La madre de Hernández (Carlos Buitrago). El otro episodio recordado durante su alcaldía ataca directamente a su bandera anticorrupción. Hernández intentó –sin éxito– cambiar el manejo de la basura en el municipio para otorgarle la gestión a una empresa tecnológica llamada Vitalogic. Tiempo después se reveló que su hijo había sido contratado por la empresa para hacer lobby a su favor, a cambio de una comisión de 1,5 millones de dólares. El expediente de la causa vincula directamente al candidato, con pruebas de que fue parte del entramado. El juicio se espera para después de la campaña. El tercer argentino que se destaca en el entorno de Hernández se llama Ángel Becassino y viene también de la comunicación. Se sumó a la campaña en marzo, cuando Hernández no aparecía en las encuestas, y es el cerebro detrás del batacazo. “La llegada de Rodolfo a la segunda vuelta confirma su planteo de que el país está harto de la clase política. La mitad de la población pasa hambre. Él le habla a esa gente que está dispuesta a darle un tortazo a los políticos”, me dijo. Una de las claves, agregó, fue la autenticidad que transmite su figura. “Rodolfo se mostró desnudo y sin maquillaje, se mostró como lo que es, un hombre cercano a la gente en su forma de expresarse, en tono y en modos”. Ana León le dice chabacanería: hablar sin escatimar en groserías. “Habla como hablamos los santandereanos: de manera golpeada, alzando la voz y gesticulando mucho para enfatizar. En los últimos años ha cambiado su imagen y ahora se parece más a la de un político, pero todo eso salta cuando comienza a hablar. Se nota en el lenguaje, sus dichos, inclusive en esa forma de sabiduría criolla. A nosotros nos dicen que hablamos regañando”, me explicó. Además de arrasar en su Santander natal, Hernández cosechó una buena cantidad de votos en la región central y en el oriente, según análisis poselectorales. Se trata de zonas alejadas de las grandes urbes, pero más prósperas que el Caribe, el Amazonas y la costa del Pacífico, que se fueron con Petro. Un voto, de todos modos, más cercano a la clase media-baja que a los estratos altos, aunque los patrones no se ven de forma clara. Más claro es el hecho de que Hernández se impuso dentro de sectores que no se identifican bajo el eje ideológico y transmiten una marcada desafección con el sistema político, un tema que subrayó Facu en su último correo. Becassino me dijo que lograron disputarle el voto joven a Petro con una campaña muy agresiva en Tik-Tok, donde Hernández destacaba por su perfil irreverente. Se hizo conocido como el viejito de Tik-Tok. “Hay una desconfianza al lenguaje de izquierda en estratos bajos”, dijo Becassino. “La figura y el mensaje de Rodolfo generan más confianza que la de Gustavo”, agregó. A Petro también le dice por el nombre de pila, lo conoce: trabajó en su campaña en 2018. “Gustavo es un tipo más exhibicionista de lo intelectual. Transmite un mensaje más cerrado y dogmático”. Pero Becassino me dijo que fueron las propuestas de Hernández las que más resonaron en sus votantes. El núcleo de su programa también es la lucha contra la corrupción. El ex alcalde propone financiar muchas de sus propuestas con un agresivo recorte en la estructura estatal. Ofrece incluso recompensas para los ciudadanos que “denuncien prácticas corruptas”. También propone una renta básica de un millón de pesos (poco más de 250 dólares) que concentre todos los subsidios vigentes, pensiones para todos los mayores (hoy solo una cuarta parte de los adultos tiene acceso a una pensión), suspender las deudas estudiantiles, aumentar la cobertura universitaria y construir viviendas para la población rural de forma masiva. Más allá de las preguntas por su viabilidad (Hernández propone también bajar el IVA a mitad, lo que implicaría una merma importante en la recaudación), un vistazo rápido a su programa alcanza para identificar algunas coincidencias con el de Petro. Hernández también propone repensar el enfoque del país con las drogas, legalizando el cannabis y creando un programa de recuperación de adictos a otras sustancias dándoles dosis controladas. Pero también hay huecos y contradicciones: ahora dice, por ejemplo, que está en contra del fracking y del uso de glifosato cuando antes se mostraba a favor. También