La demanda de puestos de trabajo quedó evidenciada la semana pasada en la Expo-Empleo Joven.
Imagen: Leandro Teysseire
Imagen: Leandro Teysseire
La tasa de jóvenes sin trabajo triplica a la tasa de la desocupación general. Mientras que el porcentaje de desempleo está estimado para el conjunto de la población en 8,5 por ciento, aumenta al 23,8 cuando la mirada se enfoca en la franja que va de los 16 a los 24 años. La semana pasada, la gravedad de esta situación saltó a un primer plano cuando cientos de miles de chicos desbordaron la Expo-Empleo Joven –una feria organizada por el gobierno porteño–, con la expectativa de encontrar una oportunidad laboral. A raíz de este episodio, los centros de estudios CEPA y Atenea elaboraron informes sobre el tema. Son análisis que advierten sobre la pérdida de posibilidades a que se enfrentan los jóvenes y el quite de respaldos, ya que al deterioro del mercado laboral, la gestión de Cambiemos agregó también el abandono de los programas que incentivaban la formación, reemplazándolos por otros de “inserción laboral” pensados más para reducirles el costo laboral a las empresas.
“El peso de los jóvenes de entre 16 y 24 años de edad en el total de desocupados es alarmante: casi la mitad de los desempleados del país (40 por ciento) se enmarcan en ese rango etario”, señaló el Centro Atenea. Damián Ledesma, su director, planteó que “los problemas laborales en los jóvenes vienen in crescendo en los últimos años” en más de un aspecto. La
situación de desventaja no está sólo en las dificultades para ingresar en el mundo del trabajo, sino en el tipo de empleo al que están accediendo. Según el indicador de precariedad juvenil desarrollado por Atenea, casi la mitad de los trabajadores jóvenes no tiene vacaciones pagas, ni aguinaldo, ni licencia por enfermedad, ni obra social, ni aportes jubilatorios.
“Vemos con preocupación que el Estado publicite que todos los jóvenes pueden ser emprendedores y no cree nuevos instrumentos que reviertan la precariedad y la falta de oportunidades”, agregó Ledesma.
En el Centro de Economía Política Argentina (CEPA) indicaron que este proceso de deterioro “va a contramano del camino previo experimentado por los jóvenes”. Para ponerlo en números, en el segundo trimestre de 2004 el desempleo juvenil se ubicaba en 27,86 por ciento, y se redujo sensiblemente a 17,12 para el segundo trimestre de 2008. La crisis de 2009 lo elevó a 19,94, pero después hubo una nueva reducción que ubicó en un 17,86 por ciento la tasa de desempleo juvenil para el año 2015. Es decir que desde 2008 hasta 2015 el desempleo juvenil se ubicó en torno al 17 por ciento. “Este nuevo piso estructural del desempleo juvenil se rompió en el año 2016, cuando se registró un fuerte salto hasta llegar al 23,63 por ciento en el segundo trimestre”.
“Cuando se compara el segundo trimestre de 2016 con el mismo del 2015, se ve el aumento de seis puntos porcentuales”, explicó Hernán Letcher, titular del CEPA. “Luego, del segundo trimestre de 2016 al cuarto hay una leve reducción, que coincide con una leve reducción de la desocupación general. No son trimestres estrictamente comparables, porque no son homogéneos, hay estacionalidades; lo que dijo el Gobierno cuando publicó los resultados del cuarto trimestre de 2016 es que la reducción de la desocupación estaba vinculada con un efecto desaliento, es decir que la gente se quedaba en su casa en lugar de ir a buscar trabajo. Pero esto evidentemente no pasa: la postal de la feria de empleo joven expresó exactamente lo contrario”.
“El efecto desaliento suele ocurrir cuando los ingresos del grupo familiar son más o menos suficientes, entonces el joven puede dedicarse a estudiar y no trabaja; hoy no es el caso, porque los salarios y los ingresos reales han caído. Puede también haber efecto desaliento después de muchos años de un mercado de trabajo expulsivo. Después del ‘95, por ejemplo, se observó ese proceso, ya que salir a buscar trabajo carecía de sentido. En este momento, en cambio, si bien hay un mercado de trabajo expulsivo, no venimos de tanto tiempo de expulsión como para justificar un efecto de desaliento como en la década de los ‘90, al menos por ahora.”
Tanto el informe del CEPA como el de Atenea señalan que las políticas públicas más importantes destinadas a la capacitación de los jóvenes sufrieron tremendos recortes tras la asunción del macrismo. En este sentido, Atenea registra por ejemplo que el Programa Jóvenes con Más y Mejor Trabajo, creado en 2008, “redujo sus partidas en un 14 por ciento durante 2017”, mientras que el Progresar era achicado en un 47 por ciento, pero además su cobertura cayó a la mitad, ya que de casi un millón de jóvenes beneficiarios en 2016 descendió a 500 mil”.
“Se vaciaron programas como el Progresar para darles más importancia a convenios de primer empleo con empresas como Mc Donald’s, el Plan Primer Empleo o el Programa Inserción Laboral”, dice el análisis del CEPA.
El centro de estudios reseñó el camino hecho por el PRO: en mayo de 2016, el gobierno de Macri propició una serie de convenios para la creación de trabajo para los jóvenes, como el de Mc Donald’s, que incluían sueldos por debajo del salario mínimo, vital y móvil. El Plan Primer Empleo, por su parte, fue el primer proyecto de ley laboral que Cambiemos mandó al Congreso: el programa “reintrodujo la política de reducción de las contribuciones patronales”. Como en el caso anterior, el proyecto quedó inactivo en medio de fuertes críticas. Por último, fue lanzado el Programa de Inserción Laboral, que busca “empalmar” los planes sociales existentes con un empleo; consiste en una suma mensual a sus beneficiarios, que en el caso de ser empleados pasa a tener un carácter de subsidio al empleo.
Esos programas, remarca el CEPA, “son ejemplos de políticas laborales que ponen el foco sobre la flexibilización de la mano de obra para aumentar la demanda de empleo. De esta manera, se piensan planes de acción que focalizan en las necesidades de los empleadores más que en proteger los derechos de uno de los sectores más vulnerables del mercado de trabajo, los jóvenes”.
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