lunes, 31 de julio de 2017

Mucho circo y poco pan Por Gustavo Rosa

“No hablar de economía” es el consejo que Durán Barba brindó a los candidatos del oficialismo. Claro, porque es lo que peor anda y más afecta. Lo otro se puede disfrazar. Elisa Carrió, otra artífice inexplicable del Cambio, aunque aparece menos en el parlamento que en TV, con su apabullante sinceridad, un poco de eficacia del guión, otro poco de contundencia del recitado y el resto, de complicidad de los entrevistadores seduce a quienes deberían sentirse incluidos en sus diatribas infundadas. Los diputados oficialistas suspendieron las vacaciones para tratar de expulsar a su par Julio De Vido contra lo que la Constitución dispone. Si rascamos un poco el maquillaje, quedará al descubierto el horrendo pellejo del Cambio. El espectáculo es tan confuso que necesita notas al pie. Lo importante es castigar, aunque no se entienda bien por qué. Y aplaudir el castigo más allá de que llegue pisoteando todas las leyes.

“No hablar de economía” es el consejo que Durán Barba brindó a los candidatos del oficialismo. Claro, porque es el tópico que peor anda y que más afecta. Lo otro se puede disfrazar. La tele puede mostrar cinco veces un cargamento de marihuana secuestrado sólo una, ocultar los delitos que ocurren en intendencias macristas pero vociferar los que se producen en los kirchneristas y diseñar los episodios más apasionantes de la novela Los K se robaron todo.

El asesor ecuatoriano ha tenido bastante éxito con sus estrategias: ha convertido a Macri en presidente; ha logrado embaucar la voluntad electoral; ha transformado al ciudadano en público cautivo. Pero no es todo poderoso. La parafernalia mediática del poder real, algunas espadas políticas y un grupo de peones judiciales han ayudado bastante. Sin embargo, la realidad relatada por las pantallas empieza a tener las fisuras inocultables producidas por los efectos de un plan perverso que no tiene nobles objetivos.

Aunque aparece menos en el parlamento que en los estudios de TV, la diputada Elisa Carrió –que olvidó cómo volver a ser Lilita- es otra artífice inexplicable del Cambio. La alianza electoral con el que otrora tildaba de estúpido, contrabandista y mafioso resulta tan funcional como explosiva. Su treta de no hablar tan bien pero tampoco tan mal, de ametrallar con denuncias incongruentes hacia todos los flancos y de enamorar a la teleaudiencia con su histriónica labia la ha convertido en la candidata favorita de la capital del país. Y eso que el año pasado justificó sus constantes viajes al extranjero con un “este país apesta” o fundamentó su posición anti-feriados con “en Argentina nadie quiere trabajar”.

Ahora pretende flexibilizar a los trabajadores sentenciando que no están capacitados, contra la opinión de muchas organizaciones de la industria y la empresa. A pesar de que sus seguidores deberían sentirse incluidos en sus diatribas infundadas, su apabullante sinceridad los seduce, un poco por la eficacia del guión, otro poco por la contundencia del recitado y el resto, por la complicidad de los entrevistadores.

Pero, si rascamos un poco el maquillaje, quedará al descubierto el horrendo pellejo del Cambio. Los diputados oficialistas suspendieron las vacaciones para dilapidar a su par Julio De Vido y tratar de expulsarlo de la Cámara Baja contra lo que la Constitución dispone. La inhabilidad física o moral que esgrimen debe ser posterior a su incorporación y sólo puede ser arrestado si es sorprendido in fraganti en la comisión de un delito. Y en caso de que un juez requiera su presencia en tribunales por escrito –algo que no pasó- apenas pueden suspenderlo. Como la campaña encuentra tan flojo de logros al oficialismo, todos deben contribuir con un granito de arena.
Luminarias que ciegan

El que se puso al hombro la expulsión de De Vido es el presidente de la comisión de Asuntos Constitucionales, el diputado Pablo Tonelli, usurpador de un puesto en el Consejo de la Magistratura que correspondía a la oposición. Aunque ahora se lo ve muy firme en su decisión de condenar moralmente al ex funcionario kirchnerista, en una situación similar, su postura fue diferente.