elogió las propuestas de reforma rural y de suplantación de cultivos que aboga el acuerdo de paz con las FARC, y dijo que lo respetaría, pero votó en contra en 2016. Dice también que se acercaría a dialogar con ELN, la última gran guerrilla activa tras la disolución de las FARC, pero rechaza un acuerdo. Este es un tema espinoso para la biografía de Hernández. El grupo secuestró a su hija en 2004 y el candidato ya la da por muerta. Es que se negó a pagar por su rescate, pese a que había pagado uno diez años antes por su padre, en ese caso a las FARC. El argumento que desliza en entrevistas es que pagarlo solo iba a acentuar la lógica, y otros miembros de su familia podrían ser luego secuestrados. Otro tema espinoso son los derechos sexuales y reproductivos. En un hilo de Twitter reciente, dedicado a marcar sus diferencias con el uribismo, un sector que ya le declaró su apoyo para la segunda vuelta, dice que apoya “la diversidad sexual y de género”, incluyendo el matrimonio igualitario y el aborto en los tiempos estipulados por la ley vigente. “La que tiene el derecho a decidir si aborta o no es la mujer”, escribió. Pero durante la campaña ha tenido manifestaciones machistas de manera permanente. La última fue hace unos días, cuando dijo que “el ideal sería que las mujeres se dedicaran a la crianza de los hijos”. El contexto fue una pregunta acerca del rol de la Primera Dama en su gobierno, luego de que la semana anterior haya declarado algo similar: “Es bueno que hagan comentarios y que apoyen desde la casa. La mujer metida en el Gobierno, a la gente no le gusta”, dijo. Esta vez insistió con una idea parecida, pero tamizada con el eje de la austeridad presidencial. “En la presidencia hay una oficina que le ponen primera dama, le ponen como 20 carros, guardaespaldas, choferes, tamales, arepas de huevo, a llevar a las amigas allá a joder, a perturbar, eso para qué. Ella me puede ayudar desde aquí [desde la casa]”. Cuando el periodista Will Freeman le preguntó por referencias internacionales, el primer líder que mencionó Rodolfo Hernández fue el mexicano Andrés Manuel López Obrador, de orientación progresista. Sus ideas sobre política exterior son escuetas, aunque propone reabrir relaciones diplomáticas con Venezuela y continuar con la acogida de migrantes. Pero la admiración a AMLO no es la única señal que aparece. Hernández también elogió a Nayib Bukele, el presidente de El Salvador del cual hablamos hace poco y cuya estela comienza a calar cada vez más fuerte en la región. “Un presidente con un 90% de apoyo, eso no es un invento”, le dijo Hernández a Freeman. “La gente está reconociendo que hay un presidente que finalmente los reconoce a ellos”. También le contó que había viajado a El Salvador para ver el fenómeno de cerca. Incluso defendió la maniobra de Bukele de irrumpir en el Parlamento con militares, luego de que la oposición rechazara una iniciativa del gobierno. “Logró su trabajo”, le reconoció Hernández. El espejo, que refiere a un momento en el que Bukele no tenía mayoría parlamentaria, es particularmente relevante en un escenario en el que Hernández podría llegar a la presidencia con apenas dos diputados propios. Si la experiencia como alcalde de Bucaramanga nos sirve de algo, una presidencia de Hernández dedicaría mucho tiempo en comunicar mensajes contra “la clase política” que no lo dejaría actuar. Pero va a estar obligado a llegar a algún tipo de acuerdo con la maquinaria si quiere avanzar con su gestión. Esa es una de las preguntas que se hacen ahora en Colombia: cómo gobernaría Hernández. Hay algunos que se preguntan también si Hernández, como Santos en un primer momento, como Iván Duque después, no va a ser una reversión más del viejo Uribe, un uribismo por otros medios. Cuando se lo pregunté a Becassino, su respuesta fue tajante. “Uribe está muerto”, dijo. “Ya no es un factor predominante en la relación con la ciudadanía”. Ana León, la periodista que sigue a Hernández desde hace años, fue incluso más allá. “Yo me atrevería a decir no solo que Rodolfo no es uribista sino que puede ser otra figura como él, con esa capacidad de aglutinar gente y de movilizarlas en función de un discurso, en este caso el de la anticorrupción”. Hasta acá llegamos por hoy. Gracias por leer. Un abrazo, Juan |