viernes, 3 de febrero de 2023

 

Cenital

TRAMA URBANA

Fernando Bercovich
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Vivienda, movilidad y espacio público: datos, ideas e información para pensar nuestra vida en la ciudades.
03/02/2023

Hola, ¿cómo estás? Espero que muy bien. Te extrañé estas semanas. Ojalá hayas podido descansar un poco y si aún no pudiste hacerlo, te toque muy pronto.

Vamos a lo nuestro.

Hay una ciudad sobre la que siempre quise escribirte. La excusa que encontré no fue la mejor: a los pocos días de estrenado el 2023, un grupo de militantes del ex presidente brasileño, Jair Bolsonaro, irrumpió en la Casa de Gobierno del país vecino provocando destrozos y amenazando el orden democrático que había devuelto a Lula da Silva al poder algunos días antes.

El escenario de esos destrozos fue Brasilia. Se registraron muchísimas pérdidas de un simbolismo inmenso para la historia de la arquitectura y el urbanismo: edificios, monumentos e incluso obras de arte que estaban dentro del Palacio de Planalto, del Tribunal Supremo y del Congreso Nacional, tres obras icónicas diseñadas por el arquitecto Oscar Niemeyer, quien planificó la ciudad junto con el urbanista Lúcio Costa. Porque Brasilia pertenece a ese selecto club de las llamadas “ciudades planificadas”. Como si planificar una ciudad fuese posible.

Partidarios de Bolsonaro en la Explanada de los Ministerios.

Días después del asalto al Planalto un periodista de Bloomberg, Adrian Anagnost, escribió: “La impactante arquitectura de la capital brasileña creó un dramático telón de fondo para los alborotadores pro-Bolsonaro”. Hasta ahí nada raro. Es cierto que las fotos eran muy impactantes con los edificios mega flasheros de Niemeyer de fondo. Pero dice algo más interesante: “Dicha arquitectura también podría haber ayudado a frustrar sus ataques”. Y lo compara con el ataque de militantes pro-Donald Trump en enero de 2021 al Capitolio de Washington D.C. (otra ciudad diseñada para ser capital) donde las consecuencias fueron más graves ya que hubo víctimas fatales.En su comparación, Anagnost analiza la forma en que se movieron ambos grupos de manifestantes: “En los dos casos, primero necesitaban atravesar una larga extensión de pasto para llegar al foco de su ira. Pero a diferencia del National Mall (NdlR: la avenida parque que desemboca en el Capitolio) de Washington D.C., el llamado Eje Monumental de Brasilia no es un camino turístico transitable salpicado de museos gratuitos. Es un paisaje de otro mundo, de tierra roja, pasto abierto y caminos enormes, un paisaje anti-peatonal que se ve mejor desde el aire. Sus vacíos son tan vastos que la mera escala del espacio pudo haber ayudado a moderar las energías de las multitudes”.

El Eje Monumental de Brasilia. 

Cincuenta años de progreso

Vamos al origen. Cuando Juscelino Kubitschek asumió la presidencia de Brasil, en 1956, decidió encarar el viejo anhelo de mudar la capital desde la costa, Río de Janeiro, hacia el centro del país. La efervescencia por crear ciudades de cero ya había mermado. Washington D.C. y La Plata, por nombrar una en cada extremo del continente, habían sido creadas como nuevas capitales pero a fines de los siglos XVIII y XIX, respectivamente.

Pero JK, como la apodaban sus simpatizantes, había asumido prometiendo para Brasil “50 años de progreso en 5 años de gobierno” y Brasilia de alguna forma era la materialización de esa promesa. En algún punto eso puede explicar su obsesión con la nueva capital alejada de la costa, que era una idea que venía dando vueltas desde la época imperial. Sus instrucciones fueron claras: Brasilia debía inaugurarse en su mandato. Para lograrlo incluso llegó a romper relaciones con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que le quería imponer un recorte en el gasto público que impediría la culminación de la monumental obra. ¿Te suena?

