Las malas ya van a venir. Empecemos. Orden y distribucionismoLos movimientos más interesantes en la última semana se dieron en la Unión Industrial Argentina donde José Ignacio de Mendiguren detonó un pan de trotyl en el zoom de la entidad en indiscutible referencia a Luis Betnaza: "Yo nunca pagué coimas y por eso nunca tuve que confesar en un juzgado”. El veto que la T había volcado sobre el titular del BICE tuvo idas y vueltas con negociadores de ambos espacios. El propio Daniel Funes de Rioja fue uno de ellos. Otro, Adrián Kaufmann Brea. Ex titular de la UIA durante los primeros años de macrismo, a Kaufmann algunos lo llamaban -con maldad y ante cierta pasividad frente al derrumbe industrial- Bernardo, por aquel ayudante mudo de Don Diego de la Vega en El Zorro. Diferente es la consideración de Cristina Kirchner con el jefe de Brea, Luis Pagani, a quien tiene en mayor estima que a Paolo Rocca por ciertos rasgos de cortesía que tuvo el mandamás de Arcor a diferencia del Hombre de Acero durante los años cambiemitas. A De Mendiguren le dio un argumento inmejorable el discurso de Funes de Rioja en su asunción: con críticas al oficialismo y a los problemas estructurales de la Argentina, el flamante titular de la entidad olvidó hacer mención alguna al paquete de medidas que el gobierno desplegó sobre las empresas. “Nos pagaron los sueldos y no les dimos ni las gracias”, se quejó el Vasco. El titular de COPAL logró la aprobación de Techint luego de muchos años porque la empresa de Rocca veía en Funes de Rioja un buen interlocutor con el gobierno nacional. El cálculo, por ahora, falló. Como Isidoro Gómez, el asesino de Liliana Colotto en El secreto de sus ojos, el titular de la UIA le pide a los asesores de los ministros lo mismo que Gómez a Benjamín Espósito en el final de la película: “Dígale que aunque sea me hable”. Esta situación escaló luego de un reportaje en Perfil donde el flamante titular de la entidad deslizó que la reactivación industrial solo se podía advertir en la construcción. Matías Kulfas aprovechó ayer la platea de ADIMRA para destacar que la metalmecánica está a la cabeza del crecimiento industrial. “Se ve que Funes no lee nuestros informes”, bromeó Gerardo Benutolo, vice primero de la cámara. “Que actualice el mailing”, completó el ministro que hoy estará en la UIA con un discurso más duro del que esperan los industriales. Estas diferencias en el establishment se traducen también en los informes económicos que reciben los hombres de negocios. En un análisis de 11 páginas titulado LatAm Credit and Economic Strategy, el Citi le sugiere a los inversores que, ante un inminente desempeño negativo del oficialismo basado en el Índice de Confianza del Consumidor de la Universidad Torcuato Di Tella y -por lo tanto- una mejora en el mediano plazo, la decisión más recomendable es comprar bonos: lo mismo hicieron en diciembre de 2017. El razonamiento tiene dos aspectos bastante singulares. La hipótesis de un sector del sistema es que si el Frente de Todos pierde las elecciones, la opción obvia sería una radicalización y, por lo tanto, el deterioro de todas las variables. ¿La recomendación es comprar bonos de un país que en dos años puede, según esa misma hipótesis, caer en default? La otra parte es más interesante por lo sobreidologizada. El último informe de PxQ, la consultora de Emmanuel Álvarez Agis, titulado Si pierde el FdT, ¿hay que comprar o vender? parece una respuesta al brief del Citi. Agis se pregunta: “¿Por qué la misma fuerza política que llevó al país al default de 2019-2020 haría que se evite en 2024-25?”. No se puede hacer más lento. Mientras tanto, el último fin de semana se produjo en Cornwall, un lindo rincón costero en el Reino Unido, la Cumbre del G7, el club que reúne a los principales países democráticos de altos ingresos del mundo. La Cumbre de jefes de Estado escenificó el giro de la política exterior occidental con centro en los Estados Unidos post Trump. Los ordenadores del encuentro fueron una renacida apuesta por los posicionamientos colectivos -con un nuevo lenguaje que rompe el viejo Consenso de Washington- y la persistencia del enfrentamiento con China. El resultado: una serie de compromisos que, con el ojo puesto en el resto del mundo, aparecen insuficientes. El primero, las mil millones de dosis de vacunas comprometidas antes del final de 2022 son menos de la décima parte de la necesidad mundial en un momento en que las nuevas variantes amenazan con aumentar los daños causados por la enfermedad, especialmente en los países más pobres y con menor acceso a los inoculantes. Nada se dijo sobre aumentar las capacidades productivas. El segundo, un histórico compromiso contra la elusión fiscal, para establecer una tasa impositiva global mínima para las empresas multinacionales y la posibilidad de cobrar impuestos donde se producen las ventas y no en las sedes -digitales- de las compañías ubicadas muchas veces en paraísos fiscales. La tasa mínima adoptada, del 15%, es demasiado baja para países que, como Argentina y gran parte de los emergentes, las mantienen entre el 25 y el 35% sobre los resultados. Si bien el acuerdo limitaría al 15% acordado la carrera mundial para