viernes, 13 de marzo de 2015

MUNDO PRO

Macri-candidatura_2011-reeleccion_Ciudad_de_Buenos_Aires_CLAIMA20110507_0176_4





Por José Natanson
El PRO, que según las encuestas se prepara para revalidar su hegemonía en la Ciudad de Buenos Aires, dispone de una militancia que suele pasar desapercibida en los análisis del periodismo progresista. Su punto de partida es el mismo que el de la militancia kirchnerista: el profundo sacudón producido por la crisis del 2001. A partir de los estallidos de diciembre y el colapso de la convertibilidad, diversos sectores de las clases medias y medias-altas urbanas -principalmente, aunque no sólo, de la Ciudad de Buenos Aires- adquirieron una renovada sensibilidad respecto de la política, el país y los asuntos públicos. Y aunque no hay dudas de que el punto de inflexión puede situarse allí, en diciembre, sus antecedentes, como sucede con la militancia kirchnerista, pueden rastrearse en los 90, a la creación de una serie de organizaciones de la sociedad civil dedicadas a elaborar diagnósticos, proponer políticas públicas y formar profesionales, como Poder Ciudadano, Cippec, Grupo Sophia y Creer y Crecer, que están en la base del firme ascenso del PRO.
Mundo PRO* dedica un capítulo a analizar esta irrupción de los ‘90. Formadas al estilo de los think tanks estadounidenses, que funcionan a la vez como centros de elaboración de programas de gobierno “llave en mano”, como espacios de socialización profesional y como núcleos de lobby, este tipo de organizaciones trabajan en propuestas que giran alrededor de las nociones de modernización, transparencia y efectividad, detrás de las cuales no es difícil imaginar clivajes como eficiencia/ineficiencia, nueva/vieja política e improvisación/equipos, que luego se convertirían en los ejes propositivos de la renovación programática del PRO. Pero además de su contribución, digamos, teórica, se trata de ámbitos que, muy decisivamente, operaron como núcleos de reclutamiento de técnicos y profesionales, en general jóvenes. Buena parte de la cúpula del PRO -Laura Alonso, Horacio Rodríguez Larreta, Nicolás Ducoté y Miguel Braun, entre otros- pasaron por alguna de estas ONG antes de recalar en el partido.
Creado alrededor de la figura de Mauricio Macri, el PRO es una fuerza en la que confluyen los fragmentos supervivientes de los partidos de derecha de los 80 y 90, como la UCeDé de Álvaro Alsogaray o Acción por la República de Domingo Cavallo, los tradicionales partidos federales, como el Federal y el Demócrata, junto a sectores del peronismo y, en menor medida, el radicalismo porteño. Pero lo que sin duda lo distingue de otras experiencias no es la capacidad de funcionar como partido-anfitrión de los restos desamparados de viejas fuerzas, sino la incorporación, en un número en absoluto despreciable, de dirigentes, técnicos y militantes sin contacto previo con la política, provenientes del mundo empresarial, del voluntariado social y del equívoco campo de la “sociedad civil”. Esa es la gran novedad, el aporte verdaderamente original del PRO a la política argentina.
Las investigaciones sobre las trayectorias vitales de los funcionarios y militantes del PRO coinciden en que a menudo pasaron por estos ámbitos antes de tomar contacto con la política. Asimismo, muchos de ellos participaron de diversas experiencias de voluntariado social, ya sea en ONG tipo “Un Techo para mi País” o en instituciones religiosas (el voluntariado forma parte de las actividades extracurriculares habituales de muchos colegios católicos de la Capital y la zona norte del Gran Buenos Aires, así como de la Universidad Católica Argentina, donde estudiaron varios dirigentes del partido, incluyendo al propio Macri).
Esta “vía de acceso” a la política es diferente a la recorrida por la militancia kirchnerista, cuyos orígenes son más diversos, de los centros de estudiantes secundarios y la universidad a la militancia barrial, del peronismo tradicional al Frepaso, del trabajo social a las ONG o los sindicatos, diferencia que probablemente se explique por la mayor diversidad social de la militancia kirchnerista en comparación con una homogeneidad de clase más marcada del macrismo, incluyendo a su rama juvenil (Jóvenes PRO), aunque dada la ausencia de estudios comparativos es imposible afirmarlo con contundencia.
Si el origen de ambas militancias se sitúa en el mismo momento histórico, la militancia macrista asume algunas características que la diferencian nítidamente de la de los partidos tradicionales. Entre ellas destaquemos la que probablemente constituya el principal hallazgo analítico del libro de Vommaro y Cía: una dimensión moralizante que sintoniza con las experiencias de voluntariado y emprendedorismo social, que enfatiza valores como la entrega y la generosidad para donar tiempo y esfuerzo a pesar de las dificultades que impone la política cotidiana. Esta dimensión de “autoconstrucción moral” resume el núcleo implícitamente sacrificial de la militancia estilo PRO: la idea de que el militante, ubicado por el azar de su nacimiento en los pisos más altos de la pirámide social, es alguien que podría estar triunfando en su mundo privado, profesional, deportivo o empresarial, y que en cambio se involucra en los asuntos públicos por el bien del país. La consigna del PRO, “meterse en política”, sintetiza la idea de la política como algo externo, ajeno e incluso lejano, pero con lo que –a pesar de todo– vale la pena comprometerse.
Por eso, quizás más que en otros partidos la militancia es vista en el PRO como una dimensión más de la vida, que se suma a las obligaciones laborales y familiares y que puede sintonizar con la búsqueda espiritual, el ocio y el juego (de hecho la marca partidaria es el símbolo de play). La escena que condensa esta realidad es la de los festejos partidarios. Lo hemos visto mil veces: dirigentes, funcionarios y simpatizantes, de traje pero sin corbata, las mujeres casual, elegantes sin exagerar, salen a bailar, revoleando los pañuelos, haciendo pogo, incluso el trencito, con los chicos a babucha y los globos multicolores volando por todos lados. El DJ mezcla cumbia, rock, ritmos latinos. Estallan las bombas de papelitos. La escena nos provoca cierta incomodidad, como cuando alguien dice algo fuera de lugar en una cena, pero no deja de tener su lógica: el PRO no es resultado de una historia densa que imponga una marcha, un folklore determinado, una boina blanca; es un poco conservador y un poco liberal, ni peronista ni radical, tiene un filo empresarial pero no es solo eso. Carece de una tradición política a la cual recurrir, y entonces, como señaló en su momento el periodista Nicolás Cassese, apela, en momentos de necesidad o euforia, a lo que tiene a mano, al universo cultural de su memoria emotiva, que lo reenvía a los casamientos, los Bar Mitzvah o los tercer tiempo de la adolescencia.
Mundo PRO, de Gabriel Vommaro, Sergio Morresi y Alejandro Bellotti (Editorial Planeta).

No hay comentarios:

Publicar un comentario