miércoles, 21 de enero de 2015

Desmesuras Como por caso las condenas a tratar de interpretar qué parte de la prensa argentina las hacen en nombre de la libertad.

Nigeria tiene cerca de 170 millones de habitantes y hasta hace medio siglo era formalmente una colonia inglesa y los registros religiosos dividían a los nigerianos entre animistas y cristianos evangelistas o católicos. Hoy, sin embargo, la mitad de la población se declara musulmana. Una pequeña organización yihadista llamada Boko Haram está instalada desde hace unos años en Maidiguri, una ciudad del noreste del país donde viven un millón de personas. Maidiguri fue, durante la dominación británica, una de las sedes principales de las fuerzas militares de ocupación que incorporaban a filas a decenas de miles de nativos. Décadas después, los descendientes de aquellos militares pro colonialistas están armados hasta los dientes para aplicar otro tipo de sumisión: declaran infiel a cualquier nigeriano que no acepte lo que ellos dicen que es el Corán.
Las prescripciones de Boko Haram incluyen a cualquiera que use pantalones y camisas, acepte la democracia del voto o reciba educación secular. El sábado pasado al mediodía, cuando un mercado de Maidiguri estaba abarrotado de gente, una niña de 10 años fue usada por Boko Haram para morir y matar. Al día siguiente, otras dos niñas manipuladas por Boko Haram fueron las bombas humanas para sembrar el terror en Potiskum, una ciudad vecina a Maidiguri. Por lo menos 30 víctimas fatales en la lejana Nigeria, un país lleno de petróleo en el extremo sureste del país, en el delta del Níger. Nigeria está gobernada por una élite local completamente funcional a las multinacionales británicas, norteamericanas y chinas. Es el sexto exportador mundial de crudo y tiene, sin embargo, cerca del 70% de sus habitantes bajo la línea de la pobreza. Todavía resuena en la memoria de muchos hombres y mujeres bien pensantes del planeta las muertes de hambre en Biafra. A fines de los años sesenta, las fotos de los biafranos esqueléticos daban vueltas por el mundo a través de la prensa. La región de Biafra decidía hacer un estado independiente de los gobernantes nigerianos. Parecía un conflicto étnico, una catástrofe provocada por viejas rivalidades tribales.
Más de un millón de personas murieron en tres años, la mayoría se tomaban desde el Palacio del Elíseo para que las 14 ex colonias francesas no fueran tan ex. Entre ellas, promover la separación de Biafra y proveer de armas a los rebeldes. Desde ya, los hombres de la Inteligencia de Estado cuentan en France Afrique cómo hacían operaciones de prensa para sensibilizar a la opinión pública sobre lo malos que eran los nigerianos y la necesidad de los pobres biafranos de contar con su propia nación. Ni una palabra, en aquel entonces, de las razones de Estado de Francia. Pero pasados los años, quienes actuaron fríamente para ocultar esos motivos, hablan, cuentan todo, lo cual debería ser una enseñanza para muchos de los que manejan los hilos secretos de las llamadas razones de Estado. Es probable que no haya vínculos directos entre aquellos muertos en Biafra y los secuestros de decenas de mujeres por parte del grupo yihadista Boko Haram así como de las niñas sacrificadas como bombas humanas. Sin embargo, hay demasiadas verdades que incomodan a Francia, Gran Bretaña o Bélgica respecto de su pasado colonial y de un presente que no parece tener salidas a la vista. No sólo porque sus países integran la Alianza del Atlántico cuya razón de ser era oponerse a la Unión Soviética en la Guerra Fría y ahora mandan comandos para ocupar territorios con intereses estratégicos para algunas multinacionales. El mayor problema, como lo muestra el atentado contra Charlie Hebdo, está al interior de esas naciones.
Es difícil saber qué se cuece tanto en la sociedad como en el poder como para anticipar si hay alguna tendencia a mitigar las grandes diferencias culturales y sociales o a conjurar eventuales ataques terroristas.