reducir el impuesto a las sociedades que se paga en el mundo, es un arma de doble filo. El libre movimiento de capitales podría convertir la tasa mínima en tasa máxima. El último punto, vinculado al ascenso de China, dio motivo al anuncio de un nuevo programa multilateral liderado por Estados Unidos y destinado a financiar obras de infraestructura con eje en la lucha contra el cambio climático. El plan de financiamiento verde es un intento de responder "desde las democracias" a la iniciativa china de La Franja y la Ruta, la nave insignia de Xi Jinping, a través de la cual China ha movilizado su enorme capacidad para financiar obras en todo el mundo. Sin embargo, y a pesar de las promesas de "reconstruir mejor el mundo", con fondos por 100 mil millones de dólares, no se conoce detalle alguno sobre los desembolsos. A pesar de todo, un optimista diría que, antes de estos compromisos, brumosos y hasta escasos, no había nada o, aún peor, había apenas advertencias. Para Argentina, las oportunidades y las amenazas son simultáneas. El enfrentamiento entre Washington y Beijing avivó especulaciones sobre la refinanciación de la deuda del país con el Club de París. Algunas versiones persistentes señalan una exigencia de los acreedores de que el país otorgue un trato similar a los créditos con China como condición para acceder a un alivio en los plazos de pago, mientras recuerdan las duras cláusulas de cross default que suelen contener los contratos con instituciones chinas. El dilema es real, pero podría ser exagerado. El país enfrenta un vencimiento de 2.419 millones de dólares con el Club de París -sobre una deuda total de casi 10 mil millones- que se suman a los casi cincuenta mil millones cuya devolución deberá acordar en un programa con el Fondo Monetario Internacional, mientras que la deuda total con las instituciones chinas es de unos 2.500 millones de dólares. Más allá de alguna declaración, o incluso algún movimiento para ensuciar el campo de juego y buscar alguna ventaja, no parece que convenga ni a China ni a los países occidentales descarrilar la negociación por un monto que, comparativamente, parece menor. Con este marco, Sergio Massa está en Washington, donde se reunió con el principal asesor de Biden para la región, Juan González, y otros nombres de peso, como el Enviado Especial del gobierno de los Estados Unidos para América Central, Ricardo Zúñiga, y el ex-asistente especial de Barack Obama en América Latina, Dan Restrepo. Hoy lo hará con la directora interina del Departamento de Estado para el Hemisferio Occidental, Julie Chung, una diplomática de carrera, que se mantiene en el cargo desde la administración Trump. El último viernes, el Secretario de Estado norteamericano Anthony Blinken y el Canciller Felipe Solá conversaron sobre Nicaragua y la irreversible escalada represiva del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Argentina cuenta con una capacidad de interlocución con los gobiernos de izquierda de la región, democráticos y no democráticos, que permite gestiones imposibles para Washington y sus posiciones. En una región cada vez más inestable, es un activo, aunque los balances y riesgo en cada posicionamiento argentino sean delicados. Su independencia, que posibilita la acción regional virtuosa, puede rápidamente mutar en contrapuntos cuando el país está negociando con sus acreedores institucionales. Habrá que mirar con atención cómo vota hoy nuestro país en la OEA. En paralelo y mientras los ojos y oídos opositores se detuvieron en la no mención al gobierno nacional por parte de Cristina Kirchner, el gobernador Axel Kicillof comenzó informalmente la campaña que continúa esta semana en miniactos por Pergamino, Escobar y Mar del Plata. En la Provincia de Buenos Aires estaban conformes por partida doble: la baja de la incidencia en los casos y que eso les haya permitido retomar la presencialidad y evitar así una movida opositora que estaba preparada hasta el anuncio del gobernador. Kicillof recibió un reconocimiento inesperado: el titular de PAE, Marcos Bulgheroni, le escribió para felicitarlo por la decisión. Bulgheroni había sido uno de los principales impulsores de la campaña #AbranLasEscuelas. El gobernador bonaerense, señalado como el principal alfil de la vicepresidenta y un tensor permanente con la Casa Rosada, es, en privado, un férreo defensor del Presidente de la Nación. Contrasta con la posición de otros mandatarios provinciales e incluso de ministros del gabinete nacional. A poco más de un mes para el cierre de listas, en el oficialismo ven con preocupación un deterioro en el voto joven que no alcanza a complementar el leve crecimiento en adultos mayores. Acá se da un fenómeno singular: si uno usara la lógica eficientista de los recursos públicos que en general emiten los economistas opositores, un bien escaso como la vacuna nunca podría ser utilizado antes en alguien de 60, 70 u 80 años que en un joven de 18, 20 o 25. Sin embargo, esa lógica implacable de mercado se transforma en humanista cuando lo que está en juego no es el plato de comida del otro sino la propia salud. Gemas de la pandemia. Bonus track
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