Por Mempo Giardinelli
La cuestión tucumana, digámoslo, está siendo un intento de golpe. No gusta que se diga, pero fue así nomás: otro de los tantos impulsos golpistas que un oposicionismo desesperado procuró por diversas vías en los últimos años, por lo menos desde la llamada “crisis de la 125”, en 2008.
Motorizados desde los grandes intereses antinacionales, resabios del arcaico espíritu oligárquico del Diecinueve, y los grandes multimedios nacionales, la mayoría de la oposición antiperonista y antikirchnerista se dio vuelta rifando los principios y valores históricos que les quedaban.
Astutísimos y perversos, sus mentores mediáticos son capaces de idear inesperadas acciones sediciosas y desestabilizadoras. Golpistas de ley, asistidos por ejércitos de abogados todo servicio y economistas de tele y apocalipsis sin fin, ahora están furiosos porque todo lo procurado no les augura buen resultado. Y es que el desprecio al pueblo se les nota, y el pueblo, aun con vastos sectores engañados y confundidos, les da la espalda una vez más.
No ganaron ni un tercio de las nueve provincias que esperaban gobernar, y todas sus artimañas fracasaron: el caso Nisman, los sótanos patagónicos, las Seychelles, ahora Tucumán. Y eso que el gobierno les ofreció en bandeja un montón de dedazos y torpezas apellidadas Jaime, Boudou, Massa, Insaurralde, Báez, López, por lo menos. Pero no les sale ni el tiro del final, y eso que alteraron la vida de la colectividad judía, ensoberbecieron a dirigencias industriales y agrarias, y prometieron negocios que no podrán garantizar. Porque la Argentina cambió. Eso. No es la mansa de hace tiempo, como si el 2001 y 2002 mostraran sus enseñanzas en estos tiempos también calientes.
Ahora en Tucumán les dio una paliza un gobernador indefendible, y con un candidato que no enamora. Pero les ganó con votos y por lejos, y eso los enloqueció y ahí andan recurriendo a jueces serviles, jurídicamente ignorantes.
Pero lo que asombra más son sus marionetas devenidas víctimas de facto. Porque son muchísimos, son miles, y muchos de ellos buenas personas que hicieron política desde partidos populares, con sentido nacional y posiciones respetables, pero ahora se dieron vuelta, genuflexos.
Quisiera equivocarme, y escribo este texto confiando en que el bombardeo antidemocrático no llegará al Chaco, o al menos no logrará el objetivo perturbador que vienen ensayando las últimas semanas: el ominoso comienzo de una Gran Capriles rioplatense.
El radicalismo de Alvear queda chiquito y hasta buenazo cuando uno advierte el golpe de derecha que ha logrado dar el Sr. Ernesto Sanz en el centenario radicalismo que fue mi cuna y que siempre reivindiqué y seguiré reivindicando porque allí mamé la simple decencia y los valores republicanos verdaderos de quien solamente piensa porque sabe pensar y no responde a patrón alguno, ni ha sido ni es pagado por nadie, como supone tanto imbécil. Es un deber honrar la memoria de mi padre socialista de “La Vanguardia” y la del mentor político que fue para mí Luis “El Bicho” León, ese radical extraordinario que jamás dio pasos por interés económico ni contra esta nación que amaba y enseñaba a amar. Ninguno de ellos, jamás, hubiera consentido el desastre del radicalismo y el socialismo que hoy vemos al servicio de tipejos políticamente deplorables.
Cierto que radicales y socialistas se equivocaron muchas veces, como cuando la Libertadora, a la que prestaron ministros y embajadores, mala práctica que se repitió en otras dictaduras. Pero eran incapaces de esconderse detrás de una Justicia devenida el partido político más reaccionario de nuestra historia.
Ahora, primero, habrá que barrerlos en las urnas más allá de que el candidato del FpV tampoco enamore, y que me perdonen la franqueza pero Daniel Scioli a mí y a muchos, muchísimos argentinos, y sobre todo a los que apoyamos al kirchnerismo desde posiciones críticas y nada complacientes, no nos termina de convencer. No escribo en nombre de nadie, pero sé que este sentimiento está generalizado.
Barrerlos como en Tucumán, digo, y como ahora seguramente en el Chaco, salvo que vengan a querer incendiar esta provincia tranquila.
Ya en Tucumán comenzaron la caprilización. Los apoyan desde afuera, el New York Times y El País, y el Wall Street Journal y los Globo y los Mercurios. Pero no van a triunfar, aunque sigan causando daños y encima el kirchnerismo siga ofreciéndoles rengueras como la minería abierta y la pésima gestión ambiental.
Escribo esto antes de las elecciones en mi provincia. Donde, recuérdese, en las PASO hubo unos 22 puntos de diferencia, sin protestas ni impugnaciones.
Hoy voy a votar en Resistencia convencido aún de que la gente democrática que son mis amigos y han dado tantas demostraciones de buena esencia, no van a prestarse a un nuevo tucumanazo caprilesco. Y menos bailando al compás de este sujeto ignorante y soberbio, de cuestionada decencia y corta entendedera, que les ha robado partidos, sueños y principios. Éste que quiere pagar a los buitres pero ahora lo desmiente. Que quiere privatizar de nuevo YPF y Aerolíneas, pero no tiene huevos para decirlo. Que quiere que la AUH “sea por ley”, ignorando que ya es ley y con los votos de su partido.
En un artículo en La Voz del Interior, en 2007, escribí: “Llama la atención la súbita, inmensa popularidad de este hombre que era presidente de Sevel cuando la DGI acusó a esa empresa de evadir 55 millones de pesos entre 1993 y 1995; que fue procesado en 2001 por un resonante contrabando de autopartes; que era vicepresidente de la empresa propietaria del Correo meses antes de que éste quebrara dejándole al Estado una deuda multimillonaria; o que –acusan boquenses– construyó palcos en La Bombonera sin llamar a licitación y mediante una de sus empresas”.
Si todo esto viene al Chaco hoy domingo, y turban nuestro proceso electoral, yo espero que mis amigos radicales, camaradas de años y que saben de mi aprecio, respeto y prudencia, no se presten a la caprilización macrista-clarinista.
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