jueves, 18 de diciembre de 2014

EL ROL DEL PAPA EN EL ACERCAMIENTO ENTRE CUBA Y EE.UU. Francisco y la paz

Por Washington Uranga
Opinión
Desde que Jorge Bergoglio asumió, el 13 de marzo del año pasado, como máxima autoridad de la Iglesia Católica, convirtiéndose en el papa Francisco, no sólo incluyó en su agenda la reforma profunda de la misma Iglesia, la búsqueda de mayor transparencia y el diálogo con la sociedad retomando la tradición del Concilio Vaticano II, sino que se propuso, para el catolicismo y para él mismo como pontífice, una activa participación en el mundo convulsionado de las relaciones internacionales, en particular en la búsqueda de la paz. El reconocimiento que tanto Barack Obama como Raúl Castro hicieron al unísono, agradeciendo los buenos oficios de Francisco para llegar al acuerdo anunciado ayer entre Cuba y Estados Unidos, es una demostración más de su intención y ratifica al mismo tiempo el rumbo elegido por Bergoglio. Ambas partes manifiestan que Francisco se involucró directamente, junto a los dos mandatarios, en la búsqueda de alternativas, promoviendo el diálogo y participando activa y personalmente en varias instancias de conversación.
La Santa Sede admitió oficialmente que en octubre pasado el Vaticano fue sede de un diálogo de alto nivel entre Cuba y Estados Unidos, para el cual la Iglesia actuó ofreciendo sus “buenos oficios”, lo que bien puede traducirse como una mediación político diplomática. Francisco siguió de cerca, paso a paso, cada uno de esos diálogos y se comunicó directamente tanto con Obama como con Castro. La historia dirá que este camino que ahora transitó Bergoglio durante 18 meses de negociaciones, bien se pudo haber iniciado el 19 de noviembre de 1996 cuando Juan Pablo II recibió en el Vaticano a Fidel Castro y se comprometió a visitar Cuba, algo que hizo en marzo de 1998.
Bergoglio está convencido de que parte de su labor como Papa es contribuir a la paz en el mundo, ayudar a la eliminación de los conflictos, disminuir las tensiones y las controversias. Cree que es parte del trabajo que hoy tiene que hacer la Iglesia Católica y que él debe asumir personalmente. Pero va más allá. Recogiendo también una intuición de Juan Pablo II sostiene que la búsqueda de la paz debe ser una acción conjunta de las grandes religiones monoteístas. Ese es el motivo de los esfuerzos de Bergoglio para afianzar el diálogo interreligioso y encolumnar a los grandes líderes religiosos del mundo detrás del objetivo de la paz.
Pero la Iglesia Católica tiene una particularidad respecto de las otras religiones. Es la única confesión religiosa que además de representar a 1400 millones de fieles en todo el mundo, a la vez cumple también el rol de un actor político diplomático internacional. El Vaticano es el Estado más pequeño del mundo, pero su influencia y su peso político no se equipara con sus dimensiones territoriales. Actualmente 179 países mantienen relaciones internacionales con la Santa Sede. Vale recordar también que en 1978, cuando Karol Wojtyla llegó a Roma como Juan Pablo II, sólo 84 países tenían relaciones con el Vaticano y entre estos no se incluían las que en ese momento eran las dos grandes potencias: Estados Unidos y la Unión Soviética. Con Estados Unidos solo en 1998 las relaciones alcanzaron un nivel pleno y en ello tuvo su influencia el peso de los católicos norteamericanos. En el acercamiento a Rusia, con quien la Santa Sede estableció relaciones en el 2010, mucho tuvo que ver la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Francisco está empeñado en hacer contribuciones a la paz, se compromete personalmente y envuelve a la Iglesia Católica. Pero como buen estratega que es, no pierde de vista que el camino elegido entraña riesgos y está dispuesto a correrlos. Llegó a puerto seguro en los “buenos oficios” realizados entre Cuba y Estados Unidos. Los analistas internacionales aseguran que jugó un papel muy importante en Siria el año anterior. Hasta ahora no le fue de la misma manera en su búsqueda de acercamiento entre Israel y Palestina. Se sabe que también intentó facilitar el diálogo entre Corea del Norte y del Sur, si bien no se han visto resultados por el momento. Francisco también hace gestos permanentes hacia China, con cuyas autoridades quiere avanzar en diálogos tanto por razones políticas como para permitir el avance del catolicismo en aquel país.
De parte de Obama, además de reconocerle autoridad al Papa para mediar en el conflicto con Cuba y de facilitarle una salida para una situación difícil y para la que el presidente norteamericano había prometido una solución, también puede haber jugado otro factor: por influencia de la migración latina, el 24 por ciento de los norteamericanos se confiesa hoy católico. Y el catolicismo sigue creciendo en aquel país.
Tampoco habría que perder de vista que en el discurso de Francisco, la cuestión de la paz no está apartada de la búsqueda de la justicia. En su prédica Bergoglio insiste de manera permanente en esta vinculación y la búsqueda de la paz no se desliga de otras cuestiones como las migraciones y la pobreza. En los documentos de Francisco paz y justicia social aparecen siempre estrechamente vinculados. El lema propuesto para la Jornada Mundial de la Paz que la Iglesia celebrará el 1º de enero del 2015, así lo pone de manifiesto: “Ya nunca más esclavos, sino hermanos”.

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