lunes, 10 de noviembre de 2014

07 de Noviembre de 2014 Opinión Inconsistencia monetaria y cambiaria

La causa principal de la inconsistencia de la macroeconomía Argentina es que los empresarios en general (y los más grandes que tienen mercados cautivos más), en lugar de invertir parte de sus ganancias, la sacaron del circuito económico legal, con lo que el Gobierno, procurando mantener el nivel de actividad, siguió expandiendo la demanda (gasto público, consumo, paritarias libres), que al no haber aumentado la oferta, provoca un proceso de incremento generalizado de los precios.
El proceso inflacionario impacta directamente en la capacidad adquisitiva de los ingresos fijos (salarios, jubilaciones y pensiones) e indirectamente en la producción y el comercio ligado a esos ingresos.  También, al no ajustarse el valor nominal del dólar oficial en similar magnitud que los precios, produce un atraso cambiario que combinado con el mantenimiento del nivel de actividad, implica que se acrecienten más las importaciones que las exportaciones y que el crecimiento del PIB.
La expansión del gasto fiscal se fue financiando cada vez más con emisión monetaria, eso explica que, por ejemplo, al 15/02/2013 las Reservas Internacionales eran de U$s 42.171 millones y los adelantos transitorios al Tesoro significaban el 43% de la Base Monetaria, cuando al 17/10/2014 las Reservas Internacionales descendieron a U$s 27.299 millones y los adelantos al Tesoro representaban el 55% de la Base,  esto es, desciende fuertemente el crecimiento del dinero por el sector externo y se incrementa por el sector público. Mejorando parcialmente la relación (las Reservas superan los U$s 28.500 millones) gracias al swaps (pase) acordado con la República Popular China del 30 de octubre 2014.
Las entidades financieras, en lugar de priorizar colocar créditos para financiar la producción, tienen un negocio seguro en prestarle al Estado,  y comprando Letras del BCRA (Lebac) cuya tasa supera a la que le pagan a sus depositantes. Las fuertes tasas de ganancia de los bancos las paga básicamente el Estado, y es más, las perspectivas inmediatas ante el mayor gasto público y la disminución de las reservas por el pago de los servicios de la deuda, obligarán a la autoridad monetaria a incrementar la esterilización vía Lebac u otro activo del BCRA.  El costo de financiamiento de las entidades financieras es negativo en términos reales, con lo que no se logra desalentar el incentivo a que se endeuden en pesos para invertir en dólares a futuro o en bonos dólar linked (se ajusta por la depreciación del valor oficial del dólar), reasegurando ganancias y a costa del Estado.
Según el mismo Banco Central y en los primeros ocho meses del corriente año, las 90 entidades del sistema financiero argentino acumularon una ganancia neta de $ 87.982 millones, 67% más que en el mismo lapso del 2013.
Sin embargo, y esto es lo paradójico del tema, es que las tasas que se pagan son incluso menores a la tasa esperada de depreciación de nuestro tipo de cambio (pesos por dólar), según el mercado a futuro del Roflex, que es el mercado de exportación de granos de Rosario –Pcia. de Santa Fe–, a un año (noviembre 2015) el valor del dólar es de $11,02, lo que significa una tasa de depreciación de 28,9%.
Por ende, cuál es la razón por la que se va a ahorrar en pesos si la tasa esperada de ajuste del dólar es mayor, y eso que hablamos del tipo de cambio oficial, sin contar el amplio abanico entre los distintos tipos de dólares que se cuenta y que no es de difícil acceso por los interesados (dólar ahorro, dólar tarjeta, dólar contado contra liqui, dólar blue, etc.).
La situación descripta no puede sostenerse en el tiempo, debe darse una solución que para un sector importante del Gobierno pasa por esperar que el 2 de enero de 2015 se caiga la cláusula RUFO (que obliga a dar las mejoras en la negociación a los que entraron en los canjes de los años 2005 y 2010) y establecer con los houldouts una forma y plan de pago, lo que generaría un horizonte de estabilidad y previsibilidad que haría que los distintos tipos de cambio si no convergen con el oficial, al menos no se dispersen.
Es cierto que es imposible seguir realizando operaciones de exportación y de ingresos de divisas con una brecha del orden del 60% entre el precio oficial y el paralelo o blue, brecha que es muy grande y es que se redujo con respecto a septiembre por la política de control conjunta del BCRA-AFIP-Procelac-CNV y UIF, que le permite sancionar a General Electric, Procter & Gamble (P&G), Maltería Pampa SA y Farmacéutica Monte Verde y de esa amanera disciplinar al mercado. 
Pero lo que no debe olvidarse es que el dólar tiene un valor técnico o económico (que refleja la productividad de un país), pero también tiene un costo político: de descreer del valor de la moneda local, que se acrecienta interesadamente en lo que se denominó el “golpe del mercado”, que es huir de nuestro dinero y atesorar divisas a cualquier precio,  y como lo demostró en las crisis anteriores (1975 -1976 con el fin del gobierno de Isabel Perón, 1982 tras la derrota en Malvinas y fin de la dictadura militar, 1989 con el fin del gobierno de Alfonsín, 2001 con el fin del gobierno de De la Rua y del plan de convertibilidad) la corrida cambiaria es la antesala de la disparada de los precios, por ejemplo la hiperinflación de 1989 -1990 es hija de la hiperdevaluación de esa época.
Por lo tanto, el Gobierno debe instrumentar medidas de corrección cambiaria y monetaria, pero haciendo un seguimiento exhaustivo y de control sobre las variables, para saber si se liquida el grueso de las exportaciones al tipo de cambio oficial (en esto se debe reconocer  como un gran logro el acuerdo con la Cámara de industrias aceiteras –Ciara–, y con el CEC –Exportadores de granos–), y sobre las operaciones financieras de ingreso y egreso de divisas, donde es fundamental acordar con fondos de inversión el ingreso de dólares al país, dado que tanto los exportadores como las inversiones generan oferta de divisas que, desde fines del año 2011 fue cubierto principalmente con reservas internacionales del BCRA. 
