viernes, 9 de enero de 2015

El Dorrego y la balcanización de las ideas

A pedido de la comisión directiva del Instituto, Víctor Ramos pidió licencia. Alejado de su cargo, realizó declaraciones en contra de La Cámpora y Máximo Kirchner, aunque apoyó a Cristina. ¿Se puede ser parte de un proyecto político a medias?.
Por Gabriela Canteros
Hace ya más de 30 años, cerca del Pueblito, en la provincia de Entre Ríos, al costado de una ruta, se realizaba un encuentro de historiadores revisionistas, un encuentro informal, entre amigos y compañeros de militancia. Al cerrar el encuentro el anfitrión presentó a una joven cantautora que venía con su guitarra al hombro y sus ansias de ser escuchada. Tocó un par de temas del folclore nacional y fue ovacionada: al finalizar su actuación pasó su sombrero a fin de recaudar el fruto de su trabajo. La joven: Teresa Parodi; el anfitrión, el desaparecido historiador, escritor y brillante hombre de letras, Fermín Chávez.
Fermín tenía una especial capacidad para reconocer talentos, y no se había equivocado. Al parecer, también existe un cierto rasgo de afinidad con las decisiones de la Presidenta, quien no dudó a la hora de crear un Ministerio de Cultura. Con un número importante de intelectuales a su alrededor, designó en el cargo a la cantautora del relato anterior. Algo que fue no sólo por sus cualidades artísticas, sino por su trayectoria en la gestión cultural. El 2014 debe ser recordado como un momento trascendental en la historia de la cultura argentina, recordando que hace no poco tiempo el cargo de Cultura era casi una subsecretaria de última importancia para los gobiernos. Muchas veces estaba involucrada solo en el entretenimiento y a veces incluso debía realizar eventos deportivos (por algún motivo, en algunos municipios subsisten secretarias con el rango de dirección de cultura y deportes).
Este hecho fundamental fue poco celebrado por el entonces presidente en funciones del Instituto Dorrego, Víctor Ramos. A esa designación siguieron una serie de exposiciones en la prensa sobre su desagrado, y luego comenzaron las marchas de protesta de grupos afines a él al reciente Ministerio. En el medio, el Dorrego, como si fuera una catapulta de desencuentros, fue puesto en el centro de la escena. A pedido de la comisión directiva, Víctor Ramos pidió licencia. Ahora, alejado de su cargo, realiza declaraciones en contra de La Cámpora y Máximo Kirchner, pero cerrando siempre con su apoyo a Cristina. ¿Se puede ser parte de un proyecto político a medias? ¿Abandonará todo su trabajo realizado en la integración de la villas por su diferencias personales con la Ministra de Cultura?
Las respuestas a veces se dicen pero suenan poco convincentes, simplemente prefirió pedir licencia y enmarcarse desde otro ámbito, pero nunca abandonó el Dorrego, ni la disputa. Cada vez que puede nos sorprende con declaraciones negativas acerca de otros espacios de militancia; me pregunto cuándo nos sentaremos a pensarnos y resolver estas instancias.
El primer impacto de conocer el Dorrego es saber la existencia de espacios revisionistas dedicados exclusivamente a José María Rosa y a Jorge Abelardo Ramos. Es un momento inspirador, y le sucede a varios cuando recuerdan el anecdotario de las acciones y los libros realizados por estos revisionistas.
Luego, mientras participás del vaivén de reflexiones, das cuenta de Víctor Ramos, el heredero físico del legado de su padre y te atraviesan en la memoria los textos. Poco después te das cuenta que has adquirido el vicio de la historia oficial: hacer de bronce a las personas de carne y hueso. La historia está aquí, escribiéndose, pensándose y repensándose: esperamos que Víctor no olvide la misión que tiene como miembro del Instituto Dorrego, no perdamos el rumbo por la balcanización de las ideas.

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