martes, 14 de julio de 2015

Carmelo Cipollone "Esperamos un resarcimiento histórico"

Es uno de los testigos en el juicio a jefes y oficiales de la Marina y la Prefectura Naval que ayer comenzó en La Plata. Recuerdos del horror y elogio a la militancia.

"Ahora es hermoso militar. Es lindo y un poco creo que lo deben a nosotros, al precio que hemos pagado para que las cosas sean como son hoy", dice Carmelo Cipollone. Cuando tenía 23 años militaba en la Juventud Trabajadora Peronista (JTP) y trabajaba en la empresa Propulsora Siderúrgica, hoy Siderar. El 24 de marzo de 1976 fue secuestrado por una patota de la Armada Argentina: estuvo desaparecido y en cautiverio en el Liceo Naval de Ensenada, fue detenido en la Unidad N° 9 y se exilió en Italia. Ayer participó del inicio del juicio por crímenes de lesa humanidad que el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de La Plata realiza a ocho jefes y oficiales de la Marina y Prefectura Naval de La Plata por los homicidios de dos personas y las torturas y secuestros cometidos contra 39 de trabajadores del Polo Petroquímico de La Plata durante la última dictadura cívico-militar.
"Es importantísimo este juicio. Es fundamental, porque es el primero donde se implican complicidades de los gremios como la UOM y de la empresas. Yo trabajaba en Propulsora Siderúrgica, que hoy es Siderar, donde hubo muchos compañeros desaparecidos y asesinados. Y nosotros estamos esperando el resarcimiento histórico: ¿por qué nos echaron por abandono de tareas cuando ellos sabían de que nos habían mandado a que nos secuestraran?", apunta Cipollone al finalizar la primera audiencia del debate en el que será uno de los más de cien testigos. Y aclara: "No lograron cambiar nada en mi vida."
En la primera audiencia del debate, que se extenderá por al menos cuatro meses, los seis imputados presentes –dos no estuvieron por cuestiones de salud– se negaron a declarar. Las audiencias continuarán en agosto, después de la feria judicial.
–¿Cómo lo secuestraron?
–A mí me secuestraron en mi casa. Soy de Berisso. Estaba durmiendo con mi esposa y mis dos hijos, ahora tengo cinco, cuando a las 8 de la mañana rompieron la puerta e ingresó todo un batallón de la Marina. Yo tenía 23 años y para mí era toda la Marina, nada más le faltaban los barcos. Yo era militante de la Juventud Peronista. Y lo sigo siendo, no lograron cambiar nada en mi vida, ni con los golpes ni con los barrotes, ni las humillaciones.
–¿Dónde estuvo detenido?
–Pasé por la Unidad 9 y por la Escuela o el Liceo Naval, que es por lo que se los está juzgando. Es importantísimo llegar a identificar al Liceo como un centro de detención, o como lo que era: un centro de acopio de prisioneros. Con el juez Arnaldo Corazza (NdR: en 2012 se realizó una inspección ocular en el marco de la instrucción de esta causa) lo reconocimos, encontramos ese lugar donde nos tuvieron encapuchados, tabicados... pero destruyeron todo, entonces, aunque no hago cómplice a la justicia, denuncio la falta de justicia. En ese momento con la intervención de un fiscal tal vez se hubiera evitado esa destrucción.
–Luego fue detenido en la Unidad 9 y se exilió...
–Yo soy italiano, vine al país con un año y medio, así que amo esta patria y hubiera dado la vida por esta patria, por mis ideales. Pero al ser italiano intervino el Consulado italiano porque mi mamá salió a buscarme y puso el pecho en todos lados, y fue a la Embajada a pedir saber dónde estaba. Gracias a esos movimientos de mi mamá supo que yo estaba en la Unidad 9 y el 24 de marzo me largaron. El cónsul italiano de La Plata me dijo que me vaya para resguardarme: me pagaron el pasaje y me mandaron con mi familia a Italia. Con 23 años, me tuve que exiliar. Volví un poco antes de la democracia: en 1978 vino mi esposa, que estaba embarazada, y al año siguiente vine yo. Tenía mucho miedo, pero quería volver.
–¿Su detención se produjo por la militancia en la JP?
–Era militante de la Juventud Trabajadora Peronista. En 11 y 56 teníamos la Unidad Básica de la Jotatepé. Y lo nuestro era militancia. ¡Tenía 23 años! Ahora le cuento a los chicos lo que significaba ser militante en ese entonces, en el que teníamos que andar mirando para todos lados, porque estabas haciendo una pintada y capaz que te metían un balazo. Y ahora es hermoso militar. Y un poco creo que lo deben a nosotros, al precio que hemos pagado para que las cosas sean como son hoy. «

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