En 2006, cuando el mismo cuerpo debatía la incorporación del ex comisario Luis Abelardo Patti por delitos de Lesa Humanidad, Tonelli decía: “si el proceso de impugnación es político, no pueden imputarse delitos previstos en el código penal. Hay que hacer abstracción de la persona pues las garantías son para todos”. Menos para los kirchneristas, claro. Patti terminó fuera del Congreso y en la cárcel porque un personero de la dictadura no puede ser representante en democracia. Pero para los PRO desterrar al kirchnerismo es más importante que la coherencia.

Como las encuestadoras sugieren que deben remar bastante para alcanzar un número digno, los galeotes recurren a todas sus fuerzas. Casi en feria judicial, el juez Claudio Bonadío, nacido en una servilleta y con un prontuario de sátira, ordenó la detención del contador de los Kirchner a pesar de haberse declarado incompetente en la causa Los Sauces. Que un juez ordene prisión en un proceso que está en manos de otro –Julián Ercolini- ya es una atrocidad legal, pero que disponga el traslado del detenido como si fuera un peligroso asesino es una exageración. Si tenemos en cuenta todo esto, Víctor Manzanares fue víctima de un secuestro del que fueron testigos millones de televidentes. Un festín para los medios hegemónicos y un poco de vitamina para la campaña amarilla. Un gasto más que pagamos entre todos y que beneficia a unos pocos.

Mientras los desocupados se sumergen en el maravilloso mundo de la fabricación de cerveza artesanal por consejo del candidato Esteban Bullrich, los actos de este circo se suceden con un vértigo enloquecedor. El espectador no sabe a quién aplaudir o abuchear. Aunque no pueda comprar leche debe reconocer a los villanos. El maestro de ceremonias estampará una K gigante en la espalda del próximo personaje, ya sea docente, militante, villero o presidente de un organismo internacional. Desde las butacas, los pulgares hacia abajo alientan la condena, a pesar de que los motivos se confunden con la persecución ideológica. Si no es la procuradora Alejandra Gils Carbó, será Pedro Biscay, el integrante por la oposición del directorio del Banco Central. Si en breve está afuera de su democrático cargo es por haber cuestionado la política económica y el endeudamiento y no por corrupción, como intentarán imponer.

El espectáculo es tan confuso que necesita notas al pie. Lo importante es castigar, aunque no se entienda bien por qué. Y aplaudir el castigo más allá de que llegue pisoteando todas las leyes. Si en Brasil se destituye a Dilma Rousseff, el presidente de facto será el héroe, aunque esté hundiendo al gigante en un pantano pestilente. Si una sentencia caprichosa cercena la vuelta de Lula, el juez será un prócer.

La mirada internacional de este gobierno clasista ensancha la grieta en todas las latitudes. En Venezuela también. Al empresidente Macri le falló su jugada en la Cumbre del Mercosur en Mendoza: no pudo condenar a Maduro porque Bolivia y Uruguay votaron con mesura. Un fracaso más en plena campaña. Y una contradicción más porque el Ingeniero alienta en Venezuela una oposición que acá no toleraría.

La grieta afecta a casi todo el mundo pero en algunos países la sobrellevan mejor. En el nuestro, todavía estamos discutiendo cómo distribuir el ingreso, cómo lograr que 40 millones de personas vivan sin apuros en un territorio que produce para diez veces más. Más de dos siglos llevamos en esa contienda, mientras los que pretenden quedarse con todo nos invitan a tirar juntos para el mismo lado.

Ahora que retrocedimos varios casilleros, quieren convencernos de que lo mejor es ganar menos. El salario de gran parte de los trabajadores apenas cubre la mitad de lo que necesitan, pero Ellos quieren que renuncien a más. Ahí está la grieta: que los que no saben lo que es una carencia exijan sacrificios a los que tienen casi nada para sacrificar. Y la grieta se ensancha aún más cuando, en lugar de reconocer que las recetas han fracasado, ofrecen más circo para continuar con su aplicación. Como inyectar veneno en el enfermo en lugar del antibiótico que podría curarlo.

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