domingo, 21 de agosto de 2016

ROZITCHNER

Filósofos de peluche
Alejandro Rozitchner se presenta como el filósofo del presidente, que “se especializa en temas motivacionales, brindando cursos sobre el entusiasmo y la alegría”. En contra de esta tradición crítica de la Ilustración Rozitchner afirma que hay que abandonar la actitud crítica porque los que entienden que la filosofía así están en contra de todo. A Macri no le interesa un filósofo de verdad.

Por Angelina Uzín Olleros*
(especial para La Tecl@ Eñe)
Filosofía barata y zapatos de goma

Recuerdo un Congreso de Filosofía, enero de 2010 en la Universidad Autónoma de México, vendían los muñecos de peluche de los filósofos, toda una novedad para mí. Estaban los muñecos de Kant, Nietzsche, Marx, Foucault, Lacan…, junto a grandes mesas con tazas, bolsos, remeras que portaban imágenes y frases célebres de la filosofía.

Muchos libros de grandes filósofos, obras completas y separatas junto a una importante cantidad de revistas sobre esas obras, o temas muy puntuales referidos a tesis de las escuelas y corrientes filosóficas más significativas de la historia de las ideas. Incluso autores que no han sido necesariamente filósofos (o reconocidos como tales) pero que sus aportes dejaron huellas profundas en los pensamientos y culturas posteriores a su propuesta como Freud, Weber, Levi Strauss…

A partir de los planteos del fin de las ideologías, los horizontes de incertidumbre y toda clase de relativismo, lo sólido se evaporó dando lugar a la modernidad líquida. Ideas que se escurren entre los dedos, el rostro humano que se pierde en la arena cuando sube la marea, metáfora foucaultiana en Las palabras y las cosas, donde lo que se pierde es el objeto que ha construido las ciencias humanas, quedando subjetividades que aparecen epocalmente para desaparecer después.

Las teorías pierden consistencia en la inconsistencia del transcurrir y el devenir, los cambios y transformaciones disuelven toda pretensión de solidez conceptual ante la necesidad de actualizar las categorías de análisis para dar cuenta de lo que ocurre, de lo que acontece, de lo que nos pasa como sociedad, como individuos, como ciudadanos.

“Quise quedarme pero me fui…” dice el estribillo de la canción de Charly García, seguramente éste es el movimiento que hace la filosofía en su pretensión de universalidad, esa visión panorámica se acorta ante lo que ocurre desbordando el plano teórico, dejándolo solo en su intemperie. “El ómnibus se ha ido, el amor se ha vencido…” es la imagen de haber perdido el rumbo y el impulso de vida para seguir pensando aún cuando el desafío de sostenerse resulte a veces imposible.

Hace unos días, entre Kant y Foucault pude ver al filósofo de Macri como el rostro que ningunea la larga tradición especulativa, diciendo en TV que hay que dejar de lado la crítica, abandonar el sujeto crítico. Ahí, en ese punto, en ese abismo, regresa el impulso por decir y pensar filosóficamente, existencialmente sobre el peligro de no-pensar, de no-reflexionar, de no-ser.
Kant de peluche
Una crítica a la negación de la crítica

Alejandro Rozitchner se presenta como el filósofo del presidente, en wikipedia dicen que es un filósofo que “se especializa en temas motivacionales, brindando cursos sobre el entusiasmo y la alegría”. Alrededor de una mesa con forma redonda, a medianoche, “Animales sueltos” es el programa, afirma que hay que abandonar la actitud crítica, dejar de ser críticos porque los que entienden que la filosofía es una actividad crítica están en contra de todo, todo les cae mal, viven haciendo oposición y construyendo enemigos.

Esto es la caricatura de lo que venía ocurriendo en la década de los ’90, no es el muñeco de peluche del filósofo preferido que queda en el estante de la biblioteca personal junto a los libros del pensador; es la cáscara hueca, el barril sin fondo de la larga historia de las ideas, de las luchas, de la resistencia.  Es la farandulización en sí misma, no como acompañante contrafóbico del pensamiento filosófico sino la farándula como tal, como el pum para arriba, como el globo amarillo, como la tontera, donde en apariencia el presidente y su doble es lo mismo en el escenario del circo mediático.

Recuerdo que, a comienzos del menemato, Rozitchner publicó junto a Mario Pergolini Saquen una hoja, en un intento fallido de pensamiento progresista sobre la educación. Cito esto porque también en los ’90 existió una corriente “progre” unida a lo políticamente correcto. Esa apariencia progresista más tarde dejó caer su velo para mostrarse como lo que realmente es: una postura conservadora que apuesta a la despolitización y a la ausencia de discernimiento. No es lo mismo un burro que un gran profesor, no lo es a pesar suyo.

La crítica, desde los pensadores griegos en adelante, significa “separar” lo importante de lo accesorio, dada la importancia del sujeto que piensa y que construye realidades, la crítica toma forma de autocrítica, capacidad de juzgar y de juzgarse a sí mismo. Según Kant, la humanidad va a hacer uso de su propia razón sin someterse a ninguna autoridad, la crítica tiene entonces el rol de definir las condiciones en las que el uso de la razón sea legítimo para determinar lo que se puede conocer, lo que hay que hacer y lo que está permitido esperar. Un uso ilegítimo de la razón es el que se hace mediante la necesidad ilusoria del dogmatismo y la heteronomía (pienso pero tengo que obedecer);  por el contrario un uso legítimo de la razón es el que se define claramente en sus principios y que está garantizado por la autonomía.

La Ilustración, corriente de pensamiento esencialmente crítica, no es pues solamente el proceso por el cual los individuos verían garantizada su libertad personal de pensamiento; en ella hay superposición del uso universal, del uso libre y el uso público de la razón. Desterrar la crítica es clausurar esta capacidad de pensar por nosotros mismos y cuestionar lo que se presenta ante nuestros ojos (ya sea como verdad o como única salida).

Analizando el pensamiento kantiano, la Ilustración es para Foucault un tipo de interrogación filosófica que problematiza nuestra relación con el presente y nuestro modo de ser histórico, así como también la constitución de uno mismo como sujeto autónomo. Ser un ilustrado no es estar ligado a unos elementos de doctrina sino reactivar permanentemente la actitud crítica, por eso define la ilustración como “... un êthos filosófico que se podría caracterizar como crítica permanente de nuestro ser histórico”.

Nicolás Casullo proponía hacer una crítica cultural para crear una cultura crítica, y lo decía en los años ’90 asediados por el neoliberalismo posmoderno. Es por esto que resulta necesario pensar el presente como sujetos que pueden y deben ejercitar la crítica, el objetivo no es llegar al sin sentido del nihilismo, es hacer algo por nosotros mismos y por los otros seres humanos, aunque eso no signifique cambiar el mundo sino transformar una parte del mundo desde el pequeño horizonte que alimentamos en nuestra humana transitoriedad. En contra de esta tradición crítica, Macri tiene su filósofo de peluche, no le interesa un filósofo de verdad.


Buenos Aires, 17 de agosto de 2016

*Dra en Ciencias Sociales . Máster en Filosofía. Docente en UADER y UNR. Escritora.

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