La construcción de Brasilia demandó la movilización de alrededor de 30.000 obreros, que provenían especialmente desde el Nordeste, la zona más pobre del país, hacia el centro. Los llamados despectivamente “candangos” -hoy adoptado como uno de los gentilicios de Brasilia- tardaron apenas 41 meses en levantar la nueva ciudad y permitirle a Kubitschek inaugurarla en tiempo y forma. Se suponía que en la nueva ciudad deberían desaparecer las diferencias de clase y esa idea durante la construcción se vio plasmada en que los obreros y los funcionarios compartían un mismo campamento y comidas.

En La vida es un soplo (2007), un documental sobre Niemeyer y su obra que te recomiendo mucho, el arquitecto cuenta a quién llevó a la construcción de Brasilia y por qué. Me parece que habla mucho de quién era él como persona pero también cómo concebía la vida en una ciudad: “Cuando fui para allá llevé 15 arquitectos, pero también varios médicos, ingenieros, dos periodistas, cinco amigos que estaban en la mierda y necesitaban trabajo (…). Lo que yo quería es que las conversaciones en Brasilia fuesen más variadas, que no se hable solo de arquitectura, que la gente se divierta”.

Toda esa gente se convirtió en la primera población de Brasilia. Pero muy pronto la ciudad encontró su mayor desafío en atraer más personas. De hecho se les ofrecía el doble de salario a quienes decidieran mudarse hacia la nueva capital, que obviamente era percibida como un lugar alejado y artificial por la mayoría.

La rivalidad con Río de Janeiro no se hizo esperar y hasta surgió un dicho muy popular: “No me importa la grana (el dinero) yo me quedo en Copacabana”. Sin embargo, en menos de 20 años, Brasilia cumplió su objetivo, superó el millón de habitantes y entre 1970 y 1985 creció a un ritmo superior al 8% anual, generando un área metropolitana a su alrededor. El problema pasó a ser el opuesto y el más común en las grandes metrópolis latinoamericanas: cómo controlar su crecimiento y expansión.

En el documental que te mencioné antes, Niemeyer hace una crítica al crecimiento de Brasilia que me parece que tiene mucha vigencia: “Brasilia debía parar, llegó a un punto de densidad demográfica que no necesitaba añadir nada más (…) La especulación inmobiliaria siempre quiere aumentar las alturas máximas y hacer más edificios, pero si se añaden nuevos puntos residenciales, la ciudad va a caer en la degradación (…). Las ciudades no deberían crecer espontáneamente sin control. Ellas deberían parar y multiplicarse”.

¿Por qué Niemeyer?

Oscar Niemeyer conocía a JK hacía mucho tiempo e incluso eran amigos. En la época en la que gobernaba la ciudad de Belo Horizonte, le había encargado uno de sus primeros trabajos urbanísticos, cuando el arquitecto tenía 33 años. El diseño del Complejo Habitacional Pampulha, que el mismo Niemeyer definió como “el comienzo de Brasilia”. Hoy Pampulha y sus principales construcciones modernistas como el casino, la Iglesia San Francisco de Asís y el Club Náutico son el principal atractivo turístico de la zona. A partir de ese momento, Niemeyer se convirtió en el arquitecto de confianza de JK.

Pero si hablamos de Brasilia hay que agregar dos nombres más. Si Niemeyer fue el arquitecto de los principales edificios de Brasilia, su mentor, el urbanista Lúcio Costa, se ocupó de diseñar su tejido urbano. El otro nombre es el del paisajista Roberto Burle Marx, también discípulo de Costa, que se encargó de los parques y paisajes naturales de la ciudad. Burle Marx para ese entonces ya había diseñado el impresionante Parque Ibirapuera de San Pablo y en los años venideros dejaría dos marcas claves en Río de Janeiro: el Parque Do Flamengo y el frente urbano de la playa de Copacabana. Fue él quien le dio a la ciudad el ícono que son hoy los cuatro kilómetros de veredas hechas en mosaico ondulado blanco y negro.

