domingo, 25 de enero de 2015

¿Desde cuándo EE.UU. y la OTAN patrocinan el terrorismo? Por Alberto Rabilotta. Periodista

Sembrar la división y el odio, las disputas religiosas, lingüísticas, culturales y nacionales, y el racismo en todas sus variantes, es una muy vieja y efectiva receta para dominar y explotar a los pueblos. Es la forma de arruinarlos, debilitarlos y dividirlos para avasallarlos, esclavizarlos o borrarlos del mapa en beneficio de los intereses de los colonizadores e imperialistas. 

Esa política fue aplicada durante la Guerra Fría contra la Unión Soviética (URSS), China y demás países socialistas, y no desapareció con el derrumbe de la URSS y del campo socialista europeo. Es en ese contexto que debemos situar el terrorismo, sea por fanatismo religioso o la ideología neonazi, y comprobar que ha servido y sirve objetivamente a generar la destrucción y el caos que el imperio necesita para su expansión, y esto es así cuando asesina a inocentes en Irak, Siria, Libia, Paquistán o Yemen, o cuando se vuelve contra sus patrocinados políticos en Estados Unidos, en Londres o París.

Una discreta reunión. Sucedió en Montreal, en una reunión del aparato de propaganda de la OTAN. En esa reunión se presentaría “un nuevo plan” de lucha ideológica contra la URSS y demás países socialistas, pero ahora es posible afirmar que lo dicho y planeado en esa reunión amplió a escala global y a todos los terrenos posibles la lucha ideológica característica de la confrontación bipolar de la Guerra Fría.

La tal reunión fue en realidad una larga sucesión de presentaciones de los responsables de la línea informativa y editorial de esas radios, en particular de la VOA y de REL/RL, que (usando un lenguaje actual) formularon cómo construir la narrativa y la credibilidad de la propaganda contra la URSS y el comunismo, pero en realidad también contra todos los países que en esa época reclamaban una real independencia, un nuevo orden económico mundial, el fin del racismo y la discriminación racial en todas sus formas. En pocas palabras: ¿cómo utilizar las religiones y los nacionalismos como armas?

La semilla del “choque de civilizaciones” plantada por esa propaganda de la OTAN y adoptada sin reservas por los cada vez más concentrados medios de prensa de los países capitalistas, justificó la creación de Al-Qaeda para luchar contra los soviéticos y afganos progresistas en Afganistán, y con el derrumbe de la URSS y del campo socialista europeo fue usada extensamente en los Balcanes para la partición de la (ex ) Yugoslavia, y seguidamente para fomentar los ataques terroristas y el conflicto en Chechenia, en Daguestán y otras regiones de la ex URSS, incluyendo recientemente el caso de Ucrania.

Estado oficialmente ateo, la URSS era en realidad un Estado socialista multinacional y multicultural donde convivían muchas nacionalidades y religiones, desde la ortodoxa cristiana hasta la musulmana, pasando por la judía y la católica, entre otras más. Esta era la fuerza aparente del internacionalismo proletario, como decían en Moscú, pero también su principal debilidad a los ojos de la dirigencia imperialista. 

Empero, hay que recordar que la confrontación creada por las ambiciones imperialistas de Estados Unidos no se resumía a la Guerra Fría entre Moscú y Washington, y que en el Oriente Medio y en Asia predominaban –a comienzos de los años ’70– y como consecuencia de la descolonización y de la consolidación del movimiento de los Países No-Alineados, Estados seculares en los cuales convivían, bajo regímenes políticos diferentes, las más diversas culturas, nacionalidades y religiones.

En otras palabras, se estaba en un momento de auge en la lucha para eliminar todas las formas de discriminación racial, incluyendo el Apartheid sudafricano y el sionismo, lo que se concretó en la votación de la Resolución 3379 de la Asamblea General de la ONU en noviembre de 1975, anulada el 16 de diciembre de 1991, ocho días después de la disolución de la URSS, por la Resolución 4866 de la ONU. Y en la coyuntura histórica en que los países No-Alineados con el apoyo del campo socialista exigieron la creación de un “Nuevo Orden Económico Mundial” que pusiera fin a los desiguales “términos de intercambio” y poder así acceder al desarrollo socioeconómico, y batallando en la Unesco para establecer un “Nuevo Orden Mundial de la Información y Comunicación”, iniciativas que el imperialismo y sus aliados lograron derrotar.

