martes, 19 de mayo de 2015

Cristina sigue siendo la gran articuladora Por Nicolás Eisler


El consultor y politólogo, Mario Riorda, analiza el impacto de un eventual pase de Massa a la provincia. Y por qué el kirchnerismo exhibe fortaleza.

Mario Riorda tomó más de 200 vuelos el último año. No es piloto de avión ni comandante de a bordo, sino consultor político y en la actualidad asesora a varios precandidatos locales que pretenden disputar la sucesión de Cristina Fernández de Kirchner. En un alto del Congreso Internacional de Comunicación Política, el politólogo cordobés asegura a Tiempo Argentino que "hoy la comunicación requiere de mucho más realismo y de práctica asociadas a la espontaneidad, de menos maquillaje e imposturas y más de un ser real".

–Desde que Obama ganó en 2008 su primera campaña presidencial se habla de "importar" el manejo en redes sociales al escenario nacional. ¿Cuán lejos están los políticos argentinos de replicarlo?
–Hay dos lecturas. La primera es que, más allá de que irrumpió con estrategias digitales, Obama realizó una inversión de 13 millones de dólares para recaudar 400 millones que se volcaron en medios tradicionales. Hubo convergencia y no sólo estrategia digital. La segunda campaña fue mucho más compleja porque utilizó "microsegmentación", es decir bases de datos enriquecidas, que tienen más que el nombre y la dirección del votante, por ejemplo, gustos del consumo. Y eso permite mensajes personalizados.

–¿Eso se puede realizar en la Argentina?
–Hoy no. Tal vez en grandes centros urbanos se puede hacer, pero de modo muy parcial. Aquí hay bases de datos analógicas, no digitalizadas y eso pone límites muy serios. A través de los IP (NdR: protocolo de Internet, dirección numérica que identifica a un dispositivo de comunicación) de las computadoras se pueden registrar hábitos de consumo y generar estrategias más personalizadas. De todas formas, en Estados Unidos no son puramente digitales, sino que tienen un fuerte componente territorial. Lo digital y lo no digital conviven; eso es la convergencia: diseminar un mismo mensaje a través de múltiples formatos en diferentes canales. Pero las audiencias son migrantes, es decir que no tienen un único patrón de consumo de información. Por eso, ser convergente es una necesidad.

–¿Qué es una campaña exitosa en Twitter?
–Depende de los patrones. Lo peor para analizar Twitter es el rebote circunstancial. Yo me convierto en trending topic (NdR: tendencia por el número de menciones en esa red) y creo que a partir de eso voy a ser importante y a partir de eso no tengo un trending topic en Argentina. Hay que analizar una campaña en Twitter en base al "nivel de positividad" de una discusión, cuál es la reputación digital. Walter Wayar es un buen ejemplo: por su rebote debería haber ganado las elecciones en Salta, pero su nivel de reputación fue negativo. Es un medio más adonde hay que estar, pero importa más el dato agregado, sostenido a lo largo del tiempo que la cantidad de seguidores.

–¿Cómo usa Cristina Twitter?
–Twitter, por su brevedad, es un gran colocador de titulares de medios. La presidenta tuitea por la tarde y descoloca la agenda de las redacciones, no les da tiempo a buscar repercusiones en la oposición. La política no está atrás de las noticias como sucedía con las agencias de relaciones públicas, sino que las noticias están atrás de la política.

–¿Cuánto inciden los medios en el resultado de una elección?
–Mucho y poco, dependiendo de los contextos. Casi 200 tapas negativas en 2011 contra Cristina no incidieron en casi nada. En Perú, los medios apadrinaron candidatos en las cinco últimas elecciones y estos no lograron entrar al balotaje. Inciden en el electorado que los consume, pero como las audiencias son migrantes ya no hay medios dominantes.

–¿Por qué Massa funcionó como candidato en 2013 y pareciera no hacerlo este año?
–Por múltiples razones. Hubo una especie de decreto público por parte de él y su equipo de pensar que por haber ganado una elección legislativa, había ganado la presidencial. Son muy diferentes un contexto y otro. Fue un emergente circunstancial del descontento público y se convirtió en un tapón para que el oficialismo tuviera un buen desempeño. Pero la elección ejecutiva es otra. Además, se tentó con ocupar el carril centrista, el no ideológico. Y el país empieza a demostrar una polaridad fenomenal entre el kirchnerismo y el macrismo. Massa, en esa cómoda posición centrista, dejó de ser oficialista para el elector oficialista y opositor para elector opositor. Esa autopista lo desdibujó de la puja ideológica.

–En los últimos días se terminó de definir el mapa de precandidaturas presidenciales del FPV y quedan solamente dos candidatos…
–Era obvio que iba a existir mayor competitividad, un fenómeno que no ocurrió en 2011, pero que está en sintonía con América Latina, con la única excepción de Bolivia. El sistema se vuelve muy competitivo también hacia adentro de los espacios. Hoy hay un predominio de Scioli en el marco de su instalación pública, pero el crecimiento más importante es el de Randazzo, quizás el más significativo en el escenario local. Diría que hay cuatro actores con chances: era obvia desde hace tiempo la instalación de Macri y de Scioli, pero no lo era tanto el crecimiento de Randazzo y la baja de Massa.

–¿Cuánto influye el apoyo de CFK por uno u otro postulante?
–Muchísimo. El impacto hacia adentro puede ser muy significativo, tanto si juega o no. Cristina perdió la posibilidad de ser la única articuladora nacional del electorado como fue en 2011, pero sigue siendo con comodidad la gran articuladora del espacio del Frente para la Victoria.

–¿Espera alguna sorpresa en las próximas elecciones?
–Uno nunca espera sorpresas pero tiene que estar preparado para ellas, sobre todo porque en la Argentina el sistema de partidos está roto o ausente en todo caso. Se encuentra dominado históricamente por el liderazgo que tuvieron tanto Néstor Kirchner como Cristina, que se constituían en la variable independiente. A partir de cómo les iba a ellos tuvo más o menos chances la oposición. Por eso cuando la oposición triunfó en las legislativas tuvo más que ver con el peor desempeño del oficialismo. Hoy este creció, luego del caso Nisman, cuando muchos habían decretado su fin. Desde el punto de vista electoral se demostró que no es así, incluso que la presidenta tiene valores muy altos de intención de voto. Supera en forma amplia los 50 puntos y en muchos lugares se aproxima a los 60. Esto torna mucho más competitivo al espacio, sea quien fuere el candidato.

–¿Cómo cambiaría el escenario un renunciamiento de Massa?
–Que el triple espacio se convierta en dos espacios muy competitivos. Podría generar más competitividad y un shock electoral novedoso que obligue a reconfigurar estrategias.

–¿A quién podría favorecer?
–No se puede establecer hoy en día. No está claro que los votos de Massa tengan una única direccionalidad. Hay muchos votos construidos en lo que se llama oficialismo crítico, que tiene una composición properonista pero no iría jamás al PRO o la UCR, también hay mucho voto opositor que vio en Massa una circunstancia para castigar, pero que no le gustó luego. En el corto plazo podría atribuirse alguna posibilidad de mejorar la performance de Macri, pero curiosamente lo que ocurre con el corrimiento electoral en la provincia dice lo contrario: favorece más al FPV que al PRO.

–¿Qué particularidades tiene el elector argentino?
–Ninguna en particular. Se adapta a un contexto y una época determinadas. No hay un único elector ni un tema predominante en el voto. La economía incide en el voto, pero aunque hoy no sea la del mejor momento del kirchnerismo hay un voto identitario muy fiel en el electorado, que supera el tercio del total y puede proyectarse al 40% como hipótesis y que va más allá de la economía.

iNFO|news

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