lunes, 2 de marzo de 2015

Así vibró la multitud mientras la Presidenta hablaba

Por Juan Mannarino

Fotos Sol Vazquez, Alejandro Kaminetzky, Patrick Haar, Mariano Armagno, Martín Di Maggio y Leo Vaca.

Militantes, grupos de amigos y familias con hijos siguieron con atención y bajo la llovizna el discurso de Cristina Fernández de Kirchner. Las mejores fotos y momentos del clima que se vivió en una Plaza compenetrada con las palabras presidenciales.

Cuando por los autoparlantes se escuchó que estaba por empezar el discurso de la Presidenta en la apertura de sesiones legislativas, los cantos de la multitud que colmaba la Plaza de los Dos Congresos se encendieron. Mientras las banderas celestes y blancas se agitaban, las columnas todavía seguían llegando desde las calles laterales.

"Hemos desendeudado definitivamente a la Argentina", dijo la Presidenta y la plaza estalló como nunca antes. Una señora de cincuenta años apretaba la mano de su hija, los ojos se le llenaron de lágrimas mientras seguía en silencio el discurso. Algunos bombos sonaban por lo bajo.


Cuando empezó la lluvia, se abrieron algunos paraguas pero nadie se movió. Algunos cubrieron sus cabezas con revistas y diarios. La gente se daba ánimo. "Vamos Cristina". "Nunca menos". La Presidenta recordó que "el General Perón construyó el Aeropuerto de Ezeiza" y hubo un aplauso ensordecedor. La escena se repitió cada vez que habló de las leyes laborales: aplausos, lágrimas, abrazos. Cuando se refirió a las trabajadoras domésticas y a sus derechos, la manifestación volvió a estallar. "Esto es justicia, que lo digan los medios", murmuraba un señor de sesenta, la remera empapada de sudor y el puño en alto.


Cuando el discurso promedió la hora de duración, la mayor parte de la plaza permanecía quieta, atenta a las palabras de la Presidenta y ajena a los chaparrones aislados. "Tenemos coraje para enfrentar lo que tenemos que enfrentar" dijo Cristina y el grito de "Presidenta coraje" tapó el discurso.


Cuando se refirió al satélite “Arsat”, un chico con una pechera de Villa 21 preguntó a su mamá: "¿qué es eso del satélite?”.
- Es algo que está en la galaxia, hijo – respondió ella, y lo retó por subirse al techo de una camioneta.
- ¿Es de los extraterrestres?
- No, es nuestro, es nuestro – repetía la madre.


En el último tramo del discurso, algunas columnas se desconcentraron. “Tenemos un viaje larguísimo de vuelta a Jujuy”, decía Fabio, de la Tupac Amaru, sin dejar de masticar coca. A otros nada ni nadie los movía de allí. “Son palabras desde el corazón, desde el pensamiento, ¿quién de la oposición habla así, eh?”, preguntaba Oscar, docente universitario. Y celebró cuando Cristina mencionó la creación de nuevas universidades nacionales y el crecimiento estadístico de los egresados.


Uno de los momentos más vibrantes fue el anuncio presidencial de recuperar la administración de los ferrocarriles. Después, cuando la Presidenta dijo: "No utilicen más la causa AMIA y pidan Justicia en serio", desde una columna del Sindicato de Pasteleros gritaron: “Es para la opo que lo mira por tevé”. “Las agallas de Cristina son increíbles. Le está mirando la cara a los mismos que la destruyeron por los medios sin que le tiemble el pulso”, decía Maricel, una joven comerciante de Cañuelas que estaba con un grupo de amigos.


Los cánticos se enfatizaron en el epílogo. “La justicia tiene que ser independiente del poder político y respetar la Constitución”, dijo la Presidenta y la gente saltaba como si estuviera en un recital. “Vamos Cristina, La Cámpora va al frente. Y a vos te banca toda la gente”, arengaba una columna de La Cámpora de Córdoba. No podemos pasar por alto las torturas que vivieron los combatientes por Malvinas”, dijo la Presidenta y los trapos celestes y blancos volvieron a agitarse.


La Plaza se reservó el mayor estruendo para la despedida. “¿Nadie puede leer más allá de lo que dice Clarín?”, se preguntó Cristina. Trompetas, bombos y platillos. “Este pueblo te sigue a todos lados, Cristina”, gritó un hombre que llevaba una remera de Perón comprada ahí, en un puesto callejero. “Este país es un país cómodo para la gente, no para los dirigentes”, cerró la Presidenta. Y la Plaza era pura alegría, ccánticos y saltos.


“No te vayas nunca, morocha”, gritaba Pilar, mientras amamantaba a su bebé. El aplauso de cierre fue uno solo: “Argentina, Argentina”.

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