viernes, 30 de octubre de 2015

Hablarles a unos para decirles a otros

Ante el inédito escenario de ballotage, la estrategia política del Frente para la Victoria no debe centrarse exclusivamente en captar aquellos votos que le han sido esquivos. Quizá sea más efectivo decirle algo a algunos pero hablándoles a otros.

Por Raúl Lemos*

Finalmente estamos en ballotage con la hegemonía kirchnerista seriamente cuestionada, y aunque cueste creerlo la fuerza insinuada para suplantarla es el Pro de Mauricio Macri.

Se escucha por estos días que se hizo mal en subestimar la imagen de Macri, que es como una forma de decir que para la política tan palurdo no es.

Lo que interesa es determinar con la suficiente aproximación qué es lo que ha conectado hasta ahora al jefe del Pro con la parte de la sociedad que lo votó o que eventualmente podría hacerlo.

En la consideración acerca de la visualización de un dirigente en su potencialidad como futuro presidente, intervienen dos aspectos estructurales y por ende constitutivos. El primero, concierne a las condiciones personales del sujeto- candidato, o al menos a algunas de ellas, sin las cuáles este no sería objeto de ese interés por parte del sector social que lo elige. El segundo, se refiere a la índole del interés de ese sector que lo ha impulsado a ese lugar en expectativa.

Es decir, la elección de una persona para cumplir, como en este caso, el rol de conductor de un país se compone necesaria e invariablemente de dos aspectos que se alimentan recíprocamente.

En este contexto, la adjudicación del mote de palurdo o alguno similar se relativiza, pues se puede dar que más allá de esa imagen, a quienes deciden ungirlo solo les interese para la construcción de sentido que como bloque social hacen, solamente algunos aspectos de ese dirigente al que erigen como líder.

En este último sentido, quedó demostrado por la localización del voto del Pro la clara preferencia de las clases medias y medias más altas de las grandes y medianas concentraciones humanas, quizá similar a la que tuvo Carlos Menem para ganar la primera vuelta del 2003 frente a Néstor Kirchner.

Ese sector de la sociedad, y para expresarlo con crudeza, no centra su atención principal en las significativas conquistas sociales que mejoraron la vida de los sectores más humildes, ni la instalación de la política como eje principal de las decisiones, ni todos los avances en ciencia y tecnología como haber colocado dos satélites en órbita y muchísimo menos la política de derechos humanos de este gobierno, para citar solamente algunos de los logros más significativos. Tampoco acreditan a favor de este gobierno la condición de garante de la vigencia a futuro de las paritarias nacionales, y en cambio sí le enrostran ser el culpable de la merma en su evolución económica, pues no les permite adquirir dólares de manera irrestricta.

El sujeto medio que integra este colectivo, no necesita lo que otros sectores valoran como virtud en un dirigente político, y por tanto, si alguna ves pueden haber apoyado a un Alfonsín o un Kirchner o una Cristina Fernández, es exclusiva y excluyentemente porque en algo le convenía a su interés de clase, aunque tan sólo fuera la gobernabilidad. No son valiosas, en orden a su predilección electoral, las virtudes superiores de liderazgo para emprender una epopeya, como las que, con mayor o menor éxito, tuvieron que emprender los nombrados en la nueva etapa democrática para poder asumir la tarea de reconstruir un país desde su ruina económica, política y social.

En cambio, si les interesa que el líder que eligen sea un nombre de negocios, haya sido eficaz para administrar el club de fútbol con mayor cantidad de hinchas, y principalmente la condición de ser un hombre del poder real, es decir, el económico. Porque ese valor es el que está en la cúspide del deseo de estos sectores: su realización como ser humano mediante la posesión de bienes, bien sea para gozarlos, bien sea para exhibirlos.

Si se miran nuevamente los porcentajes en que quedó dividido el electorado se verifica que éste es un sector minoritario de un 34,33 % frente al restante 65,67 % que, a juzgar por el núcleo de ideas que votaron cada uno un su respectivo estrato partidario, no comparten la radicalización confrontativa de las posiciones neoliberales de Cambiemos, aunque hayan sido desmentidas desde la noche de las Paso, pero sin quererlo pueden quedar muchos arrastrados hacia ellas. Por tanto, se impone una estrategia de disección entre unos y otros. Los unos son los descriptos, los otros son principalmente los que el Frente Renovador le sustrajo al denominado campo popular y que aún sin un sentido de pertenencia tan cerrada al mismo, tampoco comparten en toda su extensión aquella escala de valores y difícilmente quieran asumir el riesgo de volver al pasado de los noventa.

La pregunta es ¿cuál es la manera más efectiva para que se opere una depuración en la masa votante que haga que cada sector elija con objetiva aproximación a su interés?

El comienzo de esta nota centrada en la figura del líder del Pro y en las características del sector social que lo sigue, iba en la dirección de esa respuesta. ¿Por qué? Porque en principio, y a pesar de lo incontrastablemente realizado y fehacientemente comunicado por este Gobierno en comparación con cualquier otro de la democracia, la prédica acerca de la bobería de Macri y su entorno no ha tenido éxito. Pues precisamente, más allá de ser esa una condición real o fingida del sujeto en cuestión, lo que predomina en este caso es el interés de quienes lo siguen y lo elijen para su finalidad. No sólo los políticos usan a la gente, a veces, para inconfesables intereses; la sociedad también sabe hacerlo, sólo que es perfectamente legítimo y validado por la democracia.

Aunque suene ingenuo, a quien hay que interpelar fuertemente es al sector social que lo apoya para que reflexione en su intención, y si no que se haga a cargo del desastre al que con su interés individual de clase está dispuesto a llevar al país. ¿Para qué? ¿Para hacerlos cambiar de parecer? Con mucha suerte a algunos, pero ese no es el objetivo principal de la interpelación, sino el de mostrarle al resto, especialmente a los votos peronistas del Frente Renovador, cuál es el camino al que podrían estar siendo conducidos sin advertirlo y que tienen muchas más cosas que los alejan del Pro que del Frente para la Victoria, al que muchos ya deben haber votado. Pero para ello es necesario elaborar un mensaje específico dirigido a la base social del Pro, en lugar de seguir haciendo eje en la bobería de su dirigencia que, claro está, no dio resultado, pues el detrimento para la mayoría que implica el mero interés de clase que detentan queda oculto detrás de los globos amarillos que flotan en el aire mientras ellos danzan. Y esa escena es la que impacta más que mil críticas en las miradas de los ajenos a ese juego que ahora hay que convencer.

Y tampoco centrarse exclusivamente en captar esos votos que le han sido esquivos al proyecto popular de una base también peronista, pues naturalmente alertados de ello como a cualquiera que lo buscan para pedirle algo, es muy probable se los encuentre a la defensiva en consonancia con las operaciones y puestas en escena realizadas desde la cúpula del Frente Renovador para llevar agua a su molino, con prescindencia del objetivo superior.

Por ello, quizá sea más efectivo decirle algo a algunos pero hablándoles a otros.

Buenos Aires, 29 de octubre de 2015

* Miembro fundador e integrante de la Mesa Provincial del Partido Solidaridad e Igualdad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario