viernes, 10 de abril de 2015

DERROCAMIENTO DE FRONDIZI.

¡OH... CASUALIDAD!

Como no vamos a utilizar la interjección “oh”, si ésta expresa “muchos y muy diversos movimientos del ánimo, y más ordinariamente asombro, pena o alegría” (Diccionario de la Real Academia Española)

Y el caso que nos ocupa, no nos causa asombro, sino pena, porque los destinos de la Patria han dependido de ciertas ¿casualidades? como “La crueldad inteligente”, que para Maquiavelo, “puede ser un atributo del buen gobierno cuando el monarca necesita asentar su autoridad, a fin de evitar el mal mayor del desgobierno”.

Y este preámbulo sirve ya que en 1926, el entonces estudiante Arturo Frondizi, mientras cursaba quinto año, publica su primer artículo periodístico en el boletín del colegio sobre “El Príncipe” de Nicolás Maquiavelo. (www.agendadereflexion.com.ar - número 273). ¡Oh casualidad!

A 45 años (29 de Marzo de 1962) de la caída del gobierno no precisamente bien gobernado de la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI) vale la pena resaltar algunas cuestiones inherentes.

“Anticapitalista y antiimperialista aún, en 1956, Frondizi se convirtió a la libre empresa; librepensador, declaró su fe católica y apoyó la enseñanza libre. Antiperonista no hacía mucho, resultó electo por los votos peronistas, y, lo que es peor, a base de un programa que no está totalmente desprovisto de referencias negativas al régimen derrocado; así sucedió a pesar de que los peronistas lo colmaron de insultos hasta la víspera de la orden del líder. Electores y opositores desconfiaron desde el primer día del nuevo presidente. La fama de maquiavelismo y duplicidad de Frondizi, cuyas sucesivas sinceridades resultaban sospechosas, comenzó antes de que asumiera sus funciones”. (Alain Rouquié, Poder militar y sociedad política en la Argentina, Tomo II: 1943-1973, Buenos Aires, Emecé, 1982, página 151).

El partido liderado por Frondizi, una de las dos fracciones en que se había dividido la Unión Cívica Radical en marzo de 1957, no participó de la elaboración del programa de gobierno.

Lo que se ha dado en llamar “frondizismo” se generó por fuera del partido, en un equipo técnico liderado por Rogelio Frigerio y conformado por jóvenes y “brillantes” empresarios.

Es que Frondizi y Frigerio estaban convencidos de que era posible llevar a cabo un “esfuerzo orgánico” para realizar un cambio estructural de fondo en el país a partir de importantes inversiones y técnicas modernas que llevarían “naturalmente” a un aumento de la producción, al pleno empleo y a la “desaparición” de conflictos sociales.

Desde 1955 en adelante, todos creían que se podía poner en marcha una serie de esfuerzos destinados a destruir al peronismo para crear una alternativa civil de apoyo mayoritario; fue en vano.

Al mismo tiempo nadie logró recuperar ni la prosperidad ni el crecimiento sostenido que se había dado desde 1946; “la inflación crónica y los repetidos ciclos de recesión y recuperación detuvieron su proceso hacia la industrialización”.

“Las divisiones sociales y políticas se hicieron cada vez más tensas y violentas, y los sucesivos gobiernos fueron incapaces de impedir la progresiva decadencia institucional. Las alianzas político militares se hicieron constantes; las Fuerzas Armadas fueron asimilando esta necesidad de ciertos grupos civiles de contar con el apoyo militar, y los gobiernos de facto se fueron institucionalizando, hasta derivar en el sangriento Proceso de Reorganización Nacional”.

Es que el derrocamiento del gobierno democrático nacionalista popular de Perón implicó el cierre de un ciclo histórico.

Desde entonces se sucedió una época de "empate" entre fuerzas, alternativamente capaces de vetar los proyectos de las otras, pero sin capacidad real y suficiente para imponer perdurablemente los propios.

Ese “empate político" se vio reflejado, por sobre todo, en los ciclos periódicos de las llamadas “crisis” económicas.

En honor a la verdad, las “crisis” no eran tales, ya que desde cualquiera de ellas se puede retroceder. En la Argentina se había entrado en un profundo proceso de “decadencia” del que ya resultaba, a todas luces vista, imposible de detenerlo en un marco que no fuera “revolucionario”, en definitiva retornar a la “revolución inconclusa” que se había puesto en marcha desde el mismo 17 de Octubre de 1945 y que fuera interrumpida en Setiembre de 1955.

Así, desde entonces, el poder económico fue compartido entre la oligarquía vacuna-agraria pampeana (proveedora de divisas y por lo tanto dueña de la situación en los momentos de inestabilidad externa) y los sectores hegemónicos del capital internacional. La burguesía industrial, (en retroceso constante) quedaba solamente “volcada” hacia un mercado interior cada vez más con menor capacidad adquisitiva.

