Los opositores dólares parlantes
Por Víctor Ego Ducrot (*) El dólar no pide votos ni concede entrevistas a TN; no propone programas de gobierno. El dólar hablante de la derecha argentina aspira a destruir lo hecho, a desgastar a un gobierno aclamado por el voto popular.
Después del 54% del 23 de octubre pasado, pero sobre todo como consecuencia de la brecha entre los votos que recogió la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y los magros números de los opositores, los verdaderos artífices de la palabra política hegemónica y con pretensiones de reponer el pasado, es decir, el complejo mediático concentrado, dejaron de lado a sus políticos de “izquierda” y derecha, desflecados ellos, y le dieron voz a una “cosa” que se escribe con “d” y es de color verde; que es mucho más visible en los asientos contables y electrónicos que en la vida tangible. Es decir, ahora quieren que el dólar hable, que el dólar haga campaña, que el dólar sustituya a los candidatos que durante el mes de octubre, para no ir más lejos, recorrieron cuanto canal de TV existe, tratando de impedir lo que se veía como inevitable, un nuevo mandato de Cristina.
El dólar no pide votos ni concede entrevistas a TN; no propone programas de gobierno. No; el dólar hablante de la derecha argentina aspira a destruir lo hecho, a desgastar a un gobierno que se apresta a reasumir con el aval por aclamación del voto popular; y si no fuera porque lo que está en juego es el presente y el futuro de millones de argentinos lo escrito hasta aquí podría constituirse como caso de especial interés para la reflexión intelectual. Podría introducirnos por ejemplo en cierto ensayo de ideas en torno al concepto de fetiche o cosa con fantasmagoría de vida propia, más allá de su especificidad, y apelar o interrogarnos acerca de un diálogo entre Karl Marx, Sigmund Freud, Jacques Lacan y Michel Foucault, por citar sólo a algunos de los que tanto trabajaron al respecto, con cristalinas resonancias hasta nuestros días.
En una sociedad productora de mercancías y servicios, el intercambio de las mismas es la única manera en que los diferentes productores aislados se relacionan entre sí. De esta manera, el valor de las mercancías es determinado de manera independiente de los productores individuales, y cada productor debe producir su mercancía en términos de la satisfacción de necesidades ajenas. De esto resulta que la mercancía misma (o el mercado) parece determinar la voluntad del productor y no al revés. Así la mercancía se transforma en fetiche según Marx; ¿y quién puede negar que en los tiempos actuales, de mediación oligopólica, la palabra es una más entre todas ellas, con una relevancia especial como ordenadora del propio sistema fetichista?
Pero “Marx –según Lacan– no se limita a apartar el ‘símbolo’ mercancía como una ‘máscara’ detrás de la cual se ocultaría la cosa, el ‘verdadero contenido’ –a saber, las relaciones de producción y explotación que le dan a la mercancía su condición de fetiche (…). Destotaliza la forma– mercancía, pues el fetichismo que promueve el discurso de la economía política consiste en hacer pasar la parte por el todo, la mercancía sustituyendo a las relaciones sociales; y la retotaliza, reinscribiéndola en el conjunto de la formación social, es decir devolviéndole su ‘profundidad’ histórica sin necesidad de salir de la ‘superficie’ del texto de la economía política, ya que él sabe muy bien que el fetichismo de la mercancía, como el sueño del paciente del psicoanálisis, no es una ilusión que basta despejar para que todo vuelva a su lugar: es una ficción que produce efectos materiales decisivos: sin fetichismo de la mercancía no hay capitalismo.” Ver Marx, Nietzsche, Freud, de Foucault.
Para decirlo con mayor claridad todavía (sic Freud), “en épocas posteriores de su vida, el adulto quizá experimente una similar sensación de pánico cuando cunde el clamor de que trono y altar están en peligro”, refiriéndose así en forma inquietante desde los político al fetiche como “sustituto del falo de la mujer (de la madre), en cuya existencia el niño pequeño creyó otrora y al cual –bien sabemos por qué– no quiere renunciar (…)”
Debo corregirme aquí respecto de lo subrayado en el párrafo previo a las citas comentadas, en el que escribí “si no fuera porque lo que está en juego es el presente y el futuro de millones de argentinos lo escrito hasta aquí podría constituirse como caso de especial interés para la reflexión intelectual”. Quizá una lectura ampliada de las invocaciones a aquellos clásicos sirvan para comprender la densidad definitiva del por qué y el para qué de la sustitución de los políticos por el dólar, por parte de la corporación mediática.
La naturaleza misma de este texto obliga, creo, a bajar al barro de todos los días, el cual nos grita más que nos susurra, según el último informe de la Red de Observatorios Universitarios de Medios (ROUM), que los mandantes y los mandatarios escribas de esa corporación no piensan apelar a la elucubración teórica, ni menos visitar el consultorio de un psicoterapeuta. Le dieron la palabra al dólar para enderezar una campaña de desestabilización, digamos, contra el gobierno que la presidenta se dispone a reasumir el 10 de diciembre; y que esa maniobra comenzó durante el transcurso de los días previos e inmediatamente posteriores al 23 de octubre, como “estrategia mediática del golpe de mercado”, según las palabras utilizadas por la ROUM.
Después de seis meses de investigar las construcciones informativas y editoriales de una veintena de diarios de todo el país en torno al escenario electoral 2011, trabajo que implicó a equipos de trabajo académico de las carreras de Comunicación de cinco Universidades Públicas (La Plata, Lomas de Zamora, Cuyo, Córdoba y Salta), la ROUM presentó el pasado fin de semana el último informe de ese trabajo colectivo, y denunció “una aventura descabellada del conglomerado periodístico que encabezan el Grupo Clarín y La Nación, seguido por un ejército de expresiones informativas dependientes de ellos, que apunta a la desestabilización en torno al tópico económico –dólar, inflación y efectos de la crisis internacional–, tratando de crear escenarios de temor e incertidumbre, según se desprende del análisis realizado sobre las cobertura periodísticas de la segunda quincena de octubre”.
Los investigadores aseguran que se trata de “una meditada estrategia para desacreditar al gobierno nacional y crear las condiciones de manipulación social necesarias e imprescindibles para llevar adelante un denominado golpe económico o de mercado contra la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y contra la Constitución Nacional”.
La misma ROUM invita leer todos los informes producidos durante los últimos meses de trabajo, a través de su sitio electrónico <www.redobservatorios.org.ar>, pero mientras tanto nos deja las siguientes líneas a título de presentación: “algunos de los términos y expresiones más utilizados por Clarín para calificar al gobierno constitucional son ‘mafias’, ‘poder ilimitado’, ‘imperio’, ‘pensamiento único’, ‘partido único’, ‘prepotencia de poder’, ‘setentistas, fracasados y violentos’, y ‘colonización mediática’.
Fue la voz del dólar.
(*) Texto publicado el 16 del corriente por el diario Tiempo Argentino.
GB
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