domingo, 26 de abril de 2015

Mirando superhéroes

Por Eduardo Fabregat
Estás buscando direcciones en libros para cocinar
Estás mezclando el dulce con la sal.
(“Superhéroes”, Charly García)
Es cierto: los últimos años de Hollywood han sido una permanente apelación al refrito, el nuevo guiso de viejas ideas, las secuelas, precuelas y reboots. Pero aún en ese panorama hay espacio para la excitación, y matices sobre cómo se cristaliza todo eso. Algunos dan manotazos de ahogado. Otros se llaman Marvel o Abrams, y entienden cabalmente cómo debe ser el cine de entretenimiento en el siglo XXI. Cómo se hace para que eso que algunos desdeñan como mero cine pochoclero sea un gran espectáculo, devuelva con creces el costo de la entrada y haga honor el eterno disfrute de encerrarse en una sala a oscuras a vivir una fantasía.
En ese sentido, estos días han sido bastante ejemplificadores. Todo comenzó con la jugada maestra del combo LucasFilm / J. J. Abrams / Disney, que en la Convención Star Wars de Anaheim (nudo universal del nerdismo más gozoso) presentó el segundo trailer de The Force Awakens, y llevó los niveles de arenga a un grado casi insoportable teniendo en cuenta que el estreno será el 18 de diciembre. El Destructor imperial enterrado en la arena. La voz de Luke Skywalker. La máscara destrozada de Darth Vader. La imagen de R2-D2. Y el golpe de gracia, el cross al mentón, el moño perfecto para recordar por qué hay una generación (y otra, y otra, y otra más) marcada por los mitos de Star Wars: “Chewie, we’re home”, dice Han Solo, y Chewbacca lanza su característico gruñido, y los que sentimos que estamos en casa somos nosotros.
Abrams está haciendo todo bien: tiró a la basura los chiches digitales de George Lucas y volvió a filmar en celuloide y con escenarios y naves construidas en un taller. Entendió que la cosa va por tener un villano a la altura de la historia (a Kylo Ren apenas se lo ve, pero ya parece tener lo que se necesita) y ningún Jar Jar Binks a la vista. Ya atesora el logro de haber convencido a trekkies, ahora va por un universo de fans igualmente exigentes. Lo tuvo a Leonard Nimoy en la nueva Star Trek, ahora tiene a Mark Hammill, Harrison Ford y Carrie Fisher. El trailer sumó 20 millones de visualizaciones en YouTube en las primeras 24 horas: es fácil apostar a The Force Awakens como un record histórico de taquilla, pero sobre todo hay olor a una buena historia.
Si el regreso a fin de año de los héroes de la Fuerza produce entusiasmo, el otro suceso del gran entretenimiento de esta semana es ya algo concreto. Avengers 2. La era de Ultron es otra demostración de que en el universo Marvel están haciendo las cosas como corresponde. Sobre todo porque poco después del trailer de Star Wars se filtró en la red el de Batman V. Superman, la gran apuesta de la compañía “rival” DC para 2016. Y en esos escasos dos minutos vuelve a quedar claro el perjuicio de llevar hasta la última instancia las oscuridades del Batman de Tim Burton, ya exacerbadas por la trilogía de Christopher Nolan. La gravedad de esos superhéroes atormentados es de un peso abrumador; siempre fue interesante el costado siniestro del Caballero de la Noche, pero lo que pudo verse de este crossover que enfrenta a la capa negra contra la capa roja tiene una densidad que no estimula demasiado las ganas de ir al cine. Sí, hay curiosidad por el artefacto, pero no puede hablarse estrictamente de arenga. Y hasta el más acérrimo fan de Batman sufre las dudas que dispara Ben Affleck con ese traje.
Los Avengers, en tanto, son el club de superhéroes perfecto. El director Joss Whedon entendió todo: que Iron Man, Thor, Hulk, Hawkeye, Capitán América y Viuda Negra tienen el deber de salvar al mundo, pero no por ello deben poner cara de la enorme circunstancia. Que en la dinámica entre ellos hay todo un universo de posibilidades, y que entre superhéroes el humor no tiene por qué estar prohibido. Avengers 2 lo tiene todo: un elenco impecable, toneladas de acción filmadas a lo bestia, tensión, suspenso... y a la vez una ligereza, un sentido del humor que lo convierte en un producto completamente distinto en el rubro. Plagada de grandes one liners (“Ultron se está reproduciendo como un conejo católico”, dice Nick Fury, el enorme Samuel L. Jackson, y la sala estalla), la nueva película Marvel explica por qué el universo sigue en expansión: cada film complementa y refuerza a los otros y abre nuevas puertas narrativas, y es todo un gran negocio, claro, pero también son dos horas y pico a oscuras de pleno disfrute. Tony Stark no es un megamillonario atormentado a la Bruce Wayne. Aun en una película en la que es principal responsable del descalabro, sigue siendo ese playboy jocoso que gasta al Capitán por su envaramiento de patriota y organiza festicholas para celebrar los triunfos del equipo. A diferencia de tantas adaptaciones cinematográficas, los personajes de Avengers tienen espesor y vida propia, y pueden encarnar los lugares comunes del superhéroe dándoles un nuevo sentido. Nadie busca direcciones en libros para cocinar, ni mezcla el dulce con la sal.
Y detrás de todo está Disney, ese monstruo grande del cine infanto-juvenil tan lleno de clichés y familiares cruelmente muertos, pero que supo reformularse y hacer las movidas que había que hacer para arrastrar a millones a las salas y dejar algo a cambio. Bajo el ala de la compañía de Walt están hoy Marvel, Pixar y LucasFilm: demasiados aciertos como para seguir pegándole a la compañía por el sadismo de Bambi y Dumbo o el sexismo de princesitas esperando a su príncipe azul de Cenicienta y La bella durmiente. Sí, la empresa del ratón también está exprimiendo la nueva vaca de la readaptación con actores + CGI (pronto llegarán Mulan, El libro de la selva, Alicia a través del espejo, La Bella y la Bestia y Dumbo por Burton, que puede llegar a convertir al viejo circo en un desfile de freaks), pero hay que agradecer que dejen volar la imaginación de sus compañías satélites. Y que en ese vuelo dibujen un nuevo horizonte para el cine de entretenimiento, tan necesario para la supervivencia del cine en las salas como las películas independientes que parecen aplastadas por los tanques de Hollywood, tan pesados como el martillo de Thor. Es sólo superacción, pero nos gusta.

L PAIS › DE ALICIA SAADI A LA RRRREELECCION DE LORENZETTI Un corte a la Corte

Por Horacio Verbitsky
Imagen: Joaquín Salguero.
Igual que Alicia Saadi en 1993, Ricardo Lorenzetti apuró su rrrreelección cuando aún le quedaba un tercio de su mandato: tres sobre nueve años a la senadora riojana, uno sobre tres al presidente de la Corte Suprema de Justicia. Entonces como ahora, la motivación fue tanto política como personal: Carlos Menem necesitaba más senadores para declarar la necesidad de reformar la Constitución; Lorenzetti está lanzado a una abierta confrontación con la presidente CFK. Aquel escándalo fue tan grande que Antonio Cafiero, José Octavio Bordón, Alberto Rodríguez Sáa y otros senadores peronistas se unieron a radicales y provinciales para aceptar la renuncia de Saadi, y Menem debió acordar la reforma con Raúl Alfonsín. Hoy sólo una negociación política amplia e inteligente puede rescatar a la Corte Suprema de su grave crisis, debida a esa pugna, al deterioro de sus integrantes y a la decisión opositora de no aprobar ningún pliego que envíe el actual gobierno.

De apuro

El secretario del Superior Tribunal de Justicia de La Pampa, Gustavo Arballo, quien no se opone a la reelección de titulares de Corte y considera a Lorenzetti muy buen presidente, consignó en su cuenta de Twitter que “el adelantamiento de la elección –y su difusión en diferido– es injustificable”. Arballo parece referirse al ocultamiento que la Corte hizo de lo decidido. El apuro tiene que ver con la situación crítica del cuerpo colegiado, donde hay una vacante sin cubrir y tres jueces con distintas afecciones que dificultan su funcionamiento. Elena Highton de Nolasco, de 72 años, padece un problema osteoarticular apreciable a simple vista y se ha desmayado dos veces en el tribunal. Juan Carlos Maqueda, de 65, ha sido internado por trastornos cardíacos e intestinales, que le hacen abandonar de improviso sus tareas. Carlos Santiago Fayt cumplió 97 años en febrero, pero es dudoso que lo sepa. Rara vez asiste a la Corte y la bruma avanza sobre él, inexorable como las cenizas del volcán chileno. Los dos diarios asociados en Papel Prensa y Expoagro coincidieron en encomiar la rrrreelección como un blindaje “frente a posibles ataques políticos” (Clarín) o “ante un posible embate del gobierno” (La Nación). Ambos repiten los conceptos que el propio Lorenzetti les comunica a través de su encargada de imagen, María Bourdin, pero se abstienen de explicar las razones de tan “notable antelación”, según el calificativo del columnista del Grupo Clarín y de La Nación, Adrián Ventura. Lorenzetti convino anticipar la elección con Maqueda, en quien delegó presentar la propuesta. Era preciso hacerlo ahora, dado que si la caducidad de Fayt redujera la Corte a tres miembros Lorenzetti sólo podría retener el cargo votando por sí mismo, como hizo hace dos décadas su inolvidable antecesor Buby Nazareno. Ahora, en cambio, fue designado por sus tres colegas pero él votó por Highton de Nolasco, también reelecta como vice. El arriesgado plan que Lorenzetti le propuso a Maqueda era mantener la votación en secreto y oficializarla sólo si el Poder Ejecutivo propiciara la ampliación del número de miembros de la Corte o la inhabilidad de Fayt se hiciera inocultable pese al actual sigilo sobre su estado. Sin embargo, al día siguiente, la Corte la difundió en su página de Internet, lo cual motivó el disgusto de Maqueda. Lorenzetti lo calmó atribuyendo la filtración a un error de la burocracia y exhibiendo la conformidad de los medios que a ambos les importan.

Guardias platónicos

El mismo martes 21 el tribunal declaró nula la lista de conjueces de la propia Corte, enviada por el Poder Ejecutivo. La articulación de ambas decisiones es obvia: también en este caso Lorenzetti y los jueces que lo siguen actuaron como guardias platónicos (la expresión es del predecesor de Thomas Griesa en el juzgado de Wall Street, Learned Hand) para impedir los desmanes de los simples mortales elegidos por el pueblo.
Hasta ahora nadie ha destacado que el pronunciamiento de la Corte sobre los conjueces se produjo en dos causas en las que sus miembros se habían excusado. Ante las excusaciones en cadena, ya que la controversia versaba sobre salarios judiciales, en 2007 la Corte pidió al Poder Ejecutivo que enviara al Senado una lista de abogados conjueces. Cuando el Poder Ejecutivo lo hizo y el Senado les prestó acuerdo, la Corte reasumió los casos y declaró nula la lista. Justificó su insólita des-excusación en el riesgo de una privación de justicia, que pondría límite al deber de excusarse en aras de la imparcialidad, y ante una trasgresión a “principios fundamentales inherentes a la justicia”. El interés de las partes se redujo así a una mera excusa para afirmar el poder de los funcionarios judiciales en contra de la voluntad de los poderes de elección popular.
El argumento que desarrolla Lorenzetti es razonable: si los conjueces van a cumplir las mismas funciones que los ministros de la Corte Suprema, deben ser elegidos con idénticos requisitos, como el acuerdo por los dos tercios de los miembros presentes del Senado establecido en la reforma constitucional de 1994. De ese modo se busca “un imprescindible equilibrio político”, limitar el posible favoritismo presidencial, impedir el predominio de intereses subalternos y consolidar la independencia del Poder Judicial. Pero una vez afirmado lo que la Corte llama un pilar esencial del sistema republicano de división de poderes, incluyendo citas de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el propio tribunal lo derriba sin contemplaciones, al admitir que intervengan como conjueces los presidentes de Cámaras Federales de Apelaciones. En su penúltimo breve considerando, con apenas 134 palabras, Lorenzetti dice que los presidentes de Cámaras sí fueron designados según los procedimientos constitucionales, por lo cual pueden “administrar justicia en forma independiente e imparcial”, un argumento que de tan paupérrimo da vergüenza ajena: fueron los procedimientos constitucionales para ser camaristas, no jueces de Corte. Ya en 2006 el diputado Alberto Balestrini había presentado un proyecto de ley suprimiendo las suplencias por jueces de cámaras y exigiendo que los conjueces fueran electos con los dos tercios de los votos del Senado.

Demagogos y politiqueros

Alexander Bickel en Estados Unidos y Roberto Gargarella en la Argentinaescribieron sobre el carácter contramayoritario del Poder Judicial. Bickel dice que Alexander Hamilton y el cuarto presidente de la Corte Suprema de los Estados Unidos, John Marshall, invocan al pueblo para justificar la revisión judicial cuando, en realidad, lo que hacen es justificar una frustración de esa voluntad. El control que ejercen no favorece a la mayoría sino que la contradice. En uno de sus primeros libros, La justicia frente al gobierno, que escribió en 1996 recién concluido su doctorado en Chicago y su post doctorado en Oxford, Gargarella sostiene que la silenciosa sustitución de la voluntad popular por los jueces está en el origen del Poder Judicial estadounidense, esquema que la Argentina importó. En asambleas populares que presionaban a las legislaturas locales el pueblo resistía el pago de deudas agobiantes. El establishment respondió confiriendo un poder desproporcionado a la justicia. Para Hamilton no había tiranía más opresiva que la de “una mayoría victoriosa”, propensa a seguir a “demagogos y politiqueros”. De este modo, el poder democrático de las legislaturas fue presentado como si fuera un instrumento de tiranía y opresión. Gargarella explica que cuando Madison abogó en la Convención Constituyente por los derechos de las minorías, sólo se refería al “núcleo de los más favorecidos de la sociedad” que integraban los acreedores y grandes propietarios. El “grupo selecto y fiable” del Poder Judicial controlaría los atropellos de las legislaturas y sus decisiones serían independientes de las que pudiese producir el debate público. La exacerbación de este cuadro ante las reformas del New Deal llevó al presidente Franklin D. Roosevelt a decir en 1937 que la Corte Suprema había asumido el rol de una tercera cámara del Congreso, al punto de que era preciso “salvar a la Constitución de la Corte y a la Corte de sí misma”. Roosevelt fracasó en el intento y el modelo de Hamilton quedó consagrado en forma definitiva. Los fallos de la Corte estadounidense están en sintonía con los intereses de las grandes empresas.
De todos modos, el Poder Ejecutivo retiene allí la facultad de designar al presidente vitalicio de la Corte Suprema. Lo mismo ocurrió aquí desde Bartolomé Mitre hasta Hipólito Yrigoyen. Producido en 1930 el primer golpe militar del siglo XX, la Corte Suprema reconoció al gobierno del dictador José Félix Uriburu, alegando que poseía la fuerza necesaria para proteger la libertad, la vida y la propiedad de las personas, y que se había comprometido a mantener la supremacía de la Constitución y de las leyes. En retribución, la dictadura delegó en la Corte la designación de su presidente vitalicio. En 1946, la Corte dispuso que todos sus miembros se turnarían en la presidencia por orden de antigüedad, en períodos de tres años. Al finalizar la última dictadura, ese carácter rotativo fue reemplazado por la voluntad de los jueces de la Corte. Así, Nazareno la presidió desde 1993 hasta 2003, lapso que ahora se propone superar Lorenzetti.
El avance contramayoritario sobre los poderes emanados de la voluntad popular termina de comprenderse con el fallo “Colegio de Abogados de Tucumán”, firmado por la Corte una semana antes. El 14 de abril, la Corte desestimó una queja de la provincia de Tucumán contra una resolución de la Corte Suprema provincial sobre los artículos que la Convención Constituyente de 2006 dedicó a los procedimientos para reformar la propia Constitución, al Consejo de la Magistratura y al Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados. La Corte nacional dejó firme la resolución del Superior Tribunal tucumano, pero en sus considerandos expandió el concepto de caso judicial y de legitimación hasta un punto en que la Corte Suprema se coloca a un paso del control de oficio, incluso de las decisiones de una asamblea constituyente. En el considerando 9 afirma que en “situaciones excepcionalísimas”, cuya apreciación queda librada a la opinión de los jueces supremos, cuando se denuncian lesiones “a la esencia de la forma republicana de gobierno”, la simple condición de ciudadano legitimaría a actuar en defensa de la Constitución amenazada, lo que implicaría admitir la acción popular. Pero en el considerando 12 aclara (o se contradice) que se trata de la acción aristocrática: no está legitmado cualquiera, sino alguien con ciertas características institucionales. En este caso es el Colegio de Abogados de Tucumán; en general, quien la Corte Suprema decida. Semejante extensión del concepto de causa comprende todos los asuntos, sin excepciones, lo cual desnaturaliza una correcta aplicación de la doctrina de la división de poderes. Los jueces son la última palabra en las causas, cuando una parte alega ser damnificada por el desconocimiento de un derecho. Este sistema de control difuso de constitucionalidad diferencia a los jueces, que resuelven casos particulares y no generales, de los Ayatolás de la revolución iraní que tienen la última palabra en todo, también en la política. ¿Quién controlaría a los jueces si, como de 1930 a 1976, fueran ellos quienes pusieran en riesgo los principios fundamentales que hacen a la esencia de la República? La voluntad de tres jueces supremos prevalece hoy sobre cualquier otra, incluyendo los poderes provinciales y federales elegidos por el pueblo, y sólo puede ser corregida por los dos tercios de ambas cámaras del Congreso, juicio político mediante.

El regreso de la política

Esto es muy seductor para los discretos intereses corporativos y para los políticos estridentes que repiten consignas que aquellos transmiten por canales mediáticos. Lorenzetti se propone como garante contra aquella mayoría victoriosa que en la Argentina de 2015 insiste en seguir a demagogos y politiqueros. Lo hace a través de su operador personal Nicolás Fernández, de presencia cotidiana en la Corte, y mediante la relación que ha desarrollado con el presidente de la UCR, Ernesto Sanz. Si la dirigencia política pudiera levantar la vista un poco más allá de las conveniencias de la coyuntura, tal vez se propondría explorar la posibilidad de un acuerdo amplio que pusiera los goznes a un sistema judicial que gira peligrosamente fuera de quicio.

EL INGENIERO INFORMATICO HERVE FALCIANI CUENTA LAS CLAVES DE SU INVESTIGACION SOBRE EL HSBC “El secreto crea la impunidad”

 Por Eduardo Febbro
Desde París
La isla Bouvet es un paraíso para focas, pingüinos, leones de mar, pájaros de ensueño y plantas. En este lugar inhabitado del planeta, situado entre el Antártico y Africa, no hay ni una sola casa, ni la sombra de un alma humana. Sin embargo, existe un habitante con domicilio declarado en esta isla cuya superficie está cubierta de hielo la mayor parte del año: es uno de los más de 130.000 ciudadanos evasores fiscales que abrieron una cuenta en uno de los bancos más grandes del mundo, el HSBC. Este improbable habitante de la isla Bouvet forma parte de la trama planetaria de fraude y evasión fiscal montada por el HSBC y denunciada, con nombres completos, montos y países de donde provienen, por el ingeniero en sistemas informático franco italiano Hervé Falciani. Ex empleado de la sucursal ginebrina del HSBC entre 2001 y 2008, Falciani facilitó a varios países la lista de los evasores fiscales y los métodos diseñados por este banco para facilitar esta operación ilícita de alcance prácticamente planetario. A la Argentina, a través del Estado francés y del jefe de la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP), Ricardo Echegaray, Falciani le entregó información sobre la fuga de los 3500 millones de dólares que se volatilizan cada año así como la lista de los 4000 argentinos con cuentas en el HSBC. Su historia es una novela policial y con ese pulso la cuenta en el libro que acaba de publicar en Francia: Terremoto en el planeta financiero. En el corazón del escándalo HSBC.
Hervé Falciani vive entre varios mundos. Se ha convertido en una suerte de nómada perseguido por la Justicia suiza y alabado por otras. Poder encontrarse cara a cara con él es ya toda otra novela. Nadie diría que este joven esbelto que ahora conversa con soltura, impecablemente vestido, con modales delicados y cara de galán de cine es uno de los hombres que hizo temblar los cimientos de uno de los bancos más poderosos de la tierra. Su libro narra desde las entrañas los montajes fabulosos del HSBC y otros bancos para evadir impuestos, el papel destructor de las multinacionales, los sistemas judiciales y los funcionarios corruptos, los policías a sueldo del sistema financiero, la telaraña de los intermediarios, la guerra interna en la profundidad de los Estados entre corrompidos y honestos, la ceguera voluntaria de los controladores y la frondosa gama de herramientas que la informática brinda para robar con total impunidad. Es el relato policial de un sistema compuesto por ladrones y el de un hombre controvertido que lo puso al desnudo. Hervé Falciani es más que el Edward Snowden del HSBC. Es el hombre que le dio identidad a la sombra de la sospecha.
Varias versiones circulan sobre su actuación. Su ex compañera, la franco libanesa Georgina Mikhael, asegura que Falciani “no es un Robin Hood sino un ladrón que robó datos y luego quiso negociarlos”. No hay pruebas de esa acusación. Lo cierto es que Falciani viajó al Líbano para hacer circular su lista, luego a Francia, donde fue arrestado, al fin a España, donde también fue arrestado. Sobre él se dice de todo, pero lo trascendente es que Falciani reveló la información más importante sobre evasión fiscal que se conozca hasta hoy, así como la metodología bancaria con que se organiza. España, Estados Unidos, Portugal, Argentina, México, Francia, Venezuela, Luxemburgo, Bélgica, no hay país que no tenga su club de evasores patentados y su agente local, el HSBC. Los españoles de la lista Falciani tenían, por ejemplo, 1800 millones de dólares atesorados en Suiza. En esta entrevista exclusiva con Página/12, realizada en París, Hervé Falciani vuelve sobre este camino sembrado de estafadores, mentirosos y ladrones internacionales impunes.