Los que “terminaron” con “La Segunda Tiranía” creían que con tiempo y “educación democrática” se podría integrar a los peronistas a la “sociedad” que pergeñaban, que ya no era, ni tan siquiera la discursiva “ni vencedores ni vencidos”, sino una predominantemente intolerante y antinacional.

El “gorilaje” de pelambres distintas, condenaban a un ridículo silencio a las mayorías populares.

“La regla tácita operante durante esta época señalaba que el peronismo no debía gobernar ni podía ocupar espacios de poder relevantes. Quien, por táctica o principios republicanos, diera lugar a su retorno a posiciones de poder, aunque fueran parciales, sería desplazado por el método tradicional de los cambios críticos: el golpe de Estado”. Con el Gobierno de Pedro Eugenio Aramburu, las clases dominantes deciden "poner la casa en orden" terminando con todo tipo de políticas ambiguas.

La historia es conocida: proscripción total del peronismo y prohibición del uso de sus símbolos; intervención de la CGT, como así de la mayoría de los sindicatos; persecución y cárcel de dirigentes y militantes políticos y gremiales; anulación de la Constitución de 1949, entre tantas otras “fechorías”, como los fusilamientos de 1956.

“Procurando desarmar lo más posible el aparato de la organización obrera peronista, el gobierno de Aramburu sentó la base institucional para el proceso que se abriría con Frondizi: el reemplazo de trabajo por capital en el desarrollo industrial, esto es, el despojo de los derechos sociales peronistas en función de la acumulación de capital y la eficiencia de la economía”.

Perón, demostrando la fuerza y capacidad de conducción que desde el exilio mantenía, en 1958, desde Madrid, indica al Movimiento Nacional Justicialista votar por el radical disidente y desarrollista Arturo Frondizi.

Por otra parte es necesario señalar que el candidato de la Unión Cívica Radical del Pueblo, el Doctor Ricardo Balbín, era el “candidato oficioso” de los sectores más antiperonistas de las fuerzas armadas. Así, el 23 de Febrero de 1958, con el peronismo proscripto, con 4.070.398 (44,79%) votos, contra 2.617.693 del opositor (28,80%), Arturo Frondizi se hace cargo del Poder Ejecutivo Nacional.

El “voto en blanco” que para la Convención Constituyente de 1957 alcanzó 2.115.861 votos (25%), y que resultó “ganador”, cosa inédita en la historia política en nuestro país, en ésta última (1958) obtuvo 841.400 (9,26%), que sin duda alguna también fueron sufragios peronistas.

La UCRI en 1957 alcanzó 1.847.603 sufragios. Queda claro como el “voto auténticamente peronista” dio el triunfo a Frondizi en 1958.

El ideario desarrollista concebía al capital extranjero como el elemento dinamizador del desarrollo, “debidamente orientado por el estado en beneficio de los intereses nacionales”, logrando así que la antinomia entre capital externo y nacionalismo económico dejara de tener sentido.

“Las condiciones de acumulación e inversión insuficientes provocaban en los países subdesarrollados la ausencia del capital necesario para la instalación de las industrias básicas y la construcción de las obras de infraestructura. De esta manera, el capital extranjero debía contribuir al desarrollo de la explotación petrolera, la siderurgia, la energía eléctrica, la petroquímica, etcétera” (Fanor Díaz, Conversaciones con Rogelio Frigerio, Buenos Aires, Colihue-Hachette, 1977, páginas 111-114)

El programa económico frondi-frigerista incluía los siguientes pasos: “a) incrementar la tasa de acumulación de capital interno; b) fomentar el ingreso de capital y tecnología extranjeros; c)sustituir importaciones; d) diversificar exportaciones; e) ejecutar una política fiscal y monetaria subordinada al fin económico del desarrollo; y f) orientar las inversiones hacia los rubros más productivos” (Rogelio Frigerio, Crecimiento económico y democracia, Buenos Aires, Paidós, 1983, páginas 74-75).

En este programa la primera prioridad la tenía el petróleo, la segunda el acero, la tercera era recuperar la capacidad exportadora del país. “El desarrollismo habían acuñado la fórmula: petróleo + carne = acero”.

Es cierto que después de Perón, el sector industrial se había reducido a pequeños capitalistas y talleres artesanales de baja eficiencia y competitividad, pero con una gran capacidad de empleo. Las grandes corporaciones del país, que cubrían las áreas de industria y servicios públicos, eran todavía propiedad del Estado.

En Diciembre de 1958 se promulga la Ley de Inversiones Extranjeras que trajo como consecuencia la radicación de capitales, principalmente norteamericanos, por más de 500 millones de dólares, concentrándose el 90% en las industrias químicas, petroquímicas, metalúrgicas y de maquinarias eléctricas.

Y es desde ese momento que se consolida un nuevo actor político: el capital extranjero inserto en la industria. La burguesía industrial de carácter nacional debe, desde entonces, amoldarse a sus decisiones. Al mismo tiempo relega el liderazgo a la gran burguesía oligárquica, convirtiéndola en socia para, fundamentalmente, los momentos de “crisis”.

