Por Roberto “Tito” Cossa
Lo traigo del desván de mi memoria. Transcurría 1957, plena
“revolución libertadora”. Yo sobrevivía con mi trabajo de periodista en una
revista especializada en ciclismo llamada Ruedas. Al propietario se le ocurrió
contratar un espacio en la entonces Radio Antártida y allí fuimos. Un programa
clásico: información de la actividad y reportajes a los protagonistas:
ciclistas, entrenadores, etc.
Pero ocurre que los reportajes debían realizarse previamente y entregarlos en
papel al censor de la radio. El censor los leía y daba su aprobación. El
problema era que el reporteado tenía que leerlo y, como se sabe, los ciclistas
no son buenos actores. Se la arreglaban como podían. Un día falló el ciclista y
el reportaje lo leyó el entrenador, un panzón de cincuenta años. Los técnicos de
la radio no entendían cómo ese viejo había sido capaz de ganar la Doble
Bragado.Otro día decidimos reportear al presidente de la Cámara que agrupaba a los fabricantes de bicicletas. El hombre, un empresario con aires patronales, no se sometió exactamente a la letra escrita e incorporó algunas improvisaciones, sin salir del tema de las bicicletas. El censor estaba demudado.
–Esto me puede costar el puesto, se lamentó mientras se paseaba nervioso por los rincones del estudio.
Finalmente, el dueño de la revista decidió comprar un grabador Geloso y el problema se superó. El censor escuchaba el reportaje grabado y se quedaba tranquilo.
Supongo que tamaño control obedecía al peligro de que a alguien, por aquellos tiempos, se le ocurriera mencionar el nombre de Perón o de Evita, terminantemente prohibidos. Pero la vida te da sorpresas.
En una de las pruebas de velocidad que se corrió un domingo en el Velódromo estaba anotado un ignoto corredor sanjuanino apellidado Perón.
Fue la estrella de la carrera. Salió último, pero su nombre fue coreado con entusiasmo, todo el tiempo, por la tribuna.
Estas cosas ocurrieron. Doy mi palabra
11 de diciembre de 2014.
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