Cuando en los días previos al balotaje la militancia kirchnerista salió a las calles masivamente a advertirle al electorado que un eventual gobierno de Mauricio Macri implicaría pérdida de poder adquisitivo del salario y mayor desempleo, Cambiemos denunció la existencia de "una campaña para meter miedo a la población". Pero tras un vertiginoso mes de liberalismo económico y autoritarismo político aplicado a plumazo limpio, es posible concluir que aquellas advertencias se quedaron cortas.
En realidad, en términos económicos, el gobierno de Mauricio Macri no hace más que ejecutar un previsible ajuste ortodoxo, de manual, que comenzó con una devaluación del 45% y liberación de importaciones, pero que seguirá con un brutal aumento de las tarifas de luz y gas. Todo ello tiene obviamente un impacto sobre los precios que derriten el poder adquisitivo del salario como chocolate al sol, al tiempo que amenaza con elevar el desempleo.
El operativo de ajuste se inició impiadosamente en el Senado con 2 mil empleados despedidos bajo la acusación de ser ñoquis, otros tantos están amenazados en la Cámara de Diputados, unos 600 en el Centro Cultural Kirchner, 1000 en la Municipalidad de Quilmes y 4500 en la de La Plata En estos casos, más allá de la existencia de empleos con los cuales se pagan trabajos políticos o favores, el macrismo actúa bajo dos convencimientos: reducir el aparato estatal por razones económicas y perseguir políticamente a todo lo que huela a kircherismo.
Los ahora dirigentes opositores no reaccionan con la celeridad necesaria para defender a los trabajadores por varias razones: vienen golpeados por una derrota electoral, el Congreso está en receso, muchos están de vacaciones y la jefa natural de la oposición mantiene su silencio en el sur con el obvio objetivo de que no la acusen de meter palos en la rueda. Sin embargo, seguramente no podrá continuar callada por mucho tiempo, viendo como destruyen su obra.
El gobierno también tiene el hándicap de que no pocos perjudicados por la brutal transferencia de ingresos en favor de los exportadores (unos 128 mil millones de pesos) votaron a Macri y aún aguardan esperanzados que el nuevo gobierno les mejore su situación, pese a que es obvio que son los patos de la boda.
Los gremios estatales adoptarán medidas de fuerza en los próximos días, pero el descontento sindical será generalizado cuando se acerque marzo y asomen las paritarias. Hasta el camionero Hugo Moyano, que por su odio a Cristina Fernández dio no pocas señales de apoyo a Macri durante la campaña electoral, aparece ahora entre los que cuestionan la política oficial.
En marzo comenzarán las primeras discusiones salariales en paritarias y los sindicatos pretenden reclamar un ajuste salarial similar al porcentual de la devaluación. Pero está claro que el gobierno intentará reprimir semejante intento, porque pretende que el costo de la variación cambiaria lo paguen los trabajadores, para beneficiar en cambio a los exportadores. En el juego de la economía, lo que se le da a un sector se le resta al otro. Y Macri está más preocupado por los empresarios que por los asalariados.
Para colmo, no pocos productores agrícolas continúan reteniendo sus cosechas a la espera de una mayor devaluación, pese que no sólo ganaron con el salto en el tipo de cambio, sino también con la quita de retenciones. Funcionarios gubernamentales del área económica se quejan por el hecho de que los productores hayan liquidado hasta ahora la mitad de lo prometido, lo cual debía brindar un paraguas a las reservas hasta la llegada de los préstamos internacionales.
Si el dólar sigue aumentando, también lo harán los precios y el descontento social. Consciente de que el mejor disciplinamiento para la clase trabajadora es el desempleo, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, advirtió que en las negociaciones paritarias la dirigencia sindical deberá elegir entre salario y empleo. Por si no alcanzaron los balazos de goma contra los trabajadores de Cresta Roja, el ministro amenazó elegantemente con despidos a los sindicatos que tiren demasiado de la cuerda.
No es incurrir en ninguna campaña de terror, preveer que esa tensión puede desembocar en conflictos sociales y en la consecuente represión policial. Porque el nuevo gobierno ha dado sobrada muestras de liberalismo en materia económica, pero también de autoritarismo en materia política. La posibilidad de que la Policía Federal vuelva a solicitar DNI en las calles es apenas un síntoma del sesgo autoritario de un gobierno que en menos de un mes lanzó dos centenares de decretos de necesidad y urgencia que se llevaron puestas leyes y disposiciones constitucionales.
