Río Negro y Santa Fe son diferentes por su ubicación geográfica, por su tamaño, por su historia, sólo para empezar. Los conteos en las respectivas votaciones para gobernador resultaron especialmente disímiles: en Río Negro se supo enseguida quien ganó, por boca del principal vencido. En Santa Fe el trámite abusó del suspenso: fue palo y palo no ya entre dos sino entre tres fuerzas. En la Patagonia no quedan dudas. En Santa Fe será forzoso el escrutinio definitivo para dar por sellado el veredicto popular.
Esta nota se cierra casi a la una de la mañana, con el 93,37 por ciento de los sufragios escrutados. Según ellos, el socialista Miguel Lifschitz retenía la gobernación para el Frente Progresista (FP) a menos de 0,2 puntos porcentuales sobre Miguel Del Sel (PRO) y a un punto y medio respecto del peronista Omar Perotti, del Frente para la Victoria (FpV).
Perotti anunció que es preciso esperar al escrutinio definitivo para anunciar un resultado certero, el jefe de Gobierno Mauricio Macri (PRO) se pronunció en igual sentido. Son planteos razonables y sistémicos.
Esta columna se escribe sobre la data existente reconociendo la ínfima estrechez de las cifras que tornan imperioso el escrutinio definitivo, siempre pertinente desde el punto de vista legal. El final queda abierto.
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Cabeza a cabeza desde hace años: Si se ratifican los números mencionados, los socialistas llegarán a tres mandatos seguidos en Santa Fe. Hace cuatro años el actual gobernador, Antonio Bonfatti, peleó palmo a palmo con Del Sel.
En esa ocasión, el FP obtuvo el 38,7 por ciento de los votos y el PRO 35,2 por ciento. O sea, ambos bajaron marcadamente ayer.
Los socialistas festejaron y respiraron hondo. Todas sus posiciones estaban jaqueadas, en la única provincia que gestionaron en su larga historia.
El ex Midachi los había superado en las Primarias Abiertas (PASO) y su candidata Anita Martínez estaba muy bien posicionada para la intendencia de Rosario, que el socialismo tiene como bastión desde hace 24 años. En definitiva, la intendenta rosarina Mónica Fein fue reelegida con una diferencia más generosa que la que consiguió Lifschitz: cabe estimarla indescontable.
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PROs y contras: Dejemos de lado, de momento, el análisis sobre las características del hombre del PRO. El escenario provincial, si hubiera prevalecido, insinuaba riesgos severos de ingobernabilidad. Del Sel atrae muchos votos pero su atractivo no se contagió a los candidatos PRO al legislativo local. Tal vez se deba a defectos de su construcción política o a diferencias de carisma o a que la boleta única “juega” a favor del candidato vistoso y contra las estructuras partidarias. Por lo que fuera, es tremenda la asimetría entre lo acumulado por PRO a nivel ejecutivo y el legislativo.
Del Sel es un fenómeno político en ese territorio, se mantuvo vigente durante años, más allá de su estilo chocante... o quizás por él. Su acumulado es notable y, tal vez, una buena señal para el partido de Macri con relación a las elecciones nacionales. Pero lo de ayer puede ser más que un mal trago: una derrota porque los macristas se percibían (y eran percibidos por muchos de sus contrincantes) como ganadores de otra provincia. Una más, aparte de la Ciudad Autónoma.
Las elecciones, en un punto, son como las finales de fútbol: perder es siempre perder así sea por goleada, por un gol o en definición por penales. Se reitera, por penúltima vez: el recuento definitivo será necesario y también emocionante.
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El tercero que ya ganó: Para el FpV el resultado fue formidable, un batacazo. Lo seguirá siendo aunque no variara más adelante.
Perotti confirmó sus vaticinios: el FpV fue el único competidor que creció desde las PASO. Les mordió los talones a los favoritos, rebasó largamente el techo del kirchnerismo santafesino desde hace muchos años.
Tardía fue la “instalación” de Perotti, imponente su crecimiento en dos meses. Los contrafactuales son solo especulaciones pero queda un gran duda acerca de cuán alto podría haber llegado con una campaña más aceitada desde el vamos.
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Río Negro, una nueva legitimidad: Weretilneck fue revalidado por el pueblo de Río Negro. Computados más del noventa por ciento de los votos, se alzaba con más de la mitad y alrededor 20 de puntos porcentuales de ventaja sobre el peronista Miguel Pichetto (FpV). Un caudal propio envidiable, una goleada al segundo.
La legitimidad electoral del gobernador es indiscutible tras una curiosa trayectoria en la que intervino el azar o por mejor decir una tragedia familiar. Es sabido que, cuatro años atrás, Weretilneck llegó a ser vicegobernador cuando Carlos Soria (FpV) primó en la respectiva votación. Soria fue asesinado por su esposa a veinte días de asumir. Weretilneck, un aliado del FpV, quedó a cargo y prácticamente gestionó durante todo el mandato. Con el tiempo se fue alejando de Pichetto y enfrentando con él. Esa puja se emparentó con su distanciamiento del gobierno nacional.
En el breve momento cenital del Frente Renovador del Sergio Massa, Weretilneck se declaró su aliado, aunque los diputados nacionales que le son afines no concretaron pactos en el Congreso nacional. La entente (confusa e imperfecta) se deshizo con velocidad: el gobernador compitió ahora con lista propia, sin padrinazgos nacionales.
Así las cosas, es dueño de su éxito, que le concede una legitimidad de origen que no tuvo en 2012, cuando asumió como derivación de un hecho ajeno a la lógica política. Ninguna coalición nacional puede adjudicarse el mérito.
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Bipartidismo en merma: Río Negro fue un bastión radical: desde 1983 hasta 2011 todos sus gobernadores fueron hombres de la UCR. Soria les arrebató la hegemonía, para festejo del FpV en un año jubiloso. Nada duró el FpV en el poder, si bien se mira.
Pichetto quiso torcer la tendencia en 2007, cuando enfrentó al radical Miguel Saiz, que lo superó por un margen mucho menos rotundo que el de ayer.
Era el momento de la gran alianza entre peronistas y radicales, la Concertación que armó el presidente Néstor Kirchner y que tuvo breve vida. Pichetto renegó en esa época porque a su ver no lo ayudaron “desde Buenos Aires” frente al flamante socio de una coalición nacional.
Ahora fue por su oportunidad y contando con un amplio apoyo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Lo agradeció en su racional discurso asumiendo la derrota y adjudicándosela en exclusividad, como debe ser.
El radicalismo, que fue taita por casi treinta años, salió cuarto lejos, con algo así como el tres por ciento de los votos. Horacio Massaccesi, el candidato, fue gobernador reelecto entre 1987 y 1995 y hasta candidato a presidente en ese año. Quién te ha visto y quién te ve.
El signo partidario de la provincia, pues, cambió sideralmente en contados años, con la intromisión de eso que llamamos imprevisto, azar o destino.
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Lo que va pasando: La participación en ambos distritos superó el 75 por ciento del padrón, una cifra que expresa alto grado de participación ciudadana, como es habitual.
Ya se pronunciaron cuatro provincias, antes le tocó a Salta y Neuquén, donde ganaron los gobiernos actuales. Desde ya, “la gente” elige distinto en instancias provinciales, municipales o nacionales. No es sensato extraer conclusiones axiomáticas o muy extensivas.
De cualquier manera, se pueden resaltar señales sugestivas. En todas se mantienen competitivos o ganadores los oficialismos locales, una referencia que algo expresa acerca del estado de ánimo general de los ciudadanos. Esa firmeza es la tendencia dominante en los territorios desde 2003. Los que gobiernan tienen ventajas comparativas en una etapa que, cabe inferir, las sociedades leen como buena o aceptable.
Los cuatro distritos están al mando de partidos diferentes, el FpV solo controla Salta. En general su acumulado local fue muy alto, comparado con el de ocasiones anteriores y cercanas. Río Negro puede ser excepción, dejando a salvo que Weretilneck no lleva los colores de ninguna fuerza nacional.
Río Negro tiene gobernador seguro. Santa Fe parece que eligió el suyo por un pelito pero deberán volver a sumarse los votos.
Una nueva jornada democrática, serena y con participación masiva jalonó el camino a las decisivas elecciones nacionales de agosto y octubre que están al caer.
mwainfeld@pagina12.com.ar
Esta nota se cierra casi a la una de la mañana, con el 93,37 por ciento de los sufragios escrutados. Según ellos, el socialista Miguel Lifschitz retenía la gobernación para el Frente Progresista (FP) a menos de 0,2 puntos porcentuales sobre Miguel Del Sel (PRO) y a un punto y medio respecto del peronista Omar Perotti, del Frente para la Victoria (FpV).
Perotti anunció que es preciso esperar al escrutinio definitivo para anunciar un resultado certero, el jefe de Gobierno Mauricio Macri (PRO) se pronunció en igual sentido. Son planteos razonables y sistémicos.
Esta columna se escribe sobre la data existente reconociendo la ínfima estrechez de las cifras que tornan imperioso el escrutinio definitivo, siempre pertinente desde el punto de vista legal. El final queda abierto.
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Cabeza a cabeza desde hace años: Si se ratifican los números mencionados, los socialistas llegarán a tres mandatos seguidos en Santa Fe. Hace cuatro años el actual gobernador, Antonio Bonfatti, peleó palmo a palmo con Del Sel.
En esa ocasión, el FP obtuvo el 38,7 por ciento de los votos y el PRO 35,2 por ciento. O sea, ambos bajaron marcadamente ayer.
Los socialistas festejaron y respiraron hondo. Todas sus posiciones estaban jaqueadas, en la única provincia que gestionaron en su larga historia.
El ex Midachi los había superado en las Primarias Abiertas (PASO) y su candidata Anita Martínez estaba muy bien posicionada para la intendencia de Rosario, que el socialismo tiene como bastión desde hace 24 años. En definitiva, la intendenta rosarina Mónica Fein fue reelegida con una diferencia más generosa que la que consiguió Lifschitz: cabe estimarla indescontable.
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PROs y contras: Dejemos de lado, de momento, el análisis sobre las características del hombre del PRO. El escenario provincial, si hubiera prevalecido, insinuaba riesgos severos de ingobernabilidad. Del Sel atrae muchos votos pero su atractivo no se contagió a los candidatos PRO al legislativo local. Tal vez se deba a defectos de su construcción política o a diferencias de carisma o a que la boleta única “juega” a favor del candidato vistoso y contra las estructuras partidarias. Por lo que fuera, es tremenda la asimetría entre lo acumulado por PRO a nivel ejecutivo y el legislativo.
Del Sel es un fenómeno político en ese territorio, se mantuvo vigente durante años, más allá de su estilo chocante... o quizás por él. Su acumulado es notable y, tal vez, una buena señal para el partido de Macri con relación a las elecciones nacionales. Pero lo de ayer puede ser más que un mal trago: una derrota porque los macristas se percibían (y eran percibidos por muchos de sus contrincantes) como ganadores de otra provincia. Una más, aparte de la Ciudad Autónoma.
Las elecciones, en un punto, son como las finales de fútbol: perder es siempre perder así sea por goleada, por un gol o en definición por penales. Se reitera, por penúltima vez: el recuento definitivo será necesario y también emocionante.
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El tercero que ya ganó: Para el FpV el resultado fue formidable, un batacazo. Lo seguirá siendo aunque no variara más adelante.
Perotti confirmó sus vaticinios: el FpV fue el único competidor que creció desde las PASO. Les mordió los talones a los favoritos, rebasó largamente el techo del kirchnerismo santafesino desde hace muchos años.
Tardía fue la “instalación” de Perotti, imponente su crecimiento en dos meses. Los contrafactuales son solo especulaciones pero queda un gran duda acerca de cuán alto podría haber llegado con una campaña más aceitada desde el vamos.
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Río Negro, una nueva legitimidad: Weretilneck fue revalidado por el pueblo de Río Negro. Computados más del noventa por ciento de los votos, se alzaba con más de la mitad y alrededor 20 de puntos porcentuales de ventaja sobre el peronista Miguel Pichetto (FpV). Un caudal propio envidiable, una goleada al segundo.
La legitimidad electoral del gobernador es indiscutible tras una curiosa trayectoria en la que intervino el azar o por mejor decir una tragedia familiar. Es sabido que, cuatro años atrás, Weretilneck llegó a ser vicegobernador cuando Carlos Soria (FpV) primó en la respectiva votación. Soria fue asesinado por su esposa a veinte días de asumir. Weretilneck, un aliado del FpV, quedó a cargo y prácticamente gestionó durante todo el mandato. Con el tiempo se fue alejando de Pichetto y enfrentando con él. Esa puja se emparentó con su distanciamiento del gobierno nacional.
En el breve momento cenital del Frente Renovador del Sergio Massa, Weretilneck se declaró su aliado, aunque los diputados nacionales que le son afines no concretaron pactos en el Congreso nacional. La entente (confusa e imperfecta) se deshizo con velocidad: el gobernador compitió ahora con lista propia, sin padrinazgos nacionales.
Así las cosas, es dueño de su éxito, que le concede una legitimidad de origen que no tuvo en 2012, cuando asumió como derivación de un hecho ajeno a la lógica política. Ninguna coalición nacional puede adjudicarse el mérito.
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Bipartidismo en merma: Río Negro fue un bastión radical: desde 1983 hasta 2011 todos sus gobernadores fueron hombres de la UCR. Soria les arrebató la hegemonía, para festejo del FpV en un año jubiloso. Nada duró el FpV en el poder, si bien se mira.
Pichetto quiso torcer la tendencia en 2007, cuando enfrentó al radical Miguel Saiz, que lo superó por un margen mucho menos rotundo que el de ayer.
Era el momento de la gran alianza entre peronistas y radicales, la Concertación que armó el presidente Néstor Kirchner y que tuvo breve vida. Pichetto renegó en esa época porque a su ver no lo ayudaron “desde Buenos Aires” frente al flamante socio de una coalición nacional.
Ahora fue por su oportunidad y contando con un amplio apoyo de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Lo agradeció en su racional discurso asumiendo la derrota y adjudicándosela en exclusividad, como debe ser.
El radicalismo, que fue taita por casi treinta años, salió cuarto lejos, con algo así como el tres por ciento de los votos. Horacio Massaccesi, el candidato, fue gobernador reelecto entre 1987 y 1995 y hasta candidato a presidente en ese año. Quién te ha visto y quién te ve.
El signo partidario de la provincia, pues, cambió sideralmente en contados años, con la intromisión de eso que llamamos imprevisto, azar o destino.
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Lo que va pasando: La participación en ambos distritos superó el 75 por ciento del padrón, una cifra que expresa alto grado de participación ciudadana, como es habitual.
Ya se pronunciaron cuatro provincias, antes le tocó a Salta y Neuquén, donde ganaron los gobiernos actuales. Desde ya, “la gente” elige distinto en instancias provinciales, municipales o nacionales. No es sensato extraer conclusiones axiomáticas o muy extensivas.
De cualquier manera, se pueden resaltar señales sugestivas. En todas se mantienen competitivos o ganadores los oficialismos locales, una referencia que algo expresa acerca del estado de ánimo general de los ciudadanos. Esa firmeza es la tendencia dominante en los territorios desde 2003. Los que gobiernan tienen ventajas comparativas en una etapa que, cabe inferir, las sociedades leen como buena o aceptable.
Los cuatro distritos están al mando de partidos diferentes, el FpV solo controla Salta. En general su acumulado local fue muy alto, comparado con el de ocasiones anteriores y cercanas. Río Negro puede ser excepción, dejando a salvo que Weretilneck no lleva los colores de ninguna fuerza nacional.
Río Negro tiene gobernador seguro. Santa Fe parece que eligió el suyo por un pelito pero deberán volver a sumarse los votos.
Una nueva jornada democrática, serena y con participación masiva jalonó el camino a las decisivas elecciones nacionales de agosto y octubre que están al caer.
mwainfeld@pagina12.com.ar
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