Frente urbano de la playa de Copacabana.

Pero volvamos a Brasilia. Tanto sus edificios como sus calles y el espacio público son un canto al movimiento modernista de la época. Es que tanto Niemeyer como Costa eran fieles exponentes de dicha corriente. Pero con Brasilia no trataron de hacer un copiar/pegar de esas ideas, que a grandes rasgos pregonaban edificios de mucha altura muy separados entre sí con extenso espacio público alrededor. Le dieron a la nueva capital un corazón modernista pero con una impronta bien latinoamericana. Niemeyer y Costa dialogaban con el legado modernista de su admirado Le Corbusier (con quien trabajaron en otros proyectos) pero haciéndolo propio, por ejemplo, inventando curvas inesperadas.

“Nuestra arquitectura es muy diferente a la de Le Corbusier. Nosotros queríamos una arquitectura más de acuerdo a nuestro clima, más ligera, más vaciada (…) Nosotros sufrimos la influencia de él pero en sus últimos trabajos él también se dejó influenciar por nosotros”, dice Niemeyer en el documental, y se diferencia de nuevo: “No es el ángulo recto que me atrae, ni la línea recta y dura creada por el hombre (…). Lo que me atrae es la curva libre y sensual. La curva de nuestros sinuosos ríos, en las nubes del cielo o el cuerpo de la mujer preferida”.

Sin embargo es cierto que Brasilia se basa en los preceptos de la Carta de Atenas (un manifiesto de arquitectos modernistas entre los cuales el más destacado era Le Corbusier) que elogia los edificios altos muy distantes unos de otros, un sector residencial, un sector de trabajo, un sector de esparcimiento y así con cada una de las actividades. De hecho, la parte monumental de Brasilia contrasta mucho con sus barrios residenciales, más austeros y acogedores.

Niemeyer tuvo que convencer a mucha gente sobre la forma tan novedosa de sus edificaciones a pesar de ser un arquitecto consagrado. Sobre todo al ala militar del gobierno. En un diálogo mientras viajaban en helicóptero, uno de los jefes del Ejército le preguntó a modo de sugerencia si su edificio sería más clásico y no tan moderno como los otros, a lo que Niemeyer le contestó con otra pregunta: “Si usted fuese a una guerra, ¿querría pelear con un arma antigua o con una moderna?”. No solo el militar aceptó la modernidad del edificio castrense de Brasilia sino que la ciudad en general tuvo tanta aceptación a nivel internacional que la UNESCO la catalogó como Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1987, menos de dos décadas después de su inauguración.

Catedral de Brasilia

En forma de auto

Aunque sigue el debate acerca de si la forma que toma Brasilia vista desde el cielo es de avión, ave o mariposa, Lúcio Costa dijo en una entrevista antes de morir que simplemente era una cruz, como manera de apropiarse de un lugar desprovisto, como el acto equivalente a marcar un mapa.

Y aunque muchas personas hayan visto un avión en la forma de la ciudad, el verdadero protagonista de Brasilia fue otro medio de transporte: el auto. No es casualidad que la columna vertebral de ese supuesto avión sea el Eje Monumental, a la que el libro Guinness le dio en 2006 el récord de avenida más ancha del mundo quitándoselo de forma polémica (ya que técnicamente es una autopista) a la Avenida 9 de julio de Buenos Aires.

El auto es y fue el protagonista de Brasilia y, tal como sostiene el periodista que cité al principio, no es una ciudad para nada amigable con las personas de a pie. Quizás esto ni siquiera sea culpa de Niemeyer y Costa. Así como ellos lograron adaptar los preceptos racionalistas de Le Corbusier, fueron hijos de un época en la que el automóvil individual prometía ser la solución a la movilidad en las ciudades, y por eso las décadas siguientes fueron las de las grandes autopistas. Es tan así que, en la década del 70, la automotriz Volkswagen fabricó su modelo Brasilia en homenaje a la ciudad.

