En principio parece el título de una de esas películas yanquis de bajo costo, de resolución obvia, que se pueden ver un domingo por la tarde en algún canal de cable. "En búsqueda del cariño" –es el título–, podría contar la historia de un/una joven que siempre se ha mostrado frío, distante, ajeno a los sentimientos más básicos, con una mirada gélida que no da confianza en quien la recibe. En suma, un tipo/tipa que no te dan ganas de abrazar, ni lo considerarías amigo. Y de pronto, algo ocurre en su vida que lo hace cambiar. Ese joven que desconocía el afecto y que no generaba cariño en los demás, da un vuelco en su vida. Es otro. Deja atrás la frialdad, el trato distante, la mirada de pez, para mostrarse afectuoso con los otros, escucha sus problemas, se compromete afectivamente, hasta lagrimea. Los toca.
Después de tanto tiempo de mostrarse distante ante los problemas de los demás, ese joven adinerado, que nació en "una cuna de oro" –como decía mi abuelita–, lo que lo hacía ajeno a la dura vida diaria de los humildes, se sienta en la mesa de los pobres, les abre su corazón y se convierte en otro.
Hizo un largo camino en la búsqueda del cariño. Y lo encuentra. Y se lo cuenta a todos. El final de la película lo muestra distintos, con una sonrisa en el rostro, abrazando al que lo necesita.
"En búsqueda del cariño" se llama o al menos esa es la traducción con la que llegó a la TV argentina. Al fin y al cabo una película.
Imagínense una escena del final, con el joven mirando a cámara –pónganle el fondo que quieran, un prado, una playa, una ventana por donde llega el sol–, y diciendo: "Hace un tiempo que buscaba una ocasión para contar algunos momentos importantes de mi vida. Situaciones del pasado que me marcaron profundamente, y otras –como la que estoy viviendo ahora– que sin duda serán fundamentales en mi biografía", expresa.
"Es el gran desafío de vivir", culmina su mensaje.
¡Aguante la ficción!, se podría gritar.
¿Ficción? A veces la vida real la iguala, o hasta la supera.
Las palabras de unos párrafos atrás pertenecen a la vida real. Con mayor precisión, han sido sacadas de la nueva campaña de Mauricio Macri. Forma parte de mensajes que reciben en sus mails miles de argentinos, o al menos porteños, en los que el precandidato presidencial del Pro habla de lo que siente y de lo que pretende hacer. Las titula "El gran desafío", y hasta tiene un sitio web –al que invita a entrar–, donde se desarrollan estos desafíos de vida y habla de los momentos más fuertes de su vida.
Será a causa de esos lugares inexplorados de su cerebro a los que llegó gracias a los cuencos tibetanos, al cambio de tono que el ecuatoriano Jaime Duran Barba quiere darle a la campaña, o simplemente por la desesperación de la que es presa porque ve que con su viejo estilo de campaña no llega.
El "viejo" Macri tiene un techo. Así se lo están diciendo las últimas encuestas y se lo ha ratificado el triunfo ajustadísimo de su "pollo", Horacio Rodríguez Larreta, en su feudo porteño.
Ese Macri de la mirada distante del empresario exitoso, ese que asegura que el fútbol televisado debe volver a ser para los que tienen plata y pueden pagarlo, que muestra su cara neoliberal, su profundo y encarnizado antikirchnerismo, le pone un límite a sus aspiraciones de ganar las presidenciales de octubre.
Por eso cambia. Los spots de campaña lo muestran cariñoso, afectuoso con los necesitados, les asegura que seguirán viendo gratis el fútbol en sus casas por más humildes que estas sean, que continuarán recibiendo los beneficios que hacen de su vida y la de sus hijos algo mucho más llevadero, que la Argentina seguirá teniendo un aerolínea de bandera y que seguiremos siendo los dueños del petróleo que está bajo nuestros pies.
Es otro.
¿Es otro?
Ya están Duran Barba y los suyos haciendo encuestas, focus groups, debates intensos para descubrir si este cambio de imagen se refleja positivamente en el electorado. Si el cambio llegó.
Porque el cambio cambió.
Porque el cambio propuesto ya no es ese de tirar al kirchnerismo por la ventana y encaminarse hacia algo totalmente distinto. El nuevo cambio es el de un Macri que aprecia el rol de un Estado fuerte.
Más que cambiar el modelo político, se ha cambiado al candidato.
Ese muchacho frío y rico de la película ahora se desvive por encontrar el cariño… de los votantes.
¿Le alcanzará? ¿A su viejo público le gustará, le resultará confiable este nuevo modelo? Son preguntas que muchos se hacen. Y no son para nada menores a dos semanas de las PASO nacionales.
Por ahora hay que seguir viendo los spots televisivos.
Después de todo, como sabemos, mucho de la tele es ficción. «