sábado, 17 de enero de 2015

Los riesgos de ir a la batalla contra los generales mercenarios

El periodista Juan Salinas escribió dos libros sobre el atentado a la AMIA y centenares de artículos sobre el tema en su blog personal (Pájaro Rojo). Analiza la insólita presentación del fiscal Nisman contra CFK.
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Por Juan Salinas (en el blog Pájaro Rojo)
Desarmar públicamente las absurdas acusaciones del fiscal Alberto Nisman contra la Presidenta de la República y su Canciller por haber supuestamente desviado o entorpecido la hace muchos años paralizada investigación del atentado a la AMIA sería muy fácil si el Gobierno tuviera en esta materia algunos medios fieles.
Bastaría con poner bajo los focos y ante las cámaras de TV a Nisman y obligarlo a explicar en qué fundamenta sus acusaciones contra, por ejemplo, quien era al momento de las voladuras de la Embajada de Israel y de la AMIA el presidente de Irán, el ayatolá Akbar Hashemí Rafsanjani.
Lo veríamos entonces tartamudear, citar “papers” de varios servicios de inteligencia y los incongruentes dichos de algún iraní que para aquellas fechas ya vivía en Alemania y asesoraba a los servicios teutones, como el meneado “Testigo C”.
Lo mismo puede decirse respecto del demonizado Moshen Rabbani, ex agregado cultural de la Embajada de Irán. La prueba de que no hay nada contra él es obvia: en vez de detenérselo, se lo expulsó del país aprovechando su regreso de vacaciones. Vale decir: se esperó a que saliera del país para luego no dejarlo regresar.
Todo los que Nisman apila en infinitas fojas son puros dimes y diretes. Hasta el punto que, de ejecutarse el memorandum de entendimiento argentino-iraní, no podría viajar a Teherán a cumplir aquellas diligencias sin hundirse en el más abyecto ridículo.
Desgraciadamente, ha sido este sitio, prácticamente en solitario, el que ha venido batallando a los largo de muchos años contra los embustes de Nisman, como puede verificarse aquí y aquí, siendo las dos últimas notas que escribí hace unos pocos días, ésta y ésta.
Durante casi una década, desde que reemplazó al prevaricador ex juez Juan José Galeano al frente de la (des)investigación, y usufructuando un presupuesto mensual millonario, Nisman fue el garante -en cumplimiento de los acuerdos establecidos entre los servicios de inteligencia locales con los de Estados Unidos e Israel- de que no se avanzara un milímetro en la dirección de establecer  quienes demolieron la AMIA, mataron a 85 personas e hirieron de gravedad a más de un centenar.
Nisman veló porque nada ni nadie pusiera en entredicho la piedra basal de aquel pacto, suscripto también por los principales diarios, los que determinan la agenda: que el ataque a la AMIA -como antes a la Embajada de Israel- habría sido perpetrado por un suicida del Hezbolá libanés que estrelló una camioneta-bomba contra su puerta.
Así, con la ayuda de los grandes diarios capitalinos, pudo pasarse por alto como si fueran meros detalles sin importancia cosas tan evidentes y relevantes como que:
– Las acusaciones contra Irán fueron hechas incluso previamente a los estallidos, y obviamente por los propios terroristas.
– Hezbolá nunca protagonizó ataques de ningún tipo fuera de Medio Oriente.
– Nunca hubo ataques con vehículos-bombas en los que los restos de estos no fueran claramente visibles e identificables, tal como sucedió en Buenos Aires en ambas oportunidades.
– Las pericias hechas por expertos ingenieros independientes determinaron en ambos casos que las explosiones (o, si se quiere, las explosiones principales) se produjeron adentro de los edificios demolidos.
Sucede que en ambos atentados, fueron israelíes (el jefe de seguridad de la Embajada de Israel, Roni Gorni, el general Zeev Livne, jefe de la misión de rescatistas que actuaron entre los escombros en el caso de la mutual) los que impusieron que, en contra de todas las evidencias, se acusara a Irán en base y se diera por probada la existencia de vehículos-bomba (¡y choferes suicidas!) que ningún testigo vio (repito: que ningún testigo vio, ni en el caso de la Embajada de Israel ni en el de la AMIA, dónde una enfermera mintió ostensiblemente aleccionada por un oficial de los bomberos de la PFA) en base a algunos pocos pedazos de camioneta (Ford F-100 en el caso de la Embajada, Renault Trafic en el caso de la AMIA) colectadas por policías federales en las inmediaciones de los edificios demolidos.
En el caso de la AMIA, está claro además que esta versión falsa le fue impuesta al presidente Carlos Menem por un enviado de Israel (tal como probó Horacio Verbitsky hace una década en en su nota La InfAMIA).
El acuerdo tripartito entre los gobiernos y los  servicios de inteligencia fue seguido al milímetro por el juez Galeano y Clarín y La Nación (Daniel Santoro, por ejemplo, que hoy salió a respaldar a Nisman, también defendió al juez inicuo hasta que fue destituido) y también (con alguna contradicción, ya que intervinieron muchos periodistas) por Página/12 (Tiempo Argentino no existía entonces, pero desde que apareció se sumó a la corriente).
La caída de Galeano aparejó el triunfo por K.O. del sector de la SIDE dirigido por el ingeniero Antonio Horacio Stiuso (o Stiusso), alías “Jaime” sobre sus rivales de la “Sala Patria”, encabezada por el mayor (R) Alejandro Brousson (fallecido en 2007), que se habían prestado al pago de 400 mil dólares a Carlos Telleldín para que acusara falsamente a una banda de policias bonaerenses liderada por el mayor recaudador de la repartición, el comisario Juan José Ribelli.
A partir de entonces, Nisman suplantó a Galeano como guardián de aquel acuerdo, no sin antes verificar que su esposa, Sandra Arroyo, fuera nombrada jueza federal de San Isidro.
Nisman (al que sus detractores suelen llamar “el fiscal israelí en comisión” por los frecuentes viajes que realiza invitado por organizaciones sionistas) se ciñó al guión preestablecido hasta el punto de que -según los cables de la Embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires publicadas por Wikileaks- cuando quiso inmiscuirse en el encubrimiento liderado por el ex ministro Carlos Corach- desde dicha legación dipomática se le ordenó que se limitara a “la conexión internacional”, esto es, a culpar a Irán.
En épocas recientes, la Presidenta (que conoce muy bien la causa AMIA ya que fue miembro de la Comisión Bicameneral de Seguimiento de las Investigaciones de ambos atentados, primero como senadora y luego como diputada), percibiendo que el presidente Obama busca descongelar las relaciones con Irán a fin de que este país oficie como dique de contención de los extremistas suníes financiados por Arabia Saudi, Qatar, Kuwait y Turquía, tomo la iniciativa de llegar a un acuerdo con Irán para que la justicia argentina pudiera interrogar a los altos funcionarios iraníes que tan livianamente acusa Nisman.
La firma del memorandum con Irán provocó una insurrección generalizada dentro de una Secretaria de Inteligencia liderada por “Jaime” Stiuso o Stiusso, colonizada a gusto tanto por el Mossad como por la CIA desde hace décadas. A partir de entonces, la SI, ex SIDE, trabajó decididamente para los enemigos del Gobierno, excepto una ínfima minoría que decidió privilegiar su fidelidad al Poder Ejecutivo por sobre sus lazos con Estados Unidos e Israel, tal como todo indica hizo desde un primer momento -por las razones que sea- el general Cesar Milani… lo que explica los virulentos ataques que recibe de parte de una  oposición, lidera por “la corpo” mediática a la que los crímenes de lesa humanidad les importan un bledo.
En este contexto, el descabezamiento de la Secretaría de Inteligencia y la jubilación compulsiva de Stiuso o Stiusso no podía dejar de tener remezones y “vueltos”. Nisman no es más que su espada vengadora.
El Gobierno afronta ahora tres problemas. El primero, menor, es que Cristina firmó alguna vez un documento de la Comisión Bicameral que dio por acreditado el bluff del coche-bomba con conductor suicida. Yo también, al escribir mi libro “AMIA, El Atentado, quienes fueron los autores y por qué no están presos” (Planeta, 1997) no alcancé a impugnar completamente su falsa existencia (hubo, como parte de la operación terrorista, una Trafic fantasma, una Trafic señuelo… pero no estuvo en el lugar de la explosión). De sabios es rectificar.
Los otros dos son más graves: Uno es -como resulta evidente- que la oposición, carente de propuestas políticas, encontró como agredir al Gobierno a través de la judicialización de la política a través de magistrados cuya catadura moral es inefable. Con los ataques de los Bonadío, los Canicoba Corral, los Lijo y tantos otros magistrados inicuos -a quienes ningún amigo mío le confiaría sus niños, ni siquiera por unas horas- el Gobierno paga sus culpas por haber sostenido a otros impresentables, como el juez Norberto Oyarbide. Que la mayor parte de esos jueces respalden a Nisman y se apoyen en “la corpo” mediática y en legisladoras como Laura Alonso y Patricia Bullrich, ostensiblemente financiadas por la CIA y los “fondos buitres”, no puede sorprender a nadie.
Dos: Afronta esta batalla desigual sin tener un solo medio en el que pueda confiar que no lo traicionará. En lo que también le cabe una importante responsabilidad, porque no se puede ir a la batalla confiando en el talento de generales mercenarios o de pacotilla.
A pesar ofrecer tanto hándicap gratuito, es posible que el Gobierno gane esta batalla porque la acusación de Nisman es sencillamente descabellada. Pero, ni aún así, el resultado stá dado de antemano. Por lo pronto, sus enemigos consiguieron hace tiempo que la Sala I de la Cámara Federal porteña declara inconstitucional el memorándum con Irán.
Y, reducida a su mínima expresión, ya sin Raúl Zaffaroni, no puede confiarse en que la Corte vaya a arreglar ese desaguisado.
Presten mucha atención porque es ahora cuando se verá quien es quien

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