En Brasilia: del Plan a la realidad, 50 años después, la urbanista Anamaria de Aragão Costa Martins sostiene que “la preservación rígida de aspectos criticables del urbanismo del movimiento moderno, como la sectorización estricta de funciones, la jerarquía viaria que genera la ruptura del tejido urbano por calles moldeadas como autopistas, las dificultades de manejar soluciones para transporte, tráfico y movilidad peatonal derivadas de la fragmentación del tejido urbano y la degradación ambiental de los espacios libres sin función convertidos en depósito de basura demuestran la necesidad de proponer una visión más flexible de los parámetros de la preservación”. Quizás esa sea la gran lección de Brasilia. Que la ciudad mejor planificada es la que nos permite después tener miradas flexibles sobre sus dinámicas y crecimiento. Porque, en el fondo, planificar una ciudad es imposible.



Bonus track

El martes, el INDEC publicó los primeros datos del Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda realizado en 2022. No hay tanto para decir en términos urbanos ya que los resultados sobre déficit habitacional, provisión de infraestructura y sus alrededores, se publicarán en los próximos meses. Sin embargo, aprovecho para hacer algunas aclaraciones y lecturas.

Situación de calle: como no se publicaron los datos desagregados de la categoría “viviendas colectivas” que incluyen personas en paradores y otros albergues de emergencia (pero también cárceles y geriátricos, por ejemplo) por ahora no se puede hablar de un número certero. Por eso, quizás cuando viste que había muy poca gente en situación de calle te alegraste o desconfiaste del dato. Pero hay que esperar un poco más para tener cifras certeras.

Cantidad de viviendas: hay alrededor de 4 millones de viviendas particulares nuevas, aproximadamente un 28% más que en 2010, pero la población creció menos de un 15%. En la Ciudad de Buenos Aires esto es mucho más acentuado (42% más viviendas y 8% más de personas). Algunas hipótesis: viviendas habitadas por menos personas (más gente viviendo sola que puede ser producto de un envejecimiento de la población y mayor tasa de viudez), más viviendas vacías y más viviendas dedicadas a alquiler temporario. Probablemente una combinación de todo lo anterior.

Crecimiento poblacional y densidad: el distrito que menos creció poblacionalmente entre 2010 y 2022 fue la Ciudad de Buenos Aires (apenas 8%) y las provincias que más crecieron fueron Tierra del Fuego con casi 50% de aumento y Neuquén con casi 32%. En esta provincia se destaca la localidad de Añelo con un 65% de aumento, probablemente traccionada por la explotación de Vaca Muerta.

Me gustó este hilo de Daniel Schteingart en el que señala un primer indicio de movimiento poblacional desde el AMBA hacia zonas más periféricas de la provincia de Buenos Aires e incluso algo similar dentro de CABA hacia barrios más periféricos como Saavedra, Nuñez, Villa Urquiza y Villa Pueyrredón, donde hay menores densidades y mayor calidad de espacio público. Seguramente acá también haya varios factores como el famoso “efecto pandemia” causado por el mayor teletrabajo, pero también el encarecimiento del suelo y de los alquileres. Te dejo este mapa que publicó el INDEC con algunos resultados por jurisdicción y cruces como justamente la densidad de población.

Por último, una noticia que probablemente no leas en otros medios: una empresa contratada por el gobierno porteño, Villarex, provocó un derrumbe en el contexto de una demolición irregular dejando a 23 familias sin techo que durante días estuvieron acampando bajo la autopista Illia. La empresa no cumplió con el protocolo que exige avisar a los propietarios de las viviendas colindantes a una que va a ser demolida. Luego de días de protestas y por orden de un juez, las familias fueron reubicadas en otras viviendas o piezas de inquilinatos.

Eso es todo por hoy.

Que tengas un lindo fin de semana.

Abrazos,

Fer

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