lunes, 5 de enero de 2015

Entre el ajuste y el ingreso popular Por Alejandro Horowicz

Si el dilema se terminara por resolver en el primer trimestre de 2015, serán las paritarias y las calles su escenario principal.

Cuando cada pueblo tenía su propio recorrido e ignoraba la existencia de los demás, las estaciones reglaban todo y no existía "historia universal". Una ilusión potente gobernaba entonces: los ciclos eran inalterables, y por tanto todo dependía de un orden natural que por cierto resultaba inmodificable.

El mercado mundial impulsó otros vientos. Terminó quedando claro que se trataba de órdenes históricos, que la intervención política era posible, deseable, y que el destino planetario era único; otra poderosa ilusión nos jugó una mala pasada: a todos nos pasa lo mismo, y toda posibilidad tecnológica –más allá de sus consecuencias– si es rentable organiza el futuro.

No es cierto. No nos pasa a todos lo mismo. Y muchas actividades altamente retributivas pueden resultar catastróficas para el planeta. Aun así, el tiempo capitalista se nos impone a todos, y las fechas de balance conservan su rigidez. Como este fin de año coincide con el último tramo de tres gobiernos consecutivos, hilvanados al hilo de la crisis del 2001 en la Argentina, la importancia del balance, de su impacto público, crece. No exageremos, sólo está concluyendo el 2014, todo lo demás depende de los avatares de la política.

Dos perspectivas analíticas se abren paso. La primera, cortita y obvia; la segunda, más compleja y mucho más matizada.

Arranquemos con la primera. En los albores de 2014, los gurúes económicos "independientes" vaticinaron una catástrofe. No era inevitable, pero la tozudez del oficialismo, su reluctancia a aceptar los buenos consejos, los llevaría al desastre. Si en algún punto el desastre dejaría su marca sería en el nivel de reservas del Banco Central. Vaticinaron que su caída proseguiría, y a la hora de estimarla sostuvieron que a gatas superaría los 11 mil millones de dólares para diciembre de 2014; cifra que dejaría la paridad cambiaria a merced de los grupos concentrados, y por tanto sostuvieron que el blue rondaría los 20 pesos. Desde esta perspectiva no quedaba otro camino que volver al mercado de capitales para conseguir dólares, el viejo recurso de endeudarse, y para endeudarse, para que el mercado financiero nos volviera a habilitar, respetar el incumplible fallo del juez Thomas Griessa, esto es, obedecer el dictat de la bancocracia globalizada, resultaba indispensable.

Debemos admitir que ese escenario, el peor de imaginar, no era imposible. Y que si aceptaba la primera premisa –inevitabilidad de la continua pérdida de reservas– las demás eran de cumplimiento obligatorio. Pero no era cierto que la hemorragia no pudiera frenarse; el acuerdo financiero con China permitió detener la caída, primero, e incrementar las reservas hasta los 31 mil millones de dólares, después. La suba desde los 27 mil millones – cifra más baja del último quinquenio –facilitó el control del precio del dólar blue; al regular el precio del mercado marginal, el Central facilitó el proceso de liquidación de exportaciones; y el ingreso de dólares volvió a reducir la capacidad de presión de unos exportadores que buscaban otra devaluación; esta vez justificada por el incremento de la brecha entre el oficial y el paralelo. Debemos añadir el factor déficit fiscal a la lista, déficit que sigue siendo una variable bajo control de la AFIP. Para que se entienda, todas las deudas públicas se pagan con recaudación fiscal; la deuda externa también; si nos hubiéramos vuelto a endeudar, deberíamos recaudar más; deber más para conservar el mismo nivel de déficit termina imponiendo recaudar más, y hacerlo en condiciones de estancamiento resulta imposible; por eso el impacto del déficit se incrementa, y por eso el recorte del "gasto público" contiene toda la estrategia fiscal.

Dicho de un tirón, la solución aportada por los "expertos" servía para construir el problema que proclamaban resolver. Hace décadas que los cómplices de 2001 hacen, dicen, lo mismo, en los mismos programas de televisión. Ahora bien, que el pronóstico no se haya cumplido no supone de ningún modo que vivamos en el mejor de los mundos. Ese balance simplón debiera ser evitado.

EL PROBLEMA DE LA SEGURIDAD

La salud pública, la educación pública y la jubilación de reparto fueron llevadas al colapso entre 1975 y 2001. Los instrumentos que las hacían viables fueron destruidos. Las obras sociales terminaron desfinanciadas, se les retiró el aporte patronal para declararlas después insostenibles, con el argumento de que no formaba parte del interés patronal financiar el retiro de sus asalariados. Y ese sacrosanto interés, maximización del beneficio, no admite argumento en contra. Por cierto, la jubilación de reparto formaba parte del welfare state y la decisión de arrasarla fue tomada por la bancocracia global. Esa es la tendencia del mercado mundial desde los '90. La política oficial kirchnerista contravino (y acabamos de ver que todavía resiste), al menos en materia de finanzas, esa dirección.

En los inicios el gobierno K hizo de la falta de represión una bandera política. Al hacerlo no sólo reconocía la manifiesta legitimidad de la protesta social, sino que admitía la responsabilidad pública por la desgraciada situación de gran parte de la sociedad argentina.

La lógica neoliberal responsabiliza a cada quien de su propio destino. Es su imprevisión la que le impide disfrutar de una buena cobertura médica, acceder a una adecuada institución educativa, o disfrutar de suficiente retribución cuando finaliza el ciclo laboral activo. Si esto fracasa, no es por políticas públicas inadecuadas, entonces se trata de paliar inepcias personales. Es una perspectiva cortita. Desde la otra tronera se ven otras cosas. Y la política de seguridad del gobierno parecía considerarlas.

Ahora bien, la política de seguridad cambió. Sergio Berni sintetiza el fin del garantismo para las víctimas; los que cortan una ruta violan el libre derecho a circular y por tanto, ya no hay un detrás del corte. Los problemas sociales pierden densidad y se observan con lógica administrativa. Sólo se trata de garantizar un derecho constitucional –la libre circulación–, los demás derechos se esfuman; entonces la represión no solo es inevitable sino además aconsejable. El cambio de política de seguridad impone un discurso represivo tradicional, donde las balas de goma readquieren su antigua importancia.

Volvamos hacia el mercado mundial. La crisis del capitalismo redujo la demanda solvente. Para garantizar la tasa de ganancia, las empresas achican costos. Entre los costos, el salario es una componente significativa. Y reducir salarios, una herramienta en boga.

Si se observa la masa salarial de los últimos 20 años en USA, se ve una tendencia hacia el estancamiento; sólo la deflación de precios evitó una caída brutal en el ingreso de los ocupados, al tiempo que se incrementó el número de los desocupados. Esa es la tendencia: destrucción de puestos de trabajo, estancamiento salarial y mantenimiento de la tasa de ganancia.

El conflicto actual en la Argentina pasa por la rentabilidad empresarial. Este año quedó claro que, para conservarla, los empresarios eligieron recortar el salario. Como los trabajadores tienen a veces la mala costumbre de defenderlo manifestando públicamente, la represión se propuso garantizar que los balances siguieran por la buena senda. Entonces, Berni y sus muchachos no pueden desconsiderarse.

En el último cónclave de la Unión Industrial Argentina la opinión empresaria se manifestó con nitidez: volver a la ortodoxia económica. Ese punto de vista no resulta una novedad, la verdadera noticia pasa por cuál es el rango de heterodoxia del gobierno nacional. Es decir, si está dispuesto a reducir el ingreso popular o a morigerar la ganancia patronal. Si la salida conservadora prevaleciera, el perfil del candidato oficial para las presidenciales queda definido. En ese caso Daniel Scioli, gobernador bonaerense, resultaría número puesto. Y ese dilema se terminará por resolver durante el primer trimestre del 2015; serán las paritarias y las calles su escenario principal, y una vez más la estructura del ingreso nacional parirá los términos de la política. 

Infonews


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario