jueves, 29 de enero de 2015

Por Hernan Dearriba Hablar con autoridad

Hay ciertos caminos que los hombres no deberían recorrer. El jefe de gobierno, Mauricio Macri, no ahorró críticas al proyecto de reforma de la Secretaría de Inteligencia presentado el lunes por la presidenta Cristina Fernández. Está en su derecho el líder del PRO a plantear sus diferencias. El problema son los argumentos.
"La Secretaría de Inteligencia no va a cambiar por un cambio de nombres; el cambio se va a dar si la política ejerce el poder de otra manera", dijo el candidato presidencial, y agregó: "la AFI tiene que ser un lugar donde se trabaje para protegernos, no para el carpetazo y el apriete".
Esas dos frases en boca de Macri, procesado a pedido del fiscal Alberto Nisman por instalar un aparato de Inteligencia prohibido en la Ciudad de Buenos Aires, son escandalosas. Los camaristas Jorge Ballestero, Eduardo Freiler y Eduardo Farah sostienen en el fallo que confirmó el procesamiento que Macri "conoció y prestó su consentimiento para instalar, en el ámbito del gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, un aparato de Inteligencia prohibido, del cual se habría servido". No está claro si Macri hacía referencia a esa forma de ejercer el poder.
La otra alternativa es que el líder del PRO se haya decido por una autocrítica respecto de la creación de una agencia de Inteligencia paralela, desde la que espió a opositores y familiares de víctimas de la AMIA, y por la decisión de contratar a Jorge "Fino" Palacios y Ciro James para tales menesteres.
Sostiene Macri que el kirchnerismo no tiene "autoridad" para reformular la Ley de Inteligencia y se propone como el cambio cuando, en este caso, su currículum se transforma en prontuario.
Los referentes de la oposición en el Parlamento anticiparon ya su rechazo a la propuesta. Cuestionaban que las escuchas estuvieran bajo la órbita de la Secretaría de Inteligencia y ahora se oponen a que dependan del Ministerio Público Fiscal.
Se puede criticar la demora en emprender esta reforma, pero no la necesidad de llevarla adelante. La democracia fracasó ya en otras oportunidades en ese cometido, por eso, las mezquindades del año electoral no tendrían que prevalecer por sobre la trascendencia del objetivo. 

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