viernes, 21 de agosto de 2015

El deporte de acusar sin pruebas Por Tali Goldman

Lo que más me llamó la atención cuando entré por primera vez al barrio Alto Comedero de la Tupac Amaru fue la limpieza. Ni un papelito en el piso, pensé. Después se me cayeron un par de lágrimas que sequé rápido, porque no me permití semejante papelón ante Pachila, la mujer que nos hacía de guía turística. Vestida con un pantalón caqui y una remera con el logo de la organización, la jujeña de unos treinta y cinco años y seis hijos, que nació en la calle, ejerció la prostitución, fue víctima de violencia de género, entre tantos otros avatares en su vida, nos mostró las casas (incluso la suya, hermosa), las fábricas (textil, metalúrgica y de bloques), el polideportivo, el parque acuático, las canchas y tantas otras comodidades que tiene el barrio en el que construyeron 3000 viviendas.

Después Pachila nos llevó a la inauguración del terciario, donde cientos de jóvenes iban a poder estudiar carreras de carreras como economía social, agente sanitario y turismo, entre otras.

Jóvenes cuyos padres-literalmente-no habían terminado ni el primario. Y ahí venía Milagro Sala, seguida por un séquito de compañeros. Levantó la mano y automáticamente las miles de personas que la seguían hicieron un silencio sepulcral. Qué capacidad de liderazgo, pensé. Milagro habló, arengó, se abrazó, cantó, saltó y bailó. Y ahí entendí por qué el odio desmesurado hacia ella.

Esa negra, pobre, jujeña, descendiente de las tribus originarias del norte, cambió radicalmente el estilo y la forma de vida de cientos de miles de personas que fueron las más relegadas en la década del 90. Y eso no es gratis. Para el histórico poder local-ese caudillismo que no distingue entre peronistas y radicales, derechas o izquierdas, en complicidad con el poder mediático y judicial- Milagro Sala simboliza el mal.

En las últimas horas, el senador nacional Gerardo Morales la acusó de estar detrás de la muerte del militante Jorge Ariel Velázquez. ¿Qué pruebas tienen Morales y el radicalismo para semejante afirmación? Absolutamente ninguna.

Desde que la Organización Tupac Amaru creció exponencialmente, a Milagro la acusaron de: asesina, ladrona, nazi, mentirosa, fabuladora, barrabrava, y podría seguir. Y siempre con la misma y única prueba: ninguna. O peor, la discriminación hacia una mujer que le devolvió a los jujeños calidad de vida, salud, educación, trabajo y alegría. Mucha alegría.

iNFO|news


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