lunes, 17 de agosto de 2015

El pozo magnético Por Carlos Barragán

Las grandes ideas de los intelectuales no siempre son bien recibidas. Ahí está la fórmula que descubrió Beatriz Sarlo que según ella resolvería el problema de la oposición. Calculó mentalmente: si se baja Massa y se baja Vidal, no les gana nadie. No les ganarían a los otros, porque Vidal y Massa perderían sin participar. Yo de matemáticas sé muy poco, así que no me meto. No sabría cómo sumar votos que no existen, ni voluntades que desconocen hasta los propios electores. Pero Laura Alonso y Eduardo Amadeo se enojaron mucho con Beatriz y le tiraron con algún tuit por la cabeza.

Ese estilo tan del PRO de hacer política tocando la pantallita del celular. El otro estilo PRO de hacer política es esperar a que se inunde un barrio, ponerse un par de botas de goma y meterse en el agua aunque a tres metros esté la gente caminando por una vereda seca y todo eso se vea en una misma foto. Uno diría: la intención es malsana, pero el fotógrafo es bobo. Y qué poco le duró el falso kirchnerismo a Macri, pobre. Con el esfuerzo que habrá hecho para leer en el teleprompter todas esas promesas de mentira. Pero cuando tuvo a sus auspiciantes en frente (en un almuerzo donde los grandes empresarios comen sólo comida) se olvidó del nuevo personaje y volvió a ser el que era.

El Macri que quiere gobernar para que gobiernen otros. Quizá sea de vago que es. Quizá sea de garca. Quizá sea porque Duran Barba le dijo. La oposición no sólo se saca fotos en el agua, manda tuits, y le promete al mercado entregarle el país. También tiene diálogos enfermizos como este de Lanata con Carrió. Que le juro que es verdad y se lo voy a transcribir. Ocurrió en radio Mitre. De nuevo: juro que fue así. Transcribo posta. Dice Lanata: “El otro día te escuchaba diciendo algo que me parece que te equivocaste. Muchísimas cosas que vos decís terminan sucediendo, la mayoría de las cosas que vos decís terminan sucediendo. (Como cuando La Cámpora recibió a los tractores del campo a los balazos en la Gral. Paz, que fue una predicción de ella.

Ojo, que también la pegó con el autogolpe que se dio Néstor en 2009). Sigue Lanata: “Pero cuando vos decís que van a matar a Scioli me parece que te equivocás porque eso termina desacreditando lo otro, me entendés.” (Claro, si pifia una, todas las demás pegadas que tuvo caerían en un olvido injusto. Que se juegue toda su credibilidad a un magnicidio es un riesgo para su prestigio). Carrió dice: “Puede ser, pero viste que la verdad es inoportuna.” (Aunque a veces habría que darle alguna oportunidad a la verdad). Lanata dice: “Me pasa igual que cuando te escucho decir: si gana Aníbal me van a matar.

También podría matarte hoy Aníbal, es jefe de Gabinete.” (Obvio, y la verdad que esa costumbre de matar que tienen los jefes de gabinete habría que cambiarla por otra. Podrían mascar tabaco, por ejemplo). Carrió dice: “Lo que pasa es que todavía a octubre no te pueden tocar porque pueden perder las elecciones.” (Tiene razón. Porque si bien las elecciones anteriores se ganaron matando gente, no hay que abusar del método porque se van a avivar). Sigue Carrió: “Ahora, esto te lo dice todo el mundo de Inteligencia, ¿eh? A vos también te va a pasar, así que no te preocupes.”

Y es raro porque si Carrió me dijera que me van a matar, sería la mejor garantía de salud. Pero si al mismo tiempo me dice que no me preocupe, me preocuparía. No sé qué pensará Lanata de todo esto. Seguramente piense que está haciendo periodismo. Y me acuerdo cuando los periodistas serios despotricaban contra José De Zer por perseguir duendes en casas abandonadas y chupacabras por el campo. Marcianos en el Uritorco y pozos magnéticos en el Conurbano. Aquellas hermosas notas periodísticas en Nuevediario que “el fundador de Página 12” seguramente clasificaría como bizarras. ¡Seguime, Chango! Parece decirle Carrió al periodista de Magnetto. ¡Seguime, boludo! que tenemos que seguir inflando la bronca desesperada de nuestro público. Pero si José De Zer fue el periodista del misterio, de lo incomprensible, de las zonas oscuras del mundo y de los sueños.

Si fue el único que se animó a hacer crónicas periodísticas con las fantasías que habitan en el pueblo, Lanata eligió ser el cronista del odio. Del odio en su versión más estúpida y enfermiza. No nos habla de hechos ni de política. Nos cuenta cómo, cuánto, qué y a quién odiar. Y quizá no haya que escandalizarse. Es un laburo que se paga. En algún momento hubo verdugos que cobraban por cada trabajo. Y como decía mi amigo el Toti: “el verdugo no pregunta: '¿esta cabeza de quién es?'” Y la verdad que Lanata no tiene guillotina ni cimitarra. Apenas un público que pone sus ojos y oídos para que él se los llene de un odio que parece venir del más allá. De un pozo magnético.

iNFO|news

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