viernes, 13 de marzo de 2015

“Francisco es un signo de que Dios todavía cree en la humanidad”

Entrevista a Leonardo Boff, teólogo, sacerdote franciscano, filósofo, escritor, profesor y ecologista brasileño; a días de su llegada al país para participar del foro organizado por la secretaría a cargo de Ricardo Forster.
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Por Juan Ciucci
APU: ¿Cuáles son sus expectativas ante el Foro por la Emancipación y la Igualdad? ¿Qué temas cree deberían priorizarse?
Leonardo Boff: Creo que los dos temas están profundamente intrincados. Lo primero que hay que abordar, a mi juicio, es la igualdad. Vivimos un mundo de profundas desigualdades a nivel internacional que llegan a ser deshumanas, crueles y sin piedad. Saber que según la ONG Oxfam Intermón 85 ricos del mundo poseen lo que 3,57 mil millones de personas poseen, que en mi país, Brasil, los 10% más ricos controlan el 75% de toda la riqueza nacional; significa un escándalo. Desigualdad es un nombre analítico para injusticia social y  para una lectura cristiana, un pecado social que clama al cielo. La forma más correcta para superar este tipo de desigualdad  es por el camino de la justicia social que requiere profundas transformaciones en las estructuras sociales y culturales de un país.
Ese proceso que parte de las victimas se llama emancipación en el lenguaje preferido por los europeos, nosotros latinoamericanos preferimos denominarlo de liberación integral. Es decir, una acción articulada desde abajo que va creando espacios de libertad, mediante la  participación del pueblo y con eso se va construyendo prácticamente el campo de las libertades sociales. Es un proceso conflictivo pero inevitable, porque junto con esta injusticia social (desigualdad) camina la injusticia ecológica (degradación de la base física-química que sustenta la vida), la superexplotación de los bienes y servicios de la Tierra. Esta es finita y no aguanta más un proyecto de crecimiento infinito, propio de la modernidad y del neoliberalismo. Por eso la superación de las desigualdades debe articularse con la construcción social y colectiva de la emancipación/liberación, con la naturaleza incluida.
APU: Algo que nos interesa del Foro es el cruce entre el pensamiento de las “nuevas izquierdas” europeas y los “nuevos populismos” americanos. ¿Cuáles pueden ser los puntos de contacto entre ambos?
LB: Yo tendría dificultad de aceptar este tipo de división. No me parece un buen análisis calificar las políticas sociales que atañen directamente a los pobres, de populismo. Las nuevas democracias latinoamericanas tienen eso de nuevo: la participación popular. Todos se están dando cuenta de que ninguna solución para los pobres es efectiva sin la participación directa de los pobres, con la cual se hacen participativos y emancipados. Lo común entre las "nuevas izquierdas" europeas y las nuevas democracias latinoamericanas de carácter popular es la convicción de que así como está la humanidad y la geosociedad no se puede continuar. Las injusticias son demasiado gigantes, las amenazas que pesan sobre el sistema-vida y el sistema-Tierra debido a la voracidad productivista y consumista del sistema mundial imperante pueden llevarnos a una catástrofe ecológico-social. Eso nos obliga a pensar otras formas menos destructivas de relación con la naturaleza y una distribución más equitativa de los beneficios, sea naturales sea tecnológicos. Existe una consciencia creciente que nuestras democracias son antes farsas que realidades y que no representan a los pueblos, sino más bien los intereses de las grandes corporaciones transnacionales. Son ellas las que tienen el poder y se imponen sobre los gobiernos, obligándolos a hacer ciertas políticas que se encuadren dentro de la macroeconomía mundial, controlada por ellas. Lo que les es común es la indignación y la voluntad de cambiar profundamente la manera de habitar el planeta y permitir otras relaciones sociales que hacen a la sociedad menos malvada y con más capacidad de inclusión de todos, también de la  naturaleza. Nos encontramos en un vuelo  de ciego, nadie pude decir hacia donde vamos. Lo cierto es que la ruta que predominó durante siglos no tiene nada más que ofrecernos sino más de lo mismo, que es una forma de acercarnos del abismo.
APU: En relación con lo anterior, ¿cree que puedan evitarse en un futuro cercano las desconfianzas históricas entre ambos campos políticos e intelectuales?
LB: Estas desconfianzas pertenecen a la naturaleza de los dos  campos. La política trabaja con lo posible, viable, la inteligentzia con las utopías y los grandes sueños que movilizan a las personas en la búsqueda de nuevas formas de convivencia. Infeliz de una sociedad que ya no tiene sueños nuevos. Es señal que se está ahogando en el pantano de intereses pequeños y mediocres, incapaz de proyectar un otro futuro posible. Lo que se puede siempre buscar es un dialogo permanente entre la política realista que organiza la sociedad concreta y la Gran Política que diseña otras visiones y ofrece alternativas a los grandes problemas de un país. Esta es la tarea permanente de los intelectuales que están dentro de la sociedad pero no se dejan cooptar por los intereses partidarios. Es decir que intentan siempre pensar el Todo y no solamente la parte (de donde viene partido). Un pueblo necesita de personas así y siempre las hay.
APU: Hace pocos días hizo mención en un artículo a los “fundamentalismos”. ¿Cree que la América hispánica es uno de los espacios que en el mundo puede enfrentar ese pensamiento?
LB: El fundamentalismo está hoy por todas partes. No es una doctrina, sino la manera como se mira la doctrina, como la única verdadera y por eso con el derecho de ser impuesta a los demás. Este fundamentalismo no es solamente religioso. Es también político y cultural cuando se piensa que nuestra forma de organizar la sociedad en Occidente y la ciencia que tenemos son las únicas formas legitimas y por eso deben ser difundidas, hasta impuestas, a otras naciones. ¿No es esto lo que hicieron los EEUU y sus aliados cuando promovieron una guerra feroz contra Irak y Afganistán, imponiéndoles la democracia occidental y formas de vida ajenas a sus tradiciones y culturas? En America Latina el fundamentalismo existe, especialmente, en  las iglesias pentecostales y carismáticas. Pero no es un fenómeno social que dañe la convivencia. Somos más tolerantes con las diversidades de ser y de vivir.
APU: ¿Cómo analiza el accionar del Papa Francisco? ¿Qué desafíos se le presentan a futuro?
LB: Creo que el Papa Francisco es la figura religiosa y política más importante del mundo de hoy. Primero que no viene de la vieja y agónica cristiandad europea (allí viven solamente el 24% de los católicos) sino del Tercer Mundo, de una Iglesia que ya no es un espejo de las iglesias europeas sino son una fuente originaria, con rostro propio, con una manera diferente de relacionarse con el mundo y la cultura. Que tiene una clara conciencia de que no tiene solamente una misión religiosa, sino también una misión política en la medida que denuncia las injusticias sociales, hace una opción por los pobres contra su pobreza, que tiene sus santos y mártires como Angelelli y Oscar Romero, sus profetas como Helder Camara y Pedro Casaldaliga, que ha elaborado la primera gran corriente teológica en la periferias y que movió a toda la Iglesia, la Teología de la Liberación.
Bergoglio viene de este caldo eclesial y cultural. Lo primero que hizo fue despaganizar la figura del Papa,  renunciando a todos los símbolos de poder, no viviendo en un palacio sino en una casa de huéspedes, haciendo de la Iglesia no una fortaleza cerrada sobre si misma sino una casa abierta a todos, sin nadie para cobrar el ingreso. Francisco trajo una primavera a la iglesia después de años de un largo invierno. Políticamente significa una figura que llama al dialogo, a la paz, a la compasión con los que sufren y que hace una critica directa a la perversidad del tipo de economía que tenemos, especulativa y enemiga de la vida. Hace duras criticas a los grupos internos de la Iglesia que se mantienen en su conservadurismo, llamándolos con expresiones duras, como "caras de cuaresma" o "tristes como se fueran a su propio entierro" y otras tantas.
Quien lee mi libro Iglesia: carisma y poder que fue condenado por la ex-Inquisición por las criticas que hacia a las relaciones internas de la Iglesia y lo compara con lo que el Papa Francisco dice, parece antes un libro de piedad. Francisco es más que un nombre. Es un símbolo de una Iglesia más pobre y sencilla como fue su fundador Jesucristo, de un mundo que se abre a la fraternidad y a la compasión sin límites.  En medio de un mundo político carente de lideres carismáticos que tienen poco a decir a la humanidad, irrumpe el Papa Francisco con un mensaje de alegría y esperanza de que vale la pena luchar por cambios fundamentales que son necesarios y buenos para todos y también para la Madre Tierra. Es una bendición de Dios, un signo de que Dios  todavía cree en la humanidad.

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