A Francia, desde ya, le costó mucho tener una educación laica para que los hombres musulmanes reclamen que sus mujeres deben llevar el velo en las aulas. Desde 2004, la legislación lo prohíbe expresamente y las tensiones no paran. Pero también es cierto que los llamados barrios árabes en las principales ciudades de ese país dejaron de ser un lugar abierto y que se va perdiendo la idea de la cultura multiétnica y multirreligiosa. La desocupación entre los jóvenes de origen musulmán es alta, pero no sólo por una cuestión religiosa, sino que hay cada vez menos trabajo para los pobres. Y que ahora, los franceses que se consideran originarios buscan los puestos menos calificados que hasta hace unos años estaban relegados para personas de origen africano, asiático o del este europeo. Las cosas no son nada simples: Francia tuvo por muchos años una gran cobertura para los desocupados, cualquiera fuera su origen racial o social. Hoy, el Estado del Bienestar está disminuido y tampoco conforma a las nuevas generaciones de jóvenes. Las multitudinarias marchas del domingo en París y otras ciudades son una muestra de que, al menos en un primer momento, primó el duelo y no el odio.
Es difícil saber qué se cuece tanto en la sociedad como en el poder como para anticipar si hay alguna tendencia a mitigar las grandes diferencias culturales y sociales o a conjurar eventuales ataques terroristas. Hay demasiadas señales negativas como para conformarse con las consignas emitidas en días de duelo. Por estos días, buena parte de la prensa argentina decidió posicionarse como los grandes defensores de la libertad de expresión y de la libertad misma. La única manera de ser un ciudadano universal consistió en condenar los atentados a Charlie Hebdo y a la toma de rehenes en un negocio kosher ocurridos la semana pasada en París. Cualquier palabra que pidiera salir del duelo y de la condena a los tres terroristas era –y es– indigna de ser pronunciada. Una palabra odiosa, para mucha de esa prensa, es "contexto". Claro, las condenas a tratar de interpretar las hacen en nombre de la libertad. Como si con eso pudieran conjurar no sólo la angustia por la incertidumbre sino las muchas certezas de que un mundo tan desigual no es garantía de libertad. Entre otras cosas, porque no se vio en los noticieros ningún cartel que dijera –además de soy Charlie o soy policía o soy judío– soy una señora nigeriana que compra en un mercado de Naidiguri. Una primera muestra de desigualdad manifiesta. ¿Acaso no es lo mismo morir por una bomba yihadista que por una bala yihadista? La diferencia, aunque parezca brutalmente simplificada, es que las noticias del centro no son lo mismo que las de la periferia. El sociólogo francés Pierre Bourdieu es una bibliografía obligada en las carreras de Comunicación o de Periodismo. Acuñó un concepto llamado Capital simbólico y que, sintéticamente, significa que no sólo esta sociedad se rige por la acumulación de riquezas materiales tangibles sino por otros bienes decisivos para acumular poder y que son intangibles como el conocimiento y la circulación del mismo.
Los medios de comunicación son una pieza clave del poder simbólico. Bourdieu era de una generación de franceses que vivió el conflicto de la guerra de Argelia. Él mismo fue enviado a esa nación, cuando todavía vivía bajo dominio colonial, a cumplir "el servicio militar". En realidad fue un destino de castigo debido a que sus superiores le habían encontrado entres sus pertenencias unos artículos sobre Argelia que consideraban inadecuados, peligrosos, extremistas. En esos tiempos, muchos franceses creían que su destino era dominar las comunidades del norte y el centro de África. Les parecía un derecho natural. Como les parece a muchos ciudadanos de Estados Unidos que sus muchachos vayan miles de kilómetros de distancia a dominar países que, oh casualidad, tienen grandes yacimientos petrolíferos. O les parece natural que algunos muchachos permanezcan en casa y accionen los comandos de los drones para matar gente en Pakistán o en el Estado Islámico. Es una falacia pensar que se pueden pacificar los ánimos del mundo cuando el propio Estados Unidos votó en contra de avanzar en el diálogo por la paz en Medio Oriente. Se trataba de un proyecto que ponía 2017 como un límite más que generoso para la retirada de Israel de los territorios palestinos. La última reunión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tuvo ese tema crucial que contó con ocho votos positivos (entre ellos Francia y Argentina) mientras que fue suficiente con dos votos –Estados Unidos y Australia– para quitarle una oportunidad al diálogo y la paz en esa región. Es una falacia que se puede avanzar en un mundo sin resentimientos cuando Estados Unidos tiene mil bases militares en todo el mundo. O cuando un tercio del comercio mundial se hace por vía de los paraísos fiscales. O cuando 70 mil mega millonarios se quedan con la mitad de lo que se produce anualmente en el planeta. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario