domingo, 25 de enero de 2015

Grecia decide su futuro Syriza, un partido crítico de la Unión Europea, tiene altas probabilidades de vencer en los comicios de hoy. Roberto Montoya Desde Madrid

Este domingo vamos a tener la victoria de Syriza. Vamos a cambiar una época. El lunes se acaba la humillación y vuelve la democracia.” Alexis Tsipras, líder de Syriza aseguró en su último mitin antes de las elecciones generales de este fin de semana en Grecia: “Nuestro único compromiso es con el pueblo y no con las oligarquías”.
Unos pocos cientos de miles de votos, ese 11% de indecisos, son la clave. De ellos depende de que Syriza pueda acercarse a esa deseada mayoría absoluta –151 escaños– en las elecciones generales de este fin de semana en Grecia. 
Más de una docena de sondeos le dan el triunfo a esa formación de la izquierda radical con un margen de ventaja de entre cuatro y ocho puntos sobre los conservadores de Nueva Democracia, el partido dirigido por el primer ministro Andonis Samarás.
Alexis Tsipras da por seguro su triunfo pero sabe bien que si no cuenta con una mayoría holgada, será prácticamente imposible producir un cambio tan radical en Grecia como el que busca, y las alianzas con otros partidos se presenta complicada.  
Son algo menos de nueve millones de personas las que tienen derecho a votar, y si se tiene como referencia el índice de participación de 2012, el 62,47%, votarían cerca de seis millones de personas como entonces. El sistema electoral heleno prevé un “premio” de 50 escaños para el partido más votado, a fin de que este tenga margen para gobernar, pero, aún así, existiría el riesgo de que con los pocos puntos de diferencia con Nueva Democracia que muestran los sondeos no se alcance esa mayoría absoluta. 
Y el miedo a que Grecia caiga al precipicio, tal como han venido augurando los gobiernos de toda Europa, el Banco Central Europeo, el FMI y Estados Unidos, podría hacer mella entre parte de esos cientos de miles de indecisos. Alexis Tsipras denunció además el hecho que el gobierno no haya actualizado el censo electoral, ya que ello impide el voto de los 100.000 jóvenes griegos nacidos en 1997.
A pesar de los reclamos del Defensor del Pueblo, el gobierno decidió no adelantar el nuevo censo, previsto para dentro de sólo algunas semanas. Es sin duda un revés para Syriza, ya que en las elecciones europeas de mayo de 2014 casi un 40% de jóvenes menores de 24 años votaron por esa formación, mientras que sólo un 10,5% lo hizo por el gubernamental Nueva Democracia. El gobierno se excusó: “La precipitación de la convocatoria para elecciones anticipadas impidió renovar el padrón”.
Este hecho añade más incertidumbre al resultado. “Debemos terminar con la austeridad para no permitir que el miedo mate a la democracia. Si las fuerzas progresistas y democráticas no cambian Europa, será Marine Le Pen y sus aliados de extrema derecha quienes lo hagan”. Alexis Tsipras lo advertía estos días desde las páginas de El Financial Times y lo repetía en los mitines finales de su campaña eleectoral.
El líder de Syriza, acompañado en todos sus últimos actos de Pablo Iglesias, líder del nuevo partido progresista español Podemos, y de Cayo Lara, coordinador de Izquierda Unida –mientras Mariano Rajoy lo hacía en mitines de Samarás–, aseguraba en el diario financiero británico que su gobierno no abandonaría el euro como muchos vaticinan, ni la Unión Europea, y que no sería irresponsable ante los compromisos adquiridos por su país . Pero añadía: “La austeridad no es parte de los tratados europeos. La democracia y el principio de soberanía popular sí lo son. Si el pueblo griego me respalda con su voto, la aplicación de nuestro programa económico no será una práctica unilateral, sino una obligación democrática”.
Cada vez son más los economistas de prestigio internacional que consideran lógica y realizable la renegociación de la deuda.
La joven formación política recuerda que su país perdió el 25% de su PIB desde 2008 y reclama una negociación con la troika –UE, Banco Central Europeo y FMI– “sin tener las manos atadas”, para poder priorizar la atención en la población griega. Es una clave de su programa electoral, prioridad absoluta en los presupuestos generales del Estado para atender la “emergencia humanitaria” que suponen tres millones de desempleados de larga duración –sobre una población de 11 millones–; a esos millones que en estos últimos siete años han perdido sus trabajos, sus viviendas, sus pequeños negocios, que han visto recortadas sus pensiones y ayudas sociales, a esas 350.000 personas a las que se les ha cortado la electricidad por no poder pagarla.
Syriza quiere recuperar los anulados convenios colectivos y la instauración de un aguinaldo para los jubilados con pensiones de menos de 700 euros. También plantea como una de las primeras medidas de gobierno aumentar el subsidio de desempleo 461 euros, nacionalizar el agua, la electricidad y algunos transportes y reducir a la mitad los actuales veinte ministerios. Este partido propone también la separación de Iglesia y Estado a través de una reforma de la constitución.
En esencia es un programa con grandes puntos en común con lo que defendía hace muchos años la socialdemocracia europea, pero que tiene poco que ver con la socialdemocracia europea actual, y por ello los duros ataques que ésta le ha dedicado tanto a Syriza como a Podemos.
En el acto final de campaña, Tsipras, abrazado a Pablo Iglesias, dijo: “Junto a Pablo Iglesias y Podemos, Syriza cambiará Europa”.
Y el líder de Podemos fue aplaudido con gran entusiasmo por las miles de personas presentes cuando dijo en griego: “El viento de la democracia que en Grecia sopla y que se llama Syriza, en España se llama Podemos”. 
No sólo los griegos sino todos los europeos se juegan mucho en estas elecciones; se decide en definitiva entre continuar con las actuales políticas austericidas, o en iniciar un complejo pero esperanzador camino de cambio con trascendencia para toda Europa.

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