La política quedó subordinada a una nueva clase dirigente: la burguesía gerencial, que empezó a conformar un nuevo Establishment.

La consecuencia inmediata de esta política fue la fuerte declinación de los salarios, del poder adquisitivo de los trabajadores y la pauperización del conjunto de la población.

Todo olía a entrega. Entrega al imperialismo yanqui.

Los contratos con ocho compañías petroleras extranjeras y la privatización del frigorífico Lisandro de la Torre desbordaron toda expectativa de cambio; quedaba como síntesis la traición; el maquiavelismo estaba en marcha.

Ante la creciente oposición y una recesión galopante, con poco espacio para maniobrar, Frondizi, encontrándose entre la espada y la pared, cede a todos y cada uno de los planteos militares.

Así declara el Estado de Sitio y luego el plan de represión CONINTES para desmovilizar a los trabajadores.

Al mismo tiempo legalizaba al Partido Peronista para competir en las elecciones de 1962 para gobernaciones provinciales; el peronismo gana en cinco distritos y esto fue intolerable para los militares, por lo que decidieron, lisa y llanamente, el derrocamiento de Frondizi, poniendo en vigencia, nuevamente, el más virulento antiperonismo, al mejor estilo de los años ‘55 y ‘56.

No debemos olvidar que en el mes de Enero de 1962, a raíz del anuncio de que Andrés Framini competiría por la gobernación de la provincia de Buenos Aires con Juan Domingo Perón como compañero de fórmula (vicepresidente), hizo a la reacción del Gobierno Argentino señalando que éste (Perón) era un “prófugo de la justicia” y porque los “principios de su régimen eran incompatibles con aquéllos de la Revolución Libertadora”.

“Luego se supo que el ministro del Interior del presidente Frondizi, Alfredo Vítolo, había firmado un documento con los jefes militares, garantizando que no se permitiría a Perón volver al país”.

A fines de enero de aquel año, Vítolo anunciaba que el gobierno rechazaría la candidatura del ex-presidente exiliado. Paralelamente, el juez electoral Leopoldo Isaurralde - de abierta filiación oficialista - declaraba que Juan Perón no podía ser candidato por no tener residencia en el país, no estar en el padrón y ser un fugitivo de la justicia. Para que nada quedara librado al azar, al mismo tiempo el cardenal Antonio Caggiano recordaba que la excomunión del “tirano prófugo” estaba en vigencia.

Proscritos Perón y el peronismo, finalmente se oficializó la fórmula bonaerense con Andrés Framini y Marcos Anglada, que concurrieron bajo las siglas de la Unión Popular, al igual que en la Capital Federal. En Córdoba, La Pampa, Chaco, Jujuy y Tucumán el movimiento prohibido lo hizo bajo la sigla del Partido Laborista; en Mendoza, Santiago del Estero y Entre Ríos, con el nombre Tres Banderas; en Neuquén como Movimiento Popular Neuquino; en Río Negro como Partido Blanco; en Misiones como Partido Justicialista y en Chubut y Santa Cruz como Partido Populista.

En febrero el presidente Arturo Frondizi ya había sido sometido a una intensa presión militar para el rompimiento de relaciones diplomáticas con Cuba, que el gobierno argentino efectivizó, en el marco del bloqueo declarado por los yanquis. Pero las Fuerzas Armadas no tolerarían ahora un gobernador peronista: Frondizi (que había confiado en una derrota peronista), al día siguiente de las elecciones, decretó la intervención de Buenos Aires y las provincias ganadas por el justicialismo, y anuló los comicios.

El día 21 las 62 Organizaciones gremiales anuncian una huelga general en repudio de las intervenciones. El día 27 el presidente declara “no me suicidaré, no renunciaré y no me iré del país”.

Pero el 29, frente al primer movimiento de tropas, renuncia, es arrestado en Olivos y trasladado a Martín García.

El día 30 asume la presidencia José María Guido; hasta entonces el presidente del Senado (Senador por Río Negro) juraba ante la Corte Suprema de la Nación en el Palacio de los Tribunales como nuevo presidente.

La maniobra urdida por el ministro de Defensa de Frondizi, Rodolfo Martínez, y el ministro de la Corte Suprema, Julio Oyhanarte, en la que no estuvo ajeno Roberto Etchepareborda, último ministro de Relaciones Exteriores, tomó de sorpresa al poder militar, a los sindicatos y a la sociedad argentina.

Será un gobierno títere, una fachada tras la cual gobernarán efectivamente los militares.

Mi Abuela de política no sabia nada, pero como vieja era sabia, y como sabia siempre decia que “al que a hierro mata...”

Aunque esto no justifica a los militares golpistas, “gorilas” de pura cepa, como Poggi, Toranzo Montero y compañía.

(Colaboracion de: Osvaldo Vergara Bertiche)

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Pactos y tratados de la Confederacion Argentina

Fuente: www.lagazeta.com.ar

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