jueves, 23 de marzo de 2017

GENERAL SIEMPRE GENERAL SIEMPRE

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La historia de esta foto gracias al aporte de Pablo Ayala:
El niño de la foto se llama Miguel Angel Fida y cursaba cuarto grado cuando el General Perón lo alzó frente a la multitud reunida en la Plaza de Mayo para los festejos del Día de la Lealtad.
Ese 17 de octubre de 1953, en un instante más breve que un segundo, Miguelito se sintió suspendido como un ángel, ovacionado como un artista, condecorado como un mariscal con la Medalla Peronista.
El pibe llegaba ahí tras salvar a una nena de cinco años que se había soltado de la pollera de su mamá en medio de las vías del Ferrocarril San Martín y cruzó el paso a nivel de la calle Campana.
La locomotora estuvo a punto de atropellarla, pero el pibe la sacó del camino y la salvó. El relato de su arrojo saltó de boca en boca. Los detalles variaban según el narrador, aunque la hazaña era siempre la misma.
En la primavera del 53, Miguelito fue llamado por el director de la escuela "Tomás Liberato Perón". El interrogatorio fue amable. ¿Qué hiciste aquella tarde? ¿Te pasó algo en el camino?. La confirmación sacudió al barrio.
Un "héroe peronista" tomaba la leche en Villa Devoto.
Manuelita López de Fida levantaba puntos de media cuando se enteró del notición. De tanto orgullo por su hijo, se desesperó:
—¿De dónde saco un trajecito? Ahh, ya sé, lo mando con el guardapolvo, al General le va a gustar.
Lo planchó apenas unas 150 veces. Angel, el papá, lustró los zapatos. Y el peluquero le hizo un corte al ras, sin sospechar que tallaba para la posteridad.
El rugido de la Plaza de Mayo envolvió la aparición de Perón, a las 17 en punto. Se acercaba la coronación.
Había medallas "a la Fe Peronista", "a la Producción", "al Deber Sindical", "a la Madre". El diploma de Miguelito decía: "Medalla Peronista a la Abnegación, como reconocimiento a sus virtudes para ejemplo y estímulo de los compañeros".
El chico avanzó por el palco hacia donde estaba el General.
"Fuerte el aplauso para Migueeeeeell Angeeeell Fidaaaaa", avivó el locutor oficial. Y el chico del guardapolvo impecable se transportó hacia un mundo color sepia.
Perón lo recibió con caricias. En su brazo izquierdo llevaba un brazalete de luto, por Evita. Miguelito apenas respiraba. Se dieron un beso y un abrazo. Dos potencias se saludan:
—Gracias, General.
—No, muchacho, gracias a vos, me hacés muy feliz. ¡Te felicito!. Seguí portándote así toda la vida.
El peronismo es magia.

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