¿Donde andarán ahora los que se rasgaban las vestiduras por el supuesto autoritarismo de Cristina Fernández? ¿De qué autonomía del Poder Judicial hablarán cuando un magistrado avala la disolución por decreto de un organismo como la AFSCA creado por ley? El gobierno confunde aviesamente su necesidad política con la "necesidad y urgencia" que establece la Constitución.
Los postulantes propuestos por el Poder Ejecutivo por decreto para la Corte Suprema de Justicia ni siquiera presentaron sus curriculum y declaraciones juradas para iniciar el proceso de evaluación creado por Néstor Kirchner al asumir en 2003. Los funcionarios propuestos para presidir la Unidad de Investigación Financiera (UIF) son cuestionados porque trabajaron junto a un grupo de abogados en la defensa de empresas acusadas de lavado de dinero. ¿Donde está la transparencia que le reclamaron al kirchnerismo durante 12 años?
Cuando podía publicarse sin sanción un dibujo de la presidenta en un orgasmo en la tapa de una revista, los opositores clamaban por la sacrosanta libertad de prensa. Desde el gobierno, barren a la conducción de los medios públicos y a los periodistas más destacados.
Todo se ve con otro cristal ahora. Acusaban al gobierno anterior de desarrollar un "relato" que no se condecía con la realidad . Pero el macrismo está desarrollando un discurso que más que un "relato" es un verso: la devaluación es "sinceramiento" y la inflación es "corrimiento de precios". ¿Dónde estarán los que clamaban desgarrados por una tasa mensual de aumento del costo de vida del 2% cuando economistas calculan ahora que en febrero llegará al 6 por ciento?
Todos los gobiernos construyen un discurso para legitimar sus políticas públicas. No hay movimiento social transformador sin épica, ni gobierno regresivo sin mentiras piadosas. Cada vez está más claro lo que aconsejaba el consultor Jaime Duran Barba a los candidatos del Pro. El pícaro ecuatoriano les pedía que hablaran de sus hijos y de otras generalidades, pero que no se metieran en camisa de once varas. Les ponía como ejemplo que si se dedicaban a explicar que atenuarían la inflación con recortes al gasto público, la ciudadanía temería perder sus empleos. Es cierto que no lo explicaron claramente y prefirieron el verso del amor y el diálogo. Pero ahora que están en el gobierno no se andan con chiquitas. La receta es ajuste y decretazos. Sólo resta saber qué dirán los "empoderados". Los que votaron en contra y los que lo harán, desengañados, la próxima vez.
iNFO|news
En realidad, en términos económicos, el gobierno de Mauricio Macri no hace más que ejecutar un previsible ajuste ortodoxo, de manual, que comenzó con una devaluación del 45% y liberación de importaciones, pero que seguirá con un brutal aumento de las tarifas de luz y gas. Todo ello tiene obviamente un impacto sobre los precios que derriten el poder adquisitivo del salario como chocolate al sol, al tiempo que amenaza con elevar el desempleo.
El operativo de ajuste se inició impiadosamente en el Senado con 2 mil empleados despedidos bajo la acusación de ser ñoquis, otros tantos están amenazados en la Cámara de Diputados, unos 600 en el Centro Cultural Kirchner, 1000 en la Municipalidad de Quilmes y 4500 en la de La Plata En estos casos, más allá de la existencia de empleos con los cuales se pagan trabajos políticos o favores, el macrismo actúa bajo dos convencimientos: reducir el aparato estatal por razones económicas y perseguir políticamente a todo lo que huela a kircherismo.
Los ahora dirigentes opositores no reaccionan con la celeridad necesaria para defender a los trabajadores por varias razones: vienen golpeados por una derrota electoral, el Congreso está en receso, muchos están de vacaciones y la jefa natural de la oposición mantiene su silencio en el sur con el obvio objetivo de que no la acusen de meter palos en la rueda. Sin embargo, seguramente no podrá continuar callada por mucho tiempo, viendo como destruyen su obra.
El gobierno también tiene el hándicap de que no pocos perjudicados por la brutal transferencia de ingresos en favor de los exportadores (unos 128 mil millones de pesos) votaron a Macri y aún aguardan esperanzados que el nuevo gobierno les mejore su situación, pese a que es obvio que son los patos de la boda.
Los gremios estatales adoptarán medidas de fuerza en los próximos días, pero el descontento sindical será generalizado cuando se acerque marzo y asomen las paritarias. Hasta el camionero Hugo Moyano, que por su odio a Cristina Fernández dio no pocas señales de apoyo a Macri durante la campaña electoral, aparece ahora entre los que cuestionan la política oficial.