Pero ahora, a distancia y con documentos a la mano, podemos entender que ese fue también el momento en que en EE.UU. y sus aliados en Europa y Japón lanzan desde los círculos de poder la narrativa para justificar económica y políticamente el desmantelamiento del Estado benefactor con el objetivo (finalmente realizado en las últimas dos décadas) de poner el Estado al servicio exclusivo de los capitalistas y poder retornar así al liberalismo del siglo XIX y a las viejas prácticas imperialistas y colonialistas.

Fanáticos y extremistas. Si bien fue en 1979 el primer caso documentado en el cual Estados Unidos y sus aliados crearon, entrenaron y convirtieron en “luchadores por la libertad” a los extremistas islamistas, para luchar en Afganistán contra los soviéticos y los afganos progresistas, no pasó mucho tiempos antes de que Estados Unidos efectuase operaciones ilegales con narcotraficantes en América latina para armar y financiar a los “combatientes por la libertad” que luchaban contra los sandinistas en Nicaragua, política que llevó a la creación de los “carteles” de narcotráfico y a la expansión de la criminalidad, la corrupción y la violencia en la región.

Políticas similares fueron seguidas desde entonces en decenas de países de Asia, del Oriente Medio y de África, muchas veces con la asistencia y financiamiento de Arabia Saudita, y el apoyo de Israel, como en el caso “Irán-Contras”, cuando una operación sucia sirvió para financiar a quienes combatían al sandinismo, lo que confirma que el diabólico plan de “dividir para reinar”, de destruir los Estados que defendían su soberanía nacional, fue aplicado de manera sistemática tanto por el aparato de propaganda de Estados Unidos y la OTAN como por sus agencias de subversión y espionaje.

Nada nuevo o sorprendente, si recordamos que desde finales de la segunda Guerra Mundial, mediante la “Operación Gladio”, Estados Unidos y la OTAN conservaron los contactos y lazos con las fuerzas ultranacionalistas que apoyaron o participaron en los diversos regímenes nazi-fascistas europeos y que ahora sirven en los países bálticos y en Ucrania , para la política de enfrentamiento con Rusia.

Victoria Nuland, subsecretaria de Estado, dijo públicamente que se habían “invertido” cinco mil millones de dólares para el “cambio de régimen” en Ucrania, y sin duda fue mucho más costosa la partición del Estado multinacional de Yugoslavia. ¿Y qué decir del financiamiento o apoyo de los países de la OTAN a los extremistas y terroristas islámicos en Chechenia y Daguestán, que se paseaban por Europa como “combatientes de la libertad”? ¿O de los extremistas islámicos recibidos por las autoridades políticas europeas y estadounidenses, financiados y entrenados por esos gobiernos para derrocar a los gobiernos en Libia y Siria, con muchos ejemplos más en África que quedarán en el tintero?

El caso Irán-Contra

Para la década de 1980, Estados Unidos tenía tres grandes operaciones paramilitares en marcha, Afganistán, Angola y Nicaragua. La guerra de los “Contras” contra el gobierno sandinista nunca fue popular, pero Ronald Reagan la persiguió, sin inmutarse. Creía que los sandinistas eran marxistas-leninistas y que Estados Unidos no podía tolerar un régimen marxista-leninista en Centroamérica. El escándalo “Irán-Contra”, conocido como Irangate, se desató cuando se comprobó venta de armas a Irán y financiamiento de la “Contra”, liderada por Eden Pastora, para que combatiera al gobierno sandinista de Nicaragua. Ambas operaciones, manejadas por Oliver North, militar de alta graduación, estaban prohibidas por el Senado de los Estados Unidos, pero tenían el visto bueno de Ronald Reagan. La venta de armas a Irán, que estaba en guerra con Irak, produjo 47 millones de dólares, dinero que fue gestionado por Oliver North mediante un entramado de cuentas bancarias en Suiza y fue utilizado, principalmente, para la financiación de la agresión al gobierno de Nicaragua y apoyo a la Contra.

La CIA nutrió un ejército anti-sandinista, los Contras. Los armó, les pagó y les proporcionó santuarios en la vecina Honduras. Miles acudieron a unirse a los Contras creyendo que la victoria era inevitable porque Ronald Reagan estaba detrás de ellos y, si era necesario, enviaría tropas estadounidenses. 

Esas operaciones encubiertas generaron mucha inquietud entre el Congreso. Después de la aplastante reelección de Reagan en noviembre de 1984, muchos estadounidenses estaban seguros de que aprobaría la invasión de Nicaragua, porque el caso Irán-Contra no lo debilitó. Pero, cuando dejó atrás la Casa Blanca, los sandinistas seguían en el poder.

25/01/15 Miradas al Sur

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