lunes, 3 de noviembre de 2014

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DIARIO DE BICISENDA

  • estudiantes desaparecidos

La muerte tiene permisoEn lenguaje coloquial, los mexicanos usan mucho la palabra bronca. El uso es tan amplio que agarrarse una bronca puede hacer referencia a un embotellamiento, un trámite engorroso o un juicio laboral. Pero cada cierta cantidad de años, el uso de bronca excede el uso coloquial e impacta de lleno sobre el sistema político y más de una vez se convierte en un hito en la historia del México bronco.

Esta bronca empezó hace poco más de un mes, cuando un grupo de estudiantes que se dirigían hacia una protesta fue interceptado por un comando que dejó seis personas fallecidas, 17 heridas y 43 que hasta ahora permanecen desaparecidas. No queda claro si el grupo comando que los interceptó era de la policía o de unos de los cárteles que operan en el estado de Guerrero llamado Los Guerreros Unidos. Pero no queda claro no porque todavía no identificaron a los autores sino porque a partir de la investigación resultaron detenidas 60 personas de las cuales 36 eran policías. También se dio a conocer que el jefe de los sicarios del mencionado cartel le daba órdenes a los policías municipales. Al momento el alcalde de Igualá está prófugo y sospechado de tener vínculos estrechos con el narcotráfico. El gobernador de Guerrero debió pedir licencia. Lo primero que hizo el gobernador interino tras asumir es reconocer que tiene miedo.
Podría decirse, también, que es un acto de barbarie sin mayores explicaciones, Pero la matanza de Igualá es la consecuencia de una tontería política que comenzó en el año 2006, cuando el presidente de entonces, Felipe Calderón, prometió un combate frontal y militarizado contra los cárteles del narcotráfico. Desde entonces los muertos se multiplicaron y desaparecidos se calculan en 70 mil. La cifra se cuadriplica cuando se agregan muertos y torturados, según los organismos de derechos humanos. Sólo durante el mes de octubre, aparecieron 25 fosas comunes en diferentes estados.
El fatalismo geográfico que ubica al pobre México tan cerca de Estados Unidos y tan lejos de Dios parece aplicar una vez más: lo que hizo durante su sexenio Felipe Calderón no fue otra cosa que la guerra contra las drogas propuesta por sus vecinos del norte. En 2012, el General del Comando Norte de EEUU, Charles Jacoby, admitió que la captura de los capos narcos no tuvo el efecto deseado. El lenguaje castrense del imperio no se priva de hablar con sutilezas como efecto no deseado y eso le valió una condecoración por parte del gobierno de Peña Nieto hace sólo un par de meses. En enero de este año una investigación reveló que la DEA y el Departamento de Justicia de EEUU mantuvieron reuniones secretas y negociaciones con los cárteles mexicanos, principalmente el de Sinaloa, para desestabilizar grupos rivales. Ceder la capitanía del combate al narcotráfico al país que más consume drogas tiene sus consecuencias y para entenderlo basta mirar lo sucedido en Medellín y Cali antes y después del Plan Colombia: de dos cárteles se pasó a 242; de 10 departamentos que cutivaban coca se pasó a 23. Guerreros Unidos es uno de los tantos que surgieron tras la balcanización del narcotráfico.
Los escenarios a futuro no parecen auspiciosos: las dos principales fuerzas del sistema político mexicano, el PRI y el PAN, aparecen tan cercanas al problema como distantes de la solución. No fueron capaces de asegurar gobernabilidad y sus acciones llevaron a los mexicanos a convivir con la muerte y las fosas comunes en medio país. El sexenio de Peña Nieto se inauguró con el abandono del discurso belicista y puso paños fríos a la situación del país aunque desde que comenzó su presidencia aparecieron más de 250 fosas comunes. Pero la tragedia de Igualá erosiona también a la izquierda mexicana que reaccionó bien sumándose a las manifestaciones exigiendo justicia pero que deberá lidiar con la imagen de su principal figura, Andrés Manuel López Obrador, apoyado en las últimas elecciones por el alcalde prófugo. Cuando las fronteras del Estado y el crimen organizado se desdibujan el gobierno se vuelve en un mero administrador del infierno.
Emiliano Flores

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