miércoles, 31 de agosto de 2016

Un picaporte roto, o una hilera de caracoles.
Piedras ordenadas y no, enredadera junto al agua.
Cuadros de películas, de músicos en Abbey Road,
de General, de Eva y paredes dibujadas con carbón.
Mates de madera, de plata, de compañía, sillas de retazos 
cansadas, velador cromado alumbra su pantalla.
Y papeles dichos, amordazados, haraganes,
quedos, escribientes, tecleados a negro tacto, piel, madera en los pies, y no.
Espalda ceñida al silencio, al patio desnudo, a las vitrinas fotografiadas en color sepia, y voces.
Y no tú.
Goznes, cortinas de alambre, el azul, el amarillo, las copas y la mirada siempre viva del niño grande que ya es.
Y no.
Fósforo, tabaco, humo en la orilla de los sonidos del urbe roto.
Rincón del ánima que milita la esperanza.
GB

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