miércoles, 18 de marzo de 2015

LA MALA LECHE

El último tren

Martín Rodríguez
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El último tren

Conocí a Sebastián Giménez en las aulas del Normal 1, en el terciario, cuando los dos queríamos ser “maestros”. Y él sacó un carnet con doble ciudadanía: maestro y trabajador social. Hace apenas un año muchos nos topamos con la publicación virtual de su libro: una historia novelada sobre el militante político José Luis Nell, El último tren. Un recorrido por la vida militante de José Luis Nell. Que se descarga acá.
El apellido “Nell” resulta un viaje por las palabras Tacuara, Montoneros, Tupamaros, Lanús, Lucía Cullen, Ezeiza, Rucci… Desde “La mala leche” recomendamos la lectura de esta novela histórica y lo que sigue es un diálogo con el autor.
¿Qué hay en la vida de Nell que te interese? Uno puede destacar algunas aristas: fue Tacuara, fue montonero, pero también fue un disidente de Montoneros…
Lo que me interesa es que José Luis Nell estuvo en todas, como diríamos, de derecha a izquierda, e incluso en Tupamaros de Uruguay. Él comienza en la derecha, pero luego se peroniza y con la Tacuara Revolucionaria encara la primera acción de la guerrilla en la Argentina, que fue el asalto al Policlínico Bancario. En este hecho, Nell mata a dos empleados, hecho que deja una marca en él y en parte se ve reflejado en su militancia posterior. Por eso estuvo preso, y se fugó de la cárcel. También participó en los Tupamaros, donde lo vuelven a detener y logra escapar en la recordada fuga de Punta Carretas. Después retorna y milita en Montoneros, como planteás, y es el líder de la columna sur que recibe los balazos en Ezeiza. Desde este episodio queda cuadripléjico y luego del asesinato de Rucci es uno de los que fomenta la Juventud Peronista Lealtad, junto al padre Carlos Mugica. No comparte la actitud de Montoneros de seguir con la violencia en el marco de una democracia.
¿Hablaste con ex compañeros o amigos o familiares de Nell?
Primero, te quiero aclarar que este libro no hubiera existido sin el documental Los Malditos Caminos, de Luis Barone. El documental aborda la vida de Carlos Mugica, de José Luis Nell y Lucía Cullen, su esposa. Hay numerosos testimonios de militantes y fue una fuente imprescindible para luego empezar a narrar. Entrevisté a Jorge Rulli, compañero de militancia de Nell, que le gestionó una casa de seguridad en Castelar cuando él retornó clandestino desde Uruguay. En esa entrevista, me dijo una frase que me impactó cuando le requerí algunos datos duros que no supo brindarme: “De José Luis no queda nada”. Mi libro, en parte, es quizás la aspiración a que se recuerde algo de esta vida. José Luis Nell solo es nombrado en forma bastante periférica y superficial en libros referidos a los años 70.
¿Qué paralelo hacés entre aquellos años y estos? O entre aquellas juventudes, sindicalismos e izquierdas, y este momento.
Es difícil hacer paralelismos y a veces uno puede ser injusto para unos y para otros. Aquella militancia de los 60 y 70 se desarrolló en el marco de un país gobernado por militares o con gobiernos civiles ilegítimos por la proscripción del peronismo. En la actualidad, tenemos una democracia consolidada y la militancia, si necesita menos coraje que en los años de plomo, es también un ejercicio de creatividad para luchar por lo que falta. Los militantes de hoy, por otro lado, tienen el desafío de enfrentar el desprestigio constante de la actividad política que inculcan ciertos medios de comunicación. En los 70, la actividad política era considerada casi una actividad romántica, idealista. En cambio, hoy el que milita se sumerge muchas veces en una actividad lindante todo el tiempo con cierto tipo de sospecha, censura y asociada al oportunismo. Algo de cierto hay, por supuesto, pero la política sigue siendo la forma de intentar cambiar la sociedad que tenemos utilizando medios pacíficos. No tenemos nada mejor que la política, con sus bemoles y contradicciones.
Fragmento de El último tren…
“…Ahí está la derecha peronista ocupando el Palco. Que se vayan a la puta que los parió, piensan la totalidad de los jóvenes, y también los que lideran la columna sur de Montoneros. A esa masa no la para nadie. Quieren intimidarla con cuatro o cinco patoteros, como si fuera tan fácil. Nadie puede controlar ya nada, ni José Luis Nell ni Horacio Simona que lideran la columna. No son sesenta mil tipos que se van detrás de uno, que esperan una orden. Se organizaron lo más que pudieron, por la seguridad de todos y para no entrar en provocaciones.
Tenemos que estar atentos para que no haya quilombo –dice “Beto” señalando el palco.
Ellos están en el palco. Pero ¿cómo pueden frenar esto? Nadie puede pararlo. Ni nosotros -se encoge de hombros José Luis Nell.”
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Conocí a Sebastián Giménez en las aulas del Normal 1, en el terciario, cuando los dos queríamos ser “maestros”. Y él sacó un carnet con doble ciudadanía: maestro y trabajador social. Hace apenas un año muchos nos topamos con la publicación virtual de su libro: una historia novelada sobre el militante político José Luis Nell, El último tren. Un recorrido por la vida militante de José Luis Nell. Que se descarga acá.
El apellido “Nell” resulta un viaje por las palabras Tacuara, Montoneros, Tupamaros, Lanús, Lucía Cullen, Ezeiza, Rucci… Desde “La mala leche” recomendamos la lectura de esta novela histórica y lo que sigue es un diálogo con el autor.
¿Qué hay en la vida de Nell que te interese? Uno puede destacar algunas aristas: fue Tacuara, fue montonero, pero también fue un disidente de Montoneros…
Lo que me interesa es que José Luis Nell estuvo en todas, como diríamos, de derecha a izquierda, e incluso en Tupamaros de Uruguay. Él comienza en la derecha, pero luego se peroniza y con la Tacuara Revolucionaria encara la primera acción de la guerrilla en la Argentina, que fue el asalto al Policlínico Bancario. En este hecho, Nell mata a dos empleados, hecho que deja una marca en él y en parte se ve reflejado en su militancia posterior. Por eso estuvo preso, y se fugó de la cárcel. También participó en los Tupamaros, donde lo vuelven a detener y logra escapar en la recordada fuga de Punta Carretas. Después retorna y milita en Montoneros, como planteás, y es el líder de la columna sur que recibe los balazos en Ezeiza. Desde este episodio queda cuadripléjico y luego del asesinato de Rucci es uno de los que fomenta la Juventud Peronista Lealtad, junto al padre Carlos Mugica. No comparte la actitud de Montoneros de seguir con la violencia en el marco de una democracia.
¿Hablaste con ex compañeros o amigos o familiares de Nell?
Primero, te quiero aclarar que este libro no hubiera existido sin el documental Los Malditos Caminos, de Luis Barone. El documental aborda la vida de Carlos Mugica, de José Luis Nell y Lucía Cullen, su esposa. Hay numerosos testimonios de militantes y fue una fuente imprescindible para luego empezar a narrar. Entrevisté a Jorge Rulli, compañero de militancia de Nell, que le gestionó una casa de seguridad en Castelar cuando él retornó clandestino desde Uruguay. En esa entrevista, me dijo una frase que me impactó cuando le requerí algunos datos duros que no supo brindarme: “De José Luis no queda nada”. Mi libro, en parte, es quizás la aspiración a que se recuerde algo de esta vida. José Luis Nell solo es nombrado en forma bastante periférica y superficial en libros referidos a los años 70.
¿Qué paralelo hacés entre aquellos años y estos? O entre aquellas juventudes, sindicalismos e izquierdas, y este momento.
Es difícil hacer paralelismos y a veces uno puede ser injusto para unos y para otros. Aquella militancia de los 60 y 70 se desarrolló en el marco de un país gobernado por militares o con gobiernos civiles ilegítimos por la proscripción del peronismo. En la actualidad, tenemos una democracia consolidada y la militancia, si necesita menos coraje que en los años de plomo, es también un ejercicio de creatividad para luchar por lo que falta. Los militantes de hoy, por otro lado, tienen el desafío de enfrentar el desprestigio constante de la actividad política que inculcan ciertos medios de comunicación. En los 70, la actividad política era considerada casi una actividad romántica, idealista. En cambio, hoy el que milita se sumerge muchas veces en una actividad lindante todo el tiempo con cierto tipo de sospecha, censura y asociada al oportunismo. Algo de cierto hay, por supuesto, pero la política sigue siendo la forma de intentar cambiar la sociedad que tenemos utilizando medios pacíficos. No tenemos nada mejor que la política, con sus bemoles y contradicciones.
Fragmento de El último tren…
“…Ahí está la derecha peronista ocupando el Palco. Que se vayan a la puta que los parió, piensan la totalidad de los jóvenes, y también los que lideran la columna sur de Montoneros. A esa masa no la para nadie. Quieren intimidarla con cuatro o cinco patoteros, como si fuera tan fácil. Nadie puede controlar ya nada, ni José Luis Nell ni Horacio Simona que lideran la columna. No son sesenta mil tipos que se van detrás de uno, que esperan una orden. Se organizaron lo más que pudieron, por la seguridad de todos y para no entrar en provocaciones.
Tenemos que estar atentos para que no haya quilombo –dice “Beto” señalando el palco.
Ellos están en el palco. Pero ¿cómo pueden frenar esto? Nadie puede pararlo. Ni nosotros -se encoge de hombros José Luis Nell.”

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