lunes, 6 de octubre de 2014

Lear: el riesgo del naufragio

Aislados de sus compañeros de planta y sin el acompañamiento del sindicato, la comisión interna se encuentra recostada sobre partidos de izquierda en una lucha de resultado incierto. ¿Cómo se gestó este aislamiento? y ¿Qué posibilidades hay de desactivar el conflicto sin la promoción de una via de escape?
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Por Nahuel Placanica
En estos meses de lucha, el conflicto en la empresa LEAR estuvo atravesado por represiones violentas, asambleas de dudosa legitimidad, Gendarmes caranchos y abundante petardismo discursivo.
Entre los cortes de los despedidos y las negociaciones encaradas por el SMATA, se logró la re - incorporación de 61 trabajadores mientras más de 40 empleados siguen reclamando por sus puestos de trabajo. Este jueves llevaron a cabo una nueva “Jornada Nacional de Lucha” con que incluyó movilizaciones y cortes.
La situación para el grupo activo del reclamo es por demás compleja. Aislados de sus compañeros de planta y sin el acompañamiento del sindicato, se encuentran recostados sobre partidos de izquierda en una lucha de resultado incierto. Acerca de cómo se gestó esta situación de aislamiento trