domingo, 25 de enero de 2015

La Tablada, 26 años después La democracia de traje blanco Por Daniel Sazbón

El mediodía del martes 24 de enero de 1989 un Alfonsín rodeado de militares recorría las calles internas de un regimiento de La Tablada destruido por el fuego de artilería y sembrada de cadáveres calcinados de militantes del MTP que habían intentado tomar el cuartel. El discurso oficial decía fortaleza del preidente civil, la imagen, inolvidable, trasuntaba un momento de enorme debilidad.

Cerca del mediodía del martes 24 de enero de 1989, un helicóptero aterrizó en el Tercer Regimiento de Infantería de La Tablada. Todavía no se habían acallado los disparos que desde hacía más de 24 horas se repetían sin pausa. De la naves emergió una figura vestida de traje claro, rápidamente rodeada por un grupo de comandos de élite, fuertemente armados y con sus rostros pintados. Así escoltado por el temor a la presencia de francotiradores en la zona, el presidente Raúl Alfonsín comenzó a recorrer las instalaciones del predio militar, recién recuperado a sangre y fuego por el ejército y la policía bonaerense. Los uniformados condujeron al presidente en su recorrido, mostrándole en el camino, como crueles ofrendas, los cuerpos destrozados y carbonizados de los militantes del Movimiento Todos por la Patria que habían intentado ocupar el regimiento la madrugada de la víspera.

Por la mañana, el presidente había recorrido distintos hospitales, visitando a los militares y policías heridos durante los enfrentamientos, agradeciéndoles los servicios prestados; dos días más tarde, decretaría un día de luto nacional en homenaje a los fallecidos. Por la tarde, el vocero presidencial elogió el coraje de quienes “con cara pintada y sin cara pintada, dieron la vida para que podamos seguir viviendo en libertad”. A poco más de un mes del tercer levantamiento carapintada, a sólo tres días de que el propio Alfonsín hubiera alertado que “no se podían descartar nuevas intentonas golpistas”, los hombres de verde pasaban de ser la principal amenaza que enfrentaba la democracia, a convertirse en su salvaguarda.

Cerca de las 11 de la noche, el presidente se dirigió a la nación en cadena nacional, rodeado por los jefes de las Fuerzas Armadas y los ministros del gabinete. Con tono dramático, señaló que el país se encontraba “bajo la agresión de elementos irregulares de filiación ultraizquierdista”, un “acto subversivo” que constituía “el desafío más grave y decisivo” de su gobierno.

Tras reconocer la labor de los miembros de las fuerzas de seguridad que murieron “para que otros argentinos pudiésemos mantener nuestra libertad”, Alfonsín anunció la creación del Consejo de Seguridad Nacional, integrado por la SIDE, el Jefe de Estado Mayor Conjunto y los Estados Mayores de las tres fuerzas, con el fin de articular las tareas de inteligencia interior. La participación de los militares en tareas de seguridad interior, contraria a la Ley de Defensa aprobada el año anterior, se profundizaría a las pocas semanas, con la creación de un Consejo de Seguridad Interior.

La reacción del gobierno recuerda las que en su momento tuviera Isabel Perón, o anteriormente, el propio Juan Domingo Perón, quien luego de la toma del Regimiento de Azul por parte del ERP, en enero de 1974, vistiendo su uniforme militar, también se había dirigido a la ciudadanía en cadena nacional, empleando términos similares a los de Alfonsín. Pero ni el país ni el mundo eran los mismos que quince años atrás. Las organizaciones armadas habían sido diezmadas, ya antes del golpe de 1976, y su militancia era prácticamente nula. La misma estrategia del MTP marcaba más diferencias que continuidades con el pasado. Lejos de las acciones de la guerrilla urbana de los años ’60 y ’70, en las cuales la toma de unidades militares se inscribía en un enfrentamiento de largo aliento con las Fuerzas Armadas, pretendieron hacer pasar la toma del regimiento como un intento de golpe militar, que contribuirían a abortar, para luego salir legitimados como salvadores de la democracia.

Los mismos términos que usaron oficialistas y opositores para criticar a los protagonistas del hecho (“alucinados”, “trasnochados”, etc.) resaltan lo intempestivo de la respuesta gubernamental, a la que también se la podría haber llamado “setentista”. Aunque en una escala mucho menor, es difícil no evocar el Operativo Independencia, en el Tucumán de 1975, durante el gobierno de Isabel Perón. Al igual que entonces, en Tablada, en el marco de un gobierno democrático, el ejército aplicó la lógica de la guerra frente al “enemigo interior”. Como entonces, hubo prisioneros torturados, fusilamientos que se hicieron pasar por muertes en combate, y desaparición de personas, hechos sobre los que hasta el día de hoy la Justicia no ha dado respuesta.

“Que no se confundan: la democracia no es débil”, advirtió esa noche Alfonsín en su mensaje en cadena. Efectivamente, la democracia no dio muestras de debilidad a la hora de reprimir en La Tablada: no hubo un “felices pascuas” para los militantes del MTP; no se los trató como “héroes de Malvinas”, y ningún general demoró la llegada de sus tropas a la hora de atacar. La democracia quiso mostrarse fuerte, y se rodeó de hombres armados hasta los dientes. Y sin embargo, pocas veces se la vio más débil que ese verano de 1989, cuando entró, vestida de traje blanco, a recorrer un cuartel militar sembrado de cadáveres.

Télam

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