En ese sentido es importante también el swaps o pase de monedas acordado con la República Popular de China, en que el Banco Central de la República Argentina recibió el 30 de octubre 2014 yuanes por el equivalente a los US$ 814 millones, que es parte del acuerdo por U$s 11.000 millones, que si bien es cierto que se utilizarán principalmente para comprar productos chinos, tampoco es menos cierto que indirectamente acrecienta las reservas internacionales.
No es un tema menor, porque en el marco de un default selectivo amparado por la justicia estadounidense, al revés que en las crisis cambiarias de 1989 y 2001, donde no ingresaba un solo dólar al país por ningún concepto, ahora se cuenta con ingresos, que se deben seguir y controlar, pero que están demostrando que al tipo de cambio oficial las acciones y las empresas Argentinas son más baratas que en el resto de la región, y eso permite que se conserve el poder adquisitivo de nuestra moneda, y es la garantía de que no hay derrape cambiario.
La puja entre los que en defensa de sus ingresos ligados al mercado interno defienden nuestra moneda y su paridad, y los que habiendo tomado posición en dólares (los más de U$s 200.000 millones que reconoce el Indec de activos financieros de residentes argentinos en el exterior) y los exportadores (desde las cerealeras, a Techint, a Arcor, a las mineras, etc.) apuestan a que el tipo de cambio suba para tener mayor poder adquisitivo en el país y comprar por la mitad lo que vale el doble. 
La diferencia con las crisis cambiarias por endeudamiento y déficit en la cuenta corriente que supimos tener cíclicamente en la Argentina desde que el gobierno de Frondizi acordó con petroleras y automotrices extranjeras (y con ello un mayor y sistemático endeudamiento, con giro de utilidades, royalties y pago de servicios de deuda) y la actual, está dada porque el endeudamiento real sobre el PIB es bajo (por más que estemos en un default selectivo por la justicia de los Estados Unidos), y se tiene un importante stock de granos para vender, amén de que el país cuenta con las reservas energéticas de vaca muerta y otros, de las tierras más fértiles del mundo, y una mano de obra capacitada y disciplinada que incorpora y puede ampliar la incorporación del conocimiento, lo que delinea un futuro cierto (y capacidad de repago). 
Que el problema coyuntural de falta de divisas tenga un marco cierto en el fuerte crecimiento de las importaciones, y otro, provocado por la negación a exportar y la fuga de divisas, no puede ni debe ser impedimento para que un país como el nuestro, con la capacidad potencial que se tiene, no se plantee vertebrar en un plan de mediano y largo plazo de sustitución dinámica y de diversificación de la producción con un Estado que cumpla el rol orientador y de liderazgo que la situación y la historia nos exigen.
Si en cambio es de temer cuando ese Estado se torna ausente y deja a los mercados y a los grandes formadores de precios de esos mercados que modelen el país a su gusto y conveniencia.
Eva Perón decía: “Hay Patria para todos o no habrá Patria para nadie”, si los ricos de este país comprendieran que pueden ganar más que en cualquier lugar del mundo apostando a la inversión y a la grandeza de la Nación, en lugar de jugar al derrape cambiario y a ganar en base a la destrucción de riqueza y liquidación de activos y trabajo por la devaluación. Deben entender que no puede ser su único camino el saqueo periódico del país usufructuando una brutal transferencia de recursos de la población a su favor.
Tal vez el ejemplo más simple y lineal del grado de egoísmo y pequeñez de nuestros sectores dominantes es cuando proponen la eliminación del mal llamado “cepo cambiario”, cuando ello implicaría un valor de la divisa (del dólar) recontra alto, como dijera alguna vez Guido Di Tella al ser consultado en 1989 antes que asumiera el Gobierno de Menem  de qué medida principal tomarían.  Proponen con esa aparente sencillez del ignorante frenar el nivel de actividad interno para morigerar el crecimiento de los precios, entonces con un dólar recontra alto (digamos al precio de hoy superior a los $ 20.- por unidad de moneda norteamericana), y baja inflación (fruto del menor nivel de actividad), por si solo generaría condiciones para que ingresen capitales, incluso retornarían “alegremente” a los mercados internacionales de crédito. Sin contemplar que ello sería a costa de una brutal caída del poder adquisitivo de los salarios (jubilaciones y pensiones) empujando a amplios sectores de la población a la pobreza y a la marginalidad, fuerte caída del consumo y con ello del nivel de actividad conformando un círculo perverso de achicamiento, que se retroalimentaría permanentemente como fue con el Plan de Martínez de Hoz, el Plan Austral o el Plan de Convertibilidad.
Cuando el camino debe ser otro, plantearse y replantarse un futuro para todos, con aumento de la inversión y del trabajo, de la producción y de la productividad, de la obtención de divisas para financiar las importaciones necesarias a un modelo que sea capaz de generar bienes y servicios de calidad, bien remunerados, condiciones materiales para llevar adelante una vida digna para nosotros y nuestros descendientes, de eso se trata la puja entre los devaluacionistas y los que defienden el valor de nuestra moneda, que ingresen divisas por acuerdos con China, por la explotación de petróleo, por liquidación de la soja, por licitación de frecuencias para ofrecer la tecnología 4G en celulares, etc. es un límite firme a la pretensión de los “conocidos de siempre”, sobre esa base se debe rediseñar el país inclusivo y democrático que anhelamos.

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