lunes, 18 de mayo de 2015

¿Por qué Rusia vendió Alaska a los Estados Unidos?

¿Por qué Rusia vendió Alaska a los Estados Unidos?

by bastiat@hotmail.com
Creo que la mayoría de los lectores de este blog están al tanto de que el actual estado norteamericano de Alaska perteneció algún día a Rusia y que, en algún momento, esta se lo vendió a Estados Unidos. Es algo que aprendemos en el colegio y a algunos les puede crear una mayor impresión que a otros. Yo estuve entre aquellos a los que el hecho le pareció un poco extraño pues, conocedor de cómo su vecino del norte le había robado buena parte de su territorio a México, dudaba de que la transferencia se hubiese hecho de manera pacífica, sin amenazas o presión de por medio. Pero algún profesor nos explicó que, bueno, al fin y al cabo aquel no era más que un territorio cubierto de nieve y hielo con poco valor, mucho antes de que sus minas en Klondike donaran su oro a la causa y más tiempo aún antes de que el petróleo empezara a brotar de sus entrañas, y me lo creí. Algo hay de cierto en todo ello, pero con los años la curiosidad me ha llevado a ahondar en el tema, y como no, descubrí que la historia me había ocultado algunos detalles.
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El 18 de octubre de 1867 tuvo lugar una breve pero importante ceremonia en la población de Nuevo Arcángel, ahora llamada Sitka. En ella, el representante del Zar, Capitán Aleksei Alekseyevich Peshchuro entregaba la propiedad de Alaska a su homólogo estadounidense, el General Lovell Rousseau. Era el toque final a una década de contactos y negociaciones entre los dos países para cerrar la venta. El precio, 7,2 millones de Dólares, una bicoca entonces como ahora por un territorio tres veces más grande que España y, para entender las razones que empujaron al gigante euroasiático a deshacerse de tal propiedad, creo oportuno entender la situación geopolítica de la época.
A mediados del siglo XIX una potencia se alzaba sobre las demás sin aparente competencia, el Imperio Británico. La antigua dueña de buena parte del mundo, España, se deshacía lentamente en el fango de sus rivalidades internas y ya había perdido sus más grandes y valiosas posesiones en América. Francia aún no se reponía de la era napoleónica e igualmente se preocupaba más por mantener el orden en casa que por lanzar nuevas aventuras en ultramar. Estados Guerra de CrimeaUnidos, con menos de un siglo de existencia, tenía los ojos puestos en afianzar y expandir su territorio a costa de los vecinos, sin importarle lo que sucediera en otros continentes. Rusia, por su parte, no lograba llegar a la era moderna a pesar de los esfuerzos de Pedro el Grande y continuaba anclada en el feudalismo, con un gobernante absolutista para quien el bienestar de sus súbditos no parecía tener demasiada importancia. Los barcos de la reina inglesa navegaban a sus anchas. Precisamente la Inglaterra de Victoria se había enfrentado a Rusia entre 1854 y 1856, junto con el Imperio Otomano y Francia, en la Guerra de Crimea. El Zar había buscado la preponderancia en el Mar Negro y ganar territorios a costa del que ya empezaba a ser conocido como El Viejo Enfermo de Europa. Inglaterra temía que Rusia pudiese obtener un pasaje libre al Mediterráneo y amenazara su dominio comercial, por lo que intervino a favor de los turcos con un resultado positivo. Rusia pidió la paz.
Pero el Zar Alejandro II no estaba seguro que la potencia reinante se conformara con pararle los pies. No sin fundamento, temía que los ingleses aprovecharan su poder para expandir aún más su territorio, y pensó que uno de los blancos más vulnerables sería aquella colonia del otro lado del Estrecho de Bering en la que cazadores rusos habían establecido varios puestos desde los que comerciaban pieles con los nativos. Alaska quedaba muy lejos de San Petersburgo y protegerla saldría muy caro. Peor aún, colindaba con el territorio británico de Canadá. Ante la imposibilidad de defenderla militarmente, Rusia prefirió vender Alaska, aunque fuese por poco dinero, antes que perderla a los ingleses en una guerra y llevarse sólo un palmo de narices. ¿Pero venderla a quién? Al país que en aquel entonces representaba la menor amenaza, Estados Unidos. Ironías del destino.
Los primeros contactos se realizaron apenas terminado el conflicto en Crimea. El hermano menor del Zar, el Duque Constantino, fue el primero en hacer la propuesta de vender Alaska a los norteamericanos, aunque él sí creía que estos podrían ocuparla sin permiso. La idea fue bien recibida por el gobierno ruso y los primeros contactos se llevaron a cabo en 1859, pero para entonces Estados Unidos estaba más preocupado por la incipiente Guerra Civil y el tema quedó aparcado hasta que los ejércitos de la Unión acabaron con los Confederados. Finalmente el 30 deUno de los cheques con los que se pagó la compra.marzo de 1867, Rusia y Estados Unidos firmaron el documento de venta. No todo el mundo se mostró a favor, en Rusia los detractores creían que no era necesario vender Alaska, y menos por tan poco dinero; en Estados Unidos los hubo quienes no entendían para qué se compraba un trozo de hielo tan lejos y tan difícil y caro de  proteger. El futuro daría la razón sólo a los primeros, especialmente cuando a finales del siglo XIX, 30 años después de consumado el negocio, se encontraron grandes vetas de oro en la ya mencionada Klondike, y ya a mediados de la centuria siguiente, además de los aspectos estratégicos que Alaska tuvo durante la Guerra Fría, el hallazgo de petróleo confirmó que la compra había beneficiado, y mucho, a Estados Unidos.
En aquella ceremonia de entrega en octubre de 1867, cuando un grupo de soldados rusos intentó arriar la bandera con el águila de dos cabezas de los Romanov, esta se enganchó en el asta, y hasta tres de ellos tuvieron que encaramarse para liberarla, desgarrándola en el proceso. Con los cabizbajos soldados se marcharon la mayoría de ciudadanos rusos que habían hecho de Alaska su casa, llevándose consigo los últimos estertores de una colonia perecedera. Eso sí, cabe mencionar que aún hay gente que no está contenta con el status quo. En marzo del 2014, alguien colgó en la página oficial de la Casa Blanca una petición llamada “Alaska de vuelta a Rusia”, que con el siguiente texto indicaba las “razones” por las cuales el estado 49 de la Unión debería ser anexado a su antiguo dueño:
“Grupos de rusos siberianos cruzaron el Istmo (ahora llamado Estrecho de Bering) hace entre 16-10 mil años.
Los rusos comenzaron a establecerse en la Costa Ártica y los Aleutas poblaron el Archipiélago Aleutiano.
Primero visitaron Alaska en Agosto 21, 1732, miembros de la tripulación del buque “St. Gabriel” bajo el comando del inspector Gvozdev y su ayudante navegante I. Fedorov durante la expedición Shestakov y DI Pavlutski enlos años 1729-1735.
Vota por la secesión de Alaska de los Estados Unidos y su incorporación a Rusia.”
Treinta mil ciudadanos firmaron la petición, aunque se quedó corta de los cien mil necesarios para recibir una respuesta oficial del Ejecutivo. Ya sabemos, ante el vicio de pedir, está la virtud de no dar.


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