Argentina y el mundo

–Usted trató con varios sistemas judiciales, con muchos jueces y policías. ¿Cómo resultó su colaboración con la Argentina?
–En Argentina me encontré con un equipo excepcional, tanto por la rapidez de la acción como por la diversidad de los medios de trabajo que se pusieron en juego. Sé que no será fácil avanzar, hay muchos obstáculos, pero también una gran posibilidad de acción desde la Argentina. En Brasil, México o Venezuela, en suma, en buena parte de América latina, se debe conocer lo que pasa y observar cómo se actúa en la Argentina. Debo señalar que la mayor resistencia se encuentra en Europa, no en América latina. Lo que suceda en América latina y en los Estados Unidos va a darnos un mayor campo de acción. Hay que entender que existen lugares, y entre esos lugares América del Sur, donde, pese a todo, hay menos corrupción y, por consiguiente, son muy prometedores para la acción judicial. Una vez más, incontestablemente, la Argentina es un país que, en cuanto tomó conciencia de lo que estaba en juego, actuó más rápido y con más fuerza.
–Una de las revelaciones de su libro contradice lo que se sabía o se pensaba, e incluso lo que afirma la Justicia suiza. Usted sostiene que no actuó solo en esta trama, que con usted trabajó una red. Si es así ¿cuál fue la meta de esa red y quiénes son sus integrantes?
–Es el caso típico del progreso humano: se empieza por uno y se termina con mil. El caso HSBC fue el elemento que atrajo a unas 150 personas que se pusieron a colaborar juntas. Uno empieza solo y luego termina acompañado. Ese es el sentido de la red. Nada se puede hacer si uno está solo. Hay un momento en que coinciden las voluntades. Lo que constituye la red es la diversidad, la comunidad de la acción para ir en la misma dirección. Para mí ha sido una aventura excepcional porque había muchas cosas en juego.
–¿Cómo consiguió salir con vida, eludir las amenazas, los servicios secretos, el alcance inaudito de los bancos, la calumnia, los intereses de los Estados y de los poderes económicos?
–Es un caso particular, y también está el grupo. Lo importante es también no tener miedo. Yo siempre pedí ayuda y busqué las competencias que me faltaban. No hubo un control único. Si hubiese habido un arquitecto, si hubiese habido un organizador central, esa persona estaría hoy muerta. Pero éramos varios. Yo siempre busqué que el control de la información fuese compartido. Diría que lo que me salvó fue precisamente la pérdida de control. Todas las ramificaciones judiciales o políticas que se desarrollarán serán posibles porque esto no depende de una sola persona. Desde luego, lo que me permitió salir con vida, a mí y a otros, es haber golpeado las puertas allí donde había un elemento sensible, una posibilidad de acción. Cuando viajé al Líbano fue para utilizar el arma del secreto fiscal contra el sistema para que se abra al fin una investigación. Cuando fui a España, eso sirvió para presentar ante la Justicia los elementos de prueba de que disponía. En España me pusieron preso, pero no hay que olvidar que la cárcel también está hecha para proteger. En la cárcel me pude entrevistar con funcionarios y magistrados muy valientes. España cuenta con un sistema jurídico que permite también lanzar una investigación. Esto dio lugar a que Francia nombrara un juez para investigar. En realidad, ese es el método con el que trabajan los bancos para sus clientes: buscan el lugar en el cual pueden saltar por encima del problema. Tal vez dentro de algunas semanas viaje a otro país.