En marzo comenzarán las primeras discusiones salariales en paritarias y los sindicatos pretenden reclamar un ajuste salarial similar al porcentual de la devaluación. Pero está claro que el gobierno intentará reprimir semejante intento, porque pretende que el costo de la variación cambiaria lo paguen los trabajadores, para beneficiar en cambio a los exportadores. En el juego de la economía, lo que se le da a un sector se le resta al otro. Y Macri está más preocupado por los empresarios que por los asalariados.
Para colmo, no pocos productores agrícolas continúan reteniendo sus cosechas a la espera de una mayor devaluación, pese que no sólo ganaron con el salto en el tipo de cambio, sino también con la quita de retenciones. Funcionarios gubernamentales del área económica se quejan por el hecho de que los productores hayan liquidado hasta ahora la mitad de lo prometido, lo cual debía brindar un paraguas a las reservas hasta la llegada de los préstamos internacionales.
Si el dólar sigue aumentando, también lo harán los precios y el descontento social. Consciente de que el mejor disciplinamiento para la clase trabajadora es el desempleo, el ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat Gay, advirtió que en las negociaciones paritarias la dirigencia sindical deberá elegir entre salario y empleo. Por si no alcanzaron los balazos de goma contra los trabajadores de Cresta Roja, el ministro amenazó elegantemente con despidos a los sindicatos que tiren demasiado de la cuerda.
No es incurrir en ninguna campaña de terror, preveer que esa tensión puede desembocar en conflictos sociales y en la consecuente represión policial. Porque el nuevo gobierno ha dado sobrada muestras de liberalismo en materia económica, pero también de autoritarismo en materia política. La posibilidad de que la Policía Federal vuelva a solicitar DNI en las calles es apenas un síntoma del sesgo autoritario de un gobierno que en menos de un mes lanzó dos centenares de decretos de necesidad y urgencia que se llevaron puestas leyes y disposiciones constitucionales.
¿Donde andarán ahora los que se rasgaban las vestiduras por el supuesto autoritarismo de Cristina Fernández? ¿De qué autonomía del Poder Judicial hablarán cuando un magistrado avala la disolución por decreto de un organismo como la AFSCA creado por ley? El gobierno confunde aviesamente su necesidad política con la "necesidad y urgencia" que establece la Constitución.
Los postulantes propuestos por el Poder Ejecutivo por decreto para la Corte Suprema de Justicia ni siquiera presentaron sus curriculum y declaraciones juradas para iniciar el proceso de evaluación creado por Néstor Kirchner al asumir en 2003. Los funcionarios propuestos para presidir la Unidad de Investigación Financiera (UIF) son cuestionados porque trabajaron junto a un grupo de abogados en la defensa de empresas acusadas de lavado de dinero. ¿Donde está la transparencia que le reclamaron al kirchnerismo durante 12 años?
Cuando podía publicarse sin sanción un dibujo de la presidenta en un orgasmo en la tapa de una revista, los opositores clamaban por la sacrosanta libertad de prensa. Desde el gobierno, barren a la conducción de los medios públicos y a los periodistas más destacados.
Todo se ve con otro cristal ahora. Acusaban al gobierno anterior de desarrollar un "relato" que no se condecía con la realidad . Pero el macrismo está desarrollando un discurso que más que un "relato" es un verso: la devaluación es "sinceramiento" y la inflación es "corrimiento de precios". ¿Dónde estarán los que clamaban desgarrados por una tasa mensual de aumento del costo de vida del 2% cuando economistas calculan ahora que en febrero llegará al 6 por ciento?
Todos los gobiernos construyen un discurso para legitimar sus políticas públicas. No hay movimiento social transformador sin épica, ni gobierno regresivo sin mentiras piadosas. Cada vez está más claro lo que aconsejaba el consultor Jaime Duran Barba a los candidatos del Pro. El pícaro ecuatoriano les pedía que hablaran de sus hijos y de otras generalidades, pero que no se metieran en camisa de once varas. Les ponía como ejemplo que si se dedicaban a explicar que atenuarían la inflación con recortes al gasto público, la ciudadanía temería perder sus empleos. Es cierto que no lo explicaron claramente y prefirieron el verso del amor y el diálogo. Pero ahora que están en el gobierno no se andan con chiquitas. La receta es ajuste y decretazos. Sólo resta saber qué dirán los "empoderados". Los que votaron en contra y los que lo harán, desengañados, la próxima vez.
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