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25/04/2021 Cualquier argentino o argentina que en estos días tomó un diario (o más probablemente hizo click en un portal de noticias, ya que el diario de papel es casi un reliquia) se encontró con variaciones de estos titulares:
“La ciudad” y “la provincia”. ¿Qué ciudad? ¿Acaso la populosa ciudad de Rosario, cuna inagotable de músicos, escritores, escenario de la creación de la bandera nacional? ¿Acaso mi ciudad, Neuquén capital, la más poblada de la Patagonia, que compite con Comodoro Rivadavia por ser el centro neurálgico de la industria petrolera? ¿La docta ciudad de Córdoba, formadora de presidentes, donde aún funciona la universidad más antigua del país? No, ninguna de ellas. El país tiene una única ciudad. Punto. ¿Qué provincia? ¿Salta, cuyos gauchos defendieron las fronteras de la república naciente bajo el mando de Martín y Macacha Güemes? ¿Mendoza, productora de vinos de nivel mundial? ¿Tierra del Fuego, cuyo paisaje hace llenar de lágrimas los ojos del viajero que baja de un avión? No. “La provincia”. El país tiene una sola. Si un habitante de otro planeta prendiera la televisión hoy y mirara alguno de los programas de personas que gritan por las noches, perdón, programas de panelismo político, se iría con la idea de que la Argentina tiene una provincia y una ciudad como sus únicos territorios, y sólo tres actores políticos: un gobierno nacional, el gobierno de “la provincia” y el gobierno de “la ciudad”. Le quedaría claro que el gobierno de “la ciudad” está en una lucha heroica contra el gobierno de “la nación”, pero más aún contra el de “la provincia”. Esto resume el mapa político-territorial del octavo país más grande del mundo. Puede parecer que focalizarse en esta cuestión retórica sea una pavada, pero no lo es. Para empezar, es interesante desde el punto de vista de la historia política. El proceso por el cual la ciudad de Buenos Aires pasó a llamarse “Capital Federal”, para luego ser “CABA” y ahora hipertrofiar su significante hasta volverse simplemente “la ciudad” en el lenguaje coloquial podría ocupar un libro entero. Antes era "la capital", ahora es "la ciudad". Asimismo, el hecho de que la provincia de Buenos Aires sea simplemente “la provincia” habla del peso inusitado que la misma tiene en términos poblacionales, económicos, y territoriales. Pero es aún más interesante desde el punto de vista de sus consecuencias políticas. La Argentina siempre vivió una realidad en donde los temas que sucedían dentro del polígono delimitado por la General Paz y el Riachuelo tenían una importancia desmedida en la conciencia nacional. Pero, en este momento actual, es sencillamente imposible que algún tema de actualidad que suceda por fuera del triángulo conceptual delimitado por la nación-la ciudad-la provincia logre penetrar la esfera pública. Ni la mayor destrucción por incendios en la historia de una provincia, que conllevó la pérdida de cientos de viviendas y de vidas en El Bolsón, ni un conflicto con trabajadores de salud que están cortando las rutas desde hace semanas en Neuquén, ni la necesidad de asegurar la soberanía sobre los recursos pesqueros en el mar patagónico, ni la actual discusión parlamentaria sobre un tema que interesa a toda la cuenca sojera -como es la prórroga de la ley de biocombustibles-, logran ser registrados en la agenda de discusiones que se dan a nivel nacional. Esto sucede en los medios de comunicación, en las redes sociales, pero también a nivel, muchas veces, de la gestión del Poder Ejecutivo, que parece por momentos excesivamente preocupado por el minuto a minuto de los medios “nacionales”, así, entre comillas. Esta situación no se da sencillamente por generación espontánea. Es cierto que responde a una estructura centralizada de más de un siglo, pero la hipertrofia informativa de los medios “porteños” está asegurada y continuada por la desmesurada inversión de la pauta oficial en ellos (ver aquí), y el ninguneo constante a los medios, los periodistas y las temáticas “del interior”. Hace pocos días, la secretaria de prensa del gobierno de Joe Biden, Jen Pesaki, anunció que en las conferencias de prensa de la Casa Blanca participarían vía Zoom periodistas de diarios y canales de noticias del interior del país, y no sólo los acreditados. La barrera para hacer algo así localmente es sólo tomar la decisión. La primera consecuencia del status quo actual es, por supuesto, la asimetría tremenda que sufren los habitantes de las ciudades y provincias que no son ni la ciudad ni la provincia para que alguien vea y resuelva sus problemas. Una inundación en “la ciudad” es automáticamente una emergencia para todo el cuerpo nacional; un incendio en El Bolsón, no. Simplemente es así. La segunda consecuencia es un empobrecimiento radical de los horizontes de la discusión política. Hay actores políticos, movimientos sociales, experiencias innovadoras de liderazgo y de gestión que permanecen desconocidos o, peor aún, son representados como caricaturas. La Argentina se está perdiendo de conocer los avances notables que se han hecho, por ejemplo, en la co-gestión de parques nacionales y recursos turísticos entre oficinas nacionales como Parques, municipios, y comunidades indígenas (ayer leía que las naciones indígenas norteamericanas están pidiendo co-gestionar los parques nacionales en sus territorios, algo que en el Parque Nacional Lanín se hace desde hace años). No se conocen las innovaciones en educación bilingüe en lenguas originarias, las mil y una formas en que las mujeres feministas están cambiando la manera de hacer justicia, las experiencias de lucha anti-contaminante pero también de articulación productiva y ambiental en cientos de localidades del “interior”, las miles de nuevas maneras en que personas LGBTIQ se expresan, el arte que los y las jóvenes de los barrios y las ciudades crean en sus computadoras Conectar Igualdad. No se sabe nada de los batallones de lucha contra el fuego, o de los mecanismos exitosos de control de hanta virus, o de las decenas de intendentes que podrían llegar a ser exitosos líderes nacionales, si tan solo se los conociera. Pluralizar la discusión no es sólo necesario en términos ideológicos o partidarios, sino también regionales. Nos estamos perdiendo gran parte de lo bueno que sucede en nuestro país, que es inmenso. María Esperanza PD: Si les gustan las producciones de Cenital, pueden hacer un aporte para seguir leyéndonos. |
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