El sistema HSBC

–Si nos atenemos al corazón del escándalo, o sea, la evasión fiscal organizada por un banco, se puede decir que el HSBC es una lavadora de dinero que debió ir a los impuestos.
–Es más que esto. El HSBC es un sistema para borrar las huellas. Por ejemplo, yo entré a trabajar a ese banco para que este banco cumpla su función. Pero luego interviene otro elemento que se explica por un solo término: la corrupción. Digamos que se trata de “un archivo corrompido”. Y un archivo corrompido es un archivo que no cumple más con su misión. La corrupción consiste entonces en no cumplir con la misión inicial. Y el banco era exactamente eso: cuando el banco dejó de cumplir con su misión de control se volvió una lavadora. Todo lo que, en principio, debe ser impedido mediante los controles internos no lo es, está corrompido. Por ejemplo, quienes hacen las auditorías miran lo que está delante de ellos y no lo que está al costado. Y hay que actuar para que esto cambie. Si no hay voluntad política no habrá una necesidad reglamentaria real. Sólo habrá impunidad. Esos bancos, que ya con lo que es legal pueden actuar de forma amoral, van a actuar también de manera ilegal gracias a la impunidad. Algún día habrá que romper ese círculo. La única manera de hacerlo es rompiendo el secreto.
–¿Cuál es el modelo, el patrón de la evasión fiscal organizada?
–El fraude fiscal es, de hecho, una cuestión de ingeniería judicial o jurídica. Por ejemplo, en lo que atañe a lo judicial, el fraude se realiza cuando se frenan las investigaciones, cuando las comisiones rogatorias y otros pedidos quedan en la nada. Y en lo que toca a lo jurídico, es más simple: basta con desviar o alterar el sentido de las reglamentaciones y, a partir de allí, lanzar un nuevo servicio y comercializarlo. El fraude fiscal se construye gracias a la ausencia de controles, así como a partir de la complejidad de los dispositivos financieros que los bancos inventan. Cuanto más complejo es, más difícil resulta detectar o desmontar el fraude. Hoy tenemos la prueba absoluta de que esa falta de controles fue voluntaria. Por eso escribí este libro, para explicar qué se puede cambiar y cómo. Es un libro de combate, un libro de inteligencia económica para que se pueda ampliar el combate.
–A ver, cito un ejemplo de su libro: usted cuenta que las informaciones sensibles que detenta un banco, en este caso el HSBC, están deslocalizadas. O sea: toda la información comprometedora se manda a la cloud (la nube), al mundo sin fronteras de la red, y a otras zonas del mundo. Es un caso claro de ocultación de la información.
–En el HSBC había un proyecto llamado “Zorro”. Este proyecto consistía en identificar los datos que se podían enviar al extranjero y deslocalizar la información que estaba en Zurich o Ginebra para enviarla a Asia. Por ejemplo, muchos elementos del back office partieron a la India. El banco HSBC posee la red de computadoras privadas más grande del mundo, el HSBC Net. Era muy simple transferir dinero a través del mundo sin que jamás ese dinero saliera del banco y sin que hubiese la más mínima huella de la transacción. Esta se hacía sin recurrir al código Swift, que es el código de 8 cifras que se usa para identificar los giros internacionales. Cuando una administración fiscal le pedía a Suiza información sobre una cuenta bancaria, esta última decía “no”. ¿Qué quiere decir este “no”? Quiere decir que la información estaba en el banco y que la administración fiscal suiza tiene muy poco control sobre lo que pasa en los bancos. También está Bélgica, que es un poco el hermano menor de Suiza. El caso de Bélgica es un tema central para todos los negocios. Por suerte, hay dos jueces capaces de lanzar investigaciones que conciernen a miles de millones de dólares. Hace poco vimos cómo el responsable de las investigaciones sobre el mercado de diamantes en Bélgica fue preso por corrupción.
–En suma, todo apunta a probar que se trata de un sistema orientado a captar el dinero de la corrupción en los diferentes puntos del globo.
–Eso es precisamente lo que muestran las investigaciones en curso. Yo lo viví desde el interior. Hoy hay una enorme porción de la economía financiera que se nos escapa. Miles de millones de dólares pasan por los bancos. Las comisiones sobre las ventas de armas o petróleo, las coimas, el dinero de los mafiosos o de la corrupción política, todo pasa a través de los bancos. Las exigencias a las que responden estas operaciones son cualquier cosa menos morales.

El triángulo en las sombras

–Hay un triángulo: bancos, multinacionales, Estados. Un poder en las sombras, que usted describe paso a paso, que amenaza los principios mismos de la igualdad democrática.
–Este triángulo funciona a la perfección justamente porque cada parte tiene competencias complementarias. El papel de las multinacionales es determinante. Las multinacionales, por ejemplo, pactan acuerdos que se llaman tax ruling. Este dispositivo legal le permite a una empresa conocer por adelantado cuál será su tratamiento fiscal en un Estado determinado. Entonces, cuando una multinacional establece un acuerdo de tax ruling el dinero que no se le paga a los Estados termina en lugares donde no se abonan impuestos. Todo esto funciona mediante el secreto, y el secreto crea la impunidad. Por eso yo hablo de combate. En el medio ambiente mundial, el actor que modela la democracia es el banco, no el elector. Estamos avanzando cada vez más hacia una democracia corrompida. Es un esquema particular, un poco como en esas películas que se hacen ahora para los adolescentes, The Hunger Games por ejemplo, donde se muestran ciudades totalitarias. Vamos hacia eso: no es exactamente una dictadura, no es del todo una democracia, es algo intermedio. En este caso también debemos llevar a cabo acciones operacionales. El hecho de que las multinacionales tengan la posibilidad de sacar el dinero de un país sin pagar impuestos, o sea, de deslocalizar los beneficios, no se puede tolerar. Es preciso actuar. Si una empresa puede evitar la presión fiscal ya no estamos más en democracia. Para mí ha sido esencial luchar contra ese autoritarismo, es decir, contra el secreto. El secreto de las tax ruling, de los acuerdos, el secreto de la tecnocracia.
–Hay un cinismo fundamental de Occidente: los grandes bancos mundiales son occidentales, los países que son auténticas lavadoras de plata sucia, Suiza, Bélgica, Luxemburgo y Gran Bretaña, son grandes democracias de Occidente. Y encima, el actual presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, es el ex primer ministro de Luxemburgo que organizó y defendió con uñas y dientes el fraude fiscal en contra de sus socios europeos.
–Sí, tenemos un poder corrupto, un poder que no cumple con su misión, que no está al servicio de todos sino de ciertos intereses particulares, intereses que pueden ser incluso de los narcotraficantes. Las democracias funcionan con intereses pervertidos, corrompidos. Hay que preguntarse si existe algo que se oponga a esas acciones. En Europa hoy hay alguien que se opone a todo esto: se trata de Grecia. Atenas denuncia en voz alta lo que hicieron otros ministros, como el ministro de Defensa que firmó contratos con Siemens a través de bancos franceses en Suiza. La pregunta más importante es: ¿quién va a apoyar la iniciativa griega en el mundo? Hay que intervenir, hay que votar leyes para contraatacar y desmontar esa tecnocracia que prospera con la complejidad. Debemos comprender que todos estos acontecimientos no son una invitación a resignarse sino a observar cuál es el eslabón débil.
–Usted habla en su libro de “vías alternativas”. ¿Cuáles son?
–Para empezar, está la comprensión del sistema. Cuando se escribe un libro sobre la evasión fiscal, sobre la opacidad financiera, se está mostrando que los flujos financieros no se pueden controlar, que hay una voluntad de no controlarlos. No hay que esperar que cambie por sí solo un sistema tan eficaz. ¿Qué nos queda entonces? Se montó toda una ingeniería para deslocalizar los beneficios. Lo que habría que hacer entonces es terminar de una buena vez con esa estrategia fiscal basada en los beneficios. No somos nosotros quienes nos beneficiamos con las riquezas, sino las empresas. Y fue el impuesto sobre las empresas y los beneficios el que permitió ese robo. Debemos entonces destruir este principio. Los bancos no ganan plata con los beneficios de los clientes sino con las comisiones que cobran por las transacciones. Podríamos inspirarnos en los predadores para ser tan fuertes como ellos. Francia, por ejemplo, es un paraíso fiscal menos eficiente que el modelo suizo. Para los ciudadanos, Francia es un infierno fiscal, para las empresas no. Otra vía alternativa consistiría en que se vote una ley para proteger y compensar a quienes revelan informaciones sobre empresas o prácticas que son desleales con la economía del país. Esto sería un arma eficaz contra la impunidad. La Argentina podría dar un ejemplo mundial con una ley así. Sin embargo, hoy debemos reconocer que nuestros enemigos son más fuertes. El dinero no es un referente moral sino un referente operativo. Insisto en esto: todo el problema que tenemos proviene del secreto. Si no le ponemos fin al secreto todo esto se seguirá desarrollando y nos perjudicará siempre más. No hay alternativa.
efebbro@pagina12.com

EL PAIS › OPINION A las puertas del bicentenario de la declaración de Independencia de 1815

 Por Sergio Urribarri *
La Presidenta de la Nación emitió en enero el decreto que declara a 2015 Año del Bicentenario del Congreso de los Pueblos Libres, en conmemoración del congreso convocado por Artigas para proclamar la independencia de las Provincias Unidas de toda dominación extranjera.
Tal declaración se llevó a cabo en el territorio de lo que es hoy Concepción del Uruguay, en el paraje entonces conocido como Villa Arroyo de la China, el 29 de junio de 1815, adonde asistieron delegados de las provincias de Entre Ríos, Las Misiones, Corrientes, Santa Fe, Córdoba y la Banda Oriental, un año antes del Congreso de Tucumán y con el mismo grado de representación territorial, no así política, dado que los contenidos de la declaración de independencia artiguista tenían un fuerte componente emancipatorio, federal y de justicia social que estuvieron ausentes el 9 de julio de 1816. Orgulloso de tener una Presidenta que reivindica y se reconoce en las gestas que pensaron la Patria desde un ideal de libertad, democracia, soberanía y justicia social, y a la vez de ser nacido en las tierras que cobijaron aquel grito de independencia, considero necesario aportar algunas reflexiones desde lo que constituyó la práctica política de Artigas, que dan cuenta de su plena vigencia en estos tiempos para defender y profundizar el proyecto nacional y popular.
Para Artigas claramente la democracia es el gobierno del pueblo, sin delegaciones. El ejercicio de la soberanía popular en sí. En ese marco, el lugar de Artigas como dirigente fue el de sintetizar las demandas emergentes de los intereses populares y nacionales en una estrategia política tendiente a lograr tales intereses desde el ejercicio de una conducción política y militar cuyo poder deviene de la soberanía popular y caduca ante la voluntad popular constituida.
El poder político fue para Artigas una construcción devenida de la práctica política en sí al calor de la lucha por hacer valer los intereses populares y nacionales. Se trata de un poder plural, conformado en un frente social y cultural vasto que se reconoce en las mayorías populares y que tiene en la democracia soberana de base su fuente de origen.
Los pueblos de la región, Uruguay, Argentina, Brasil, Bolivia, Ecuador, Venezuela, luego del reflujo de la hegemonía política neoliberal, se han dado gobiernos compuestos por fuerzas o dirigentes de un claro perfil transformador, con tradiciones en la política revolucionaria o proyectos nacionales y populares.
El plano de la política es la dominante excluyente a la hora de pensar el poder y por esa senda hemos arribado a la derrota del ALCA y la conformación de la Unasur bajo la determinación preclara de Néstor, Chávez y Lula; la reformulación del Mercosur desde criterios de soberanía de las naciones y los pueblos con la incorporación de Venezuela desafiando a los intereses del imperialismo en la región; las estrategias conjuntas para afrontar la respuesta a la crisis financiera internacional; la creación de la Celac; el fuerte respaldo a los gobiernos de Evo, Correa y Maduro ante los intentos golpistas y la condena al golpe institucional en Paraguay; la posición unánime en torno del reclamo por la soberanía argentina en Malvinas.
El paso estratégico dado por nuestros gobiernos desde los intereses de los pueblos de imponer el dominio de la política por sobre los mercados o corporaciones económicas en la conformación de bloques regionales, debe ser un paso sin retorno y es un salto que toma envión desde el fondo de la historia artiguista. Porque la integración regional es un claro mandato artiguista, que nunca concibió las naciones fragmentadas y que incluso pensó el federalismo como confederación. Entonces, aun cuando al mismo Mercosur le resta mucho camino por recorrer para superar el lugar asignado en la división internacional del trabajo de ser países proveedores de bienes primarios, el hecho de plantearse revertir la balcanización promovida por el imperialismo británico y operada por las oligarquías locales es un dato político histórico en el combate de fondo.
El bloque de poder oligárquico imperialista no está derrotado sino replegado y en acechanza permanente, bajo estrategias diversas, contra los gobiernos populares en la región. Esto lo vivimos en marzo de 2008 en Argentina, en el conflicto con las patronales del campo por la renta extraordinaria en el agro; en septiembre de 2008 en Bolivia con la matanza de Pando y el conflicto con la Media Luna; en setiembre de 2010 con la rebelión cívico policial en Ecuador; antes en abril de 2002 y ahora nuevamente en Venezuela y también en Paraguay. La acción de los fondos buitres por estos días sobre Argentina es el cabal reflejo del permanente ataque a nuestras soberanías.
La acción de los gobiernos populares de Suramérica marca un claro rumbode ruptura con las hegemonías económicas y políticas neoliberales de la región, avanzando en conjunto hacia horizontes de mejores condiciones de desarrollo, justicia social, soberanía política e independencia para nuestros pueblos. Y esta lógica desplegada en programas políticos es la que les ha conferido niveles de legitimidad popular que en los marcos de la democracia formal están sometidas a la disputa desigual permanente con las fuerzas de la reacción, que operan a través del mercado, los medios de comunicación y políticos genuflexos que se prestan a ser manipulados por tales intereses antinacionales.
Por ello mismo, las perspectivas de continuidad de cada uno de nuestros gobiernos –y por lo tanto de las iniciativas de integración– se juega en la línea ineludible de profundizar las políticas de transformación en beneficio de nuestros pueblos. Y para avanzar en esta línea es necesario avanzar en la articulación de un sujeto político regional. Esto es otro mandato vigente del artiguismo: la conformación de un Movimiento que integre no sólo los gobiernos sino los pueblos de la región. Cuando observamos la desestructuración y crisis de los bloques de poder mundial tal como se articularon durante el siglo XX y comienzos del XXI, la Patria Grande es hoy más que nunca un sujeto político a construir bajo los conceptos de unidad en la diversidad cultural, de unidad en el privilegio de los más infelices, de unidad en el respeto de las autonomías de los pueblos, de unidad frente a las políticas de dominación internas y externas al bloque, de unidad en la subordinación de la economía a las políticas populares.
A doscientos años de la declaración de Independencia por Artigas, el proyecto político artiguista nos interpela desde la historia como actores políticos contemporáneos. Néstor y Cristina nos han marcado el camino en esta sentido y hoy más que nunca, éste es el desafío para nosotros, los militantes y dirigentes de las fuerzas populares de la región.
* Gobernador de Entre Ríos.

› LA FRONTERA MAS PELIGROSA Ban Ki-moon criticó "la respuesta militar" de la UE para la crisis migratoria

En una entrevista con el diario italiano La Stampa, el máximo jefe de la ONU sostuvo que su organización está lista para ayudar a evitar nuevas muertes en el Mediterráneo, la región del mundo que registra más inmigrantes fallecidos y donde recientemente 1.200 personas se ahogaron en sólo dos naufragios.
La crisis migrante quedó revelada nuevamente tras el naufragio de un barco en el que viajaban cerca de 800 migrantes ilegales, por lo que los jefes de gobierno del bloque europeo se reunieron de urgencia el jueves, cuando decidieron aumentar los fondos para el control del Mediterráneo.
Esta eventual nueva ofensiva militar fue categóricamente rechazada por el titular de la ONU, quien consideró: "Es crucial que adoptemos un enfoque integral que tenga en cuenta las causas primarias, que esté atento a la seguridad y a los derechos humanos de los migrantes y los refugiados, y que posea marcos legales y regulados para la inmigración".
Las palabras de Ban se suman a las críticas volcadas la semana pasada por la organización Amnistía Internacional contra el plan de la UE de triplicar los fondos del operativo de vigilancia en el Mediterráneo, en vez de reorientar la estrategia a los rescates y a la recepción y ubicación, especialmente de los refugiados. "Una respuesta a la crisis vergonzosa y lamentablemente inadecuada", sentenció Amnistía Internacional.
Tras el crecimiento exponencial de muertes, el primer ministro italiano, Matteo Renzi, instó a sus socios de la UE a incluir operaciones militares al paquete de medidas que intentan solucionar la llamada "crisis migratoria".
Según el tratado de Dublin, los inmigrantes son responsabilidad del primer país de la UE al que llegan. La ruta que une los puertos de Libia, en el norte de África, con las costas del sur de Italia se convirtió en los últimos años en una de las más utilizadas por las personas que intentan entrar al bloque de manera ilegal.
La presión de Italia hizo mella entre sus socios europeos que al cierre de la cumbre de emergencia que se realizó en Bruselas esta semana le pidieron a la responsable de la Política Exterior de la UE, Federica Mogherini, que "prepare acciones para capturar y destruir los buques de los traficantes" antes de que estos zarpen.

viernes, 24 de abril de 2015

La Nueva Escuela Histórica y los problemas del presente Por Daniel Sazbón

Ricardo Levene y Emilio Ravignani fueron protagonistas de la renovación historiográfica de principios de siglo XX y son figuras centrales de la vida intelectual argentina. Combatidos por el incipiente revisionismo de los años 30, y por las nuevas figuras del proceso de renovación universitaria de los 50, las polémicas desatadas en torno a La Nueva Escuela Histórica permiten rastrear la discusión sobre la metodología, sobre las formas de abordar el pasado y sobre la siempre presente relación tensa entre historia y política.

En marzo de 1959 falleció el historiador argentino Ricardo Levene; 5 años antes, también en marzo, lo había hecho su colega Emilio Ravignani. Para el momento de sus muertes, distintas voces críticas habían decretado el agotamiento de la renovación historiográfica que ambos habían emprendido unos 40 años antes, desde la llamada “Nueva Escuela Histórica”, junto a otras figuras (Diego Molinari, Rómulo Carbia, Luis M. Torres, Roberto Levillier). La Nueva Escuela, que desde su irrupción en la época del Centenario se había propuesto emancipar a la investigación histórica de la tutela de otras disciplinas y convertirla en un campo autónomo de conocimiento, con reglas y metodología propias, caía ahora, víctima de un similar ataque renovador por parte de una generación tan impiadosa con sus padres como lo había sido la suya.

La consolidación de la Nueva Escuela había sido parte del proceso que supuso el ascenso y triunfo del partido radical en las elecciones presidenciales de 1916, así como el movimiento reformista que eclosionó en la Universidad de Córdoba en 1918. Su éxito se tradujo en la creación, desde los años 20, de centros de investigación especializados: el Instituto de Investigaciones Históricas, la Academia Nacional de la Historia (la antigua Junta de Historia y Numismática), las secciones y departamentos específicos en universidades; también, en el desembarco de sus miembros en espacios como el Instituto Nacional de Profesorado, desde donde su modelo de la disciplina formaría a las nuevas generaciones de educadores.

La profesionalizaciónde la historia suponía para la Nueva Escuela el reconocimiento de su reglas, basada en la erudición, el acopio de archivos, el adecuado manejo de los documentos, la búsqueda de precisión y la pretensión de objetividad. Para ello, por un lado, debía escindirse de la literatura, un movimiento que se simbolizaba en sus acerbas críticas contra Paul Groussac, figura central en la cultura local desde fines del XIX, y quien desde la dirección de la Biblioteca Nacional ejercía una autoridad sobre el campo que desconocían estos jóvenes historiadores; por otro lado, era necesario terminar con la utilización de la historia para dirimir las disputas del presente, es decir, deslindarla de la política. Frente a la narración literaria, que introducía juicios personales en la exposición de los hechos, la escuela renovadora preferirá la asepsia del documento, cultivando una prosa más bien insípida enfocada en la aridez del dato “desnudo”. Y ante la absorción del pasado por los debates políticos, abogarán por una disciplina que sólo debía preocuparse por la verdad de su objeto, con la mirada desapasionada y distante que les permitía, por ejemplo, valorar positivamente a la figura de Juan Manuel de Rosas, en aras de la edificación de una historia verdaderamente “nacional”, por encima de las polémicas.

Esta historia profesionalizada, objetiva, científica, a pesar de su declamada apoliticidad, pudo constituirse gracias al saludable vínculo que mantuvo con los centros de decisión política.En sus primeros tiempos estableció fuertes lazos con el radicalismo (en el que militaban varios de sus miembros, tanto en su ala yrigoyenista como alvearista), y ya en los ’30, cuando mayor sea su presencia institucional, las relaciones con el elenco de Justo también serán estrechas. No es de extrañar que sea precisamente en esta década cuando le toque recibir impugnaciones tanto o más virulentas que las que ellos mismos realizaron en sus inicios; convertidos en la cara oficial de la investigación y enseñanza históricas, acompañarán la suerte del sistema político del que formaban parte.

La primera oleada de críticas será la protagonizada por el revisionismo, nombre que, significativamente, coincidía con uno de los textos seminales de la Nueva Escuela (“La revisión histórica de nuestro pasado”, Carbia, 1918): rechazando al liberalismo político y económico, el revisionismo detectó una de las claves de su supervivencia en su relato tergiversado del pasado, que ocultaba la antigua contradicción entre los intereses del grupo gobernante (“la oligarquía”) y los de la nación. De allí que se propusiera intervenir en el campo, develando a la historia “oficial” como historia “falsificada”. La reacción de la Nueva Escuela fue defensiva, cerrando filas para defender su campo profesional y desconociendo en lo fundamental los aportes de quienes, como escritores, eran vistos como “diletantes carentes de rigor y método”, más preocupados por intervenir en las cuestiones del presente que por el conocimiento del pasado.

Aunque resistieron por dos décadas al embate del revisionismo refugiándose en la ciudadela de la especialización, la Nueva Escuela sería objeto de una nueva y definitiva andanada de críticas, ahora en el contexto que se abrió luego de la caída del gobierno peronista. En los años ’50, quienes protagonizarán la modernización universitaria desde el campo histórico (nombres como Tulio Halperín Donghi o José Luis Romero) verán a la Nueva Escuela Histórica no sólo como antigualla metodológica a renovar con el auxilio de las ciencias sociales (en particular, la sociología), sino sobre todo como emblema de la inutilidad del mero acopio de datos desprovistos de síntesis comprensivas, y la consecuente esterilidad de una historia así entendida para entender el mundo del que forma parte.

Esta “vacía objetividad” hacía que a sus ojos la Nueva Escuela mereciera aún más críticas que el propio revisionismo, que al menos comprendía el lazo íntimo que unía el conocimiento del pasado con los intereses de su hora. Los nuevos renovadores, completando el rizo, invocarán al anciano Groussac para recusar a los historiadores que“sumidos en la oscuridad del archivo”coleccionaban “nomenclaturas sin contenido alguno”. Hoy en día, cuando los estudios históricos gozan de un renovado impulso, tanto dentro como fuera de los espacios institucionales que nos legó la labor de la Nueva Escuela, es conveniente recordar que cuando dirigimos la mirada hacia atrás lo hacemos siempre animados por el intento de darle sentido al presente, y que esta búsqueda siempre supone insuflarle a los datos muertos del pasado el aliento vivificador de la conciencia histórica del hoy.

Télam

Socialismo intergaláctico Por Teodoro Boot

Hábil entreala izquierdo de Argentinos Juniors, Homero Cristalli Frasnelli, más conocido por el alias de J. Posadas, fue un activo militante político argentino de las décadas del 60 y 70, máximo dirigente del Partido Obrero Revolucionario y creador del Grupo Cuarta Internacional, cuyo órgano de difusión fue el periódico Voz Proletaria.

Prolífico y visionario periodista y teórico, el carácter ágrafo de Posadas no le impidió ser el principal animador del órgano partidario. Como Sócrates, no escribió una línea en toda su vida, pero sus charlas, disertaciones, conferencias y hasta sus más banales comentarios eran afanosamente registrados en magnetófonos Gelosso y siguen siendo escrupulosamente transcriptos por sus acólitos, que veían y aún ven en este diestro ex futbolista un genio capaz tanto de llevar al mundo hacia el socialismo en menos que canta un gallo, como de hacer un gol de palomita.

Por eso de que nadie es profeta en su tierra, la producción teórica de Cristalli Frasnelli es tan valorada en los círculos trotskistas internacionales como descalificada en su propio país, donde han perdurado mitos y leyendas que lo tienen como protagonista y apenas si se recuerdan algunos singulares aspectos de sus de por sí originales teorías.

Más allá de algún instructivo sobre el arte de freír milanesas sin que se quemen (como epígrafe de una foto suya con un sartén en la mano demostrativa de su predisposición a llevar la teoría a la praxis), y sus complejas disquisiciones sobre la inteligencia de los delfines, Cristalli Frasnelli introdujo en el socialismo la inquietante hipótesis de que para “derrumbar el capitalismo y la burocracia de los estados obreros e instaurar el socialismo” se hacía imperioso “decir a los seres de otros mundos que deben intervenir ya, colaborar con los habitantes de la Tierra para suprimir la miseria”.

Para el teórico trotskista era necesario hacerles ese llamado, habida cuenta las dificultades que encontraba su partido para desencadenar la revolución planetaria.

La proclama del líder disparó la imaginación de su discípulo Dante Minazzoli, llevándolo a publicar uno de los más importantes aportes a la teoría marxista desde los escritos de Vladimir Ilich Uliánov y Lev Dadívovich Bronstein, su trabajo “Por qué los extraterrestres no se contactan públicamente con nosotros. Cómo ve un marxista el fenómeno Ovni”.

Si bien la revolucionaria teoría sirvió de inspiración para que algunos chuscos la celebraran con la letrilla “No son marcianos ni luces de colores / son posadistas en platos voladores”, el intrigante uso que hizo Minazzoli del adverbio “públicamente”, sobresaltó al mundillo político y al sector de la población confundida por la extraña conclusión que el parapsicólogo, historiador y actor uruguayo Fabio Zerpa extrajo de su primer encuentro con un objeto volador no identificado.

Fue un mediodía del 17 de noviembre de 1959, mientras volaba en un avión de la Fuerza Aérea Argentina, cuando Fabio Zerpa vio que “más allá de la cola de nuestro avión venía volando algo así como un bolígrafo, un aparato cerrado, metálico, de 25 ó 30 metros de largo, sin ventanillas, sin alas, sin hélice, sin gases de la incipiente ingeniería espacial”.

Demudado, Zerpa se volvió hacia el capitán De Nogaetz, piloto de la aeronave y le preguntó: “¿Qué es esto?”.

Con toda naturalidad, el piloto de la Fuerza Aérea Argentina respondió: “Un plato volador”.

Lo que muchos advirtieron pero el popular parapsicólogo no pudo comprender jamás es que había sido abducido por un extraterrestre disfrazado de piloto de la Fuerza Aérea e incapacitado de distinguir un bolígrafo de un plato.

Los posadistas, en cambio, parecían gozar del privilegio de ser contactados en privado por socialistas extraterrestres y, a diferencia de Zerpa, de darse cuenta de ello.

Zerpa nunca reveló la ideología política de los extraterrestres, pero cabe conjeturar que, en sus encuentros privados con Minazzoli o con el propio Posadas, los extraterrestres serehusaron a instaurar el socialismo a escala planetaria, ya que poco después Cristalli Frasnelli declaró en el magnetófono que “la guerra atómica preventiva de los estados obreros contra el imperialismo, es imprescindible para avanzar hacia el comunismo, con lo que quede de la humanidad".

Con lo que quede de la humanidad.

Este perturbador método de imponer el socialismo no podía resultar muy popular y como eslogan proselitista estuvo lejos de ser exitoso, según sugiere la cantidad de votos obtenidos por Cristalli Frasnelli en la elección presidencial de 1958: 37.742.

La sociedad argentina siempre ha sido tan conservadora...

Como la viuda que en el velorio del marido abraza a sus hijos, desde Ganímedes o Alfa Centauro, el compañero Posadas parece decirnos “ahora que somos menos, vamos a estar más unidos”.

Habida cuenta que el proceso de desgrabación todavía prosigue, se ignora cuántas miles de páginas abarca la obra del visionario trotskista. Parte de ella se encuentra a disposición del público en el International Institute for Social History de Amsterdam, pero, observando ciertos comportamientos políticos, cabe conjeturar que algunas ediciones circulan, sino clandestina, al menos discretamente entre nosotros.

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