lunes, 11 de mayo de 2015

Una carta a dios Por Daniel Cecchini

A través de una vía que es imposible revelar (por eso de la preservación de las fuentes) llegó a manos de este cronista una hoja A4 que fue rescatada de una papelera de una conocida radio porteña. La hoja –arrugada y rota en el lugar donde se lee parcialmente una firma: “Alf”– contiene una carta que, para una mejor comprensión, debería leerse en voz alta y con tonada cordobesa. Es la que se reproduce a continuación:

“Admirado dios: Soy un insignificante periodista argentino. No soy quién para darle consejos a nadie y mucho menos a usted, a quien considero el argentino más importante y valioso de todos los tiempos. Porque los argentinos hemos comprobado infinidad de veces que usted, dios, es argentino.

’’Le pido mil disculpas por mi atrevimiento. Le juro que lo hago con la mejor de las intenciones. Pero me veo obligado a escribirle porque mis advertencias a su representante en la Tierra no fueron escuchadas, los plazos se acortan y el próximo 7 de junio su siervo más importante va a cometer un error que puede costarle caro a la Iglesia y a la Patria.

’’Usted, como ser omnisciente, omnipresente e infalible, sabe de qué le hablo. Se trata de esa carta que le mandé a su representante terrenal y que no fue debidamente atendida. Es por eso que me atrevo a puentear al jefe de sus pastores escribiéndole a usted –yo, apenas un humildísimo periodista argentino que siempre obedeció a la cadena de mandos– para rogarle que lo haga recapacitar.

’’Es verdad que su siervo más importante en la Tierra me respondió esa carta. Y que me dio las gracias. Pero también me recomendó mansedumbre, paciencia, escucha y ponderación. Son lindas palabras, pero con eso no hacemos nada. Las elecciones están cada vez más cerca y usted, como argentino, sabe lo que nos conviene.

’’La cuestión es que el comandante de sus pastores, que debería guiarnos con su ejemplo y su voz de mando, no me hizo caso, aunque él mismo ha reconocido que no es infalible. Yo rezo por él para que recapacite, pero mis plegarias hasta ahora han sido inútiles. Por eso, y sólo por eso, me atrevo a escribirle a usted, dios, que nunca se equivoca aunque sus designios sean inescrutables.

’’Le escribo para que le diga que siga mi consejo. Porque si no lo hace, va a causar graves males a la Argentina.

Le doy mi palabra.”

10/05/15 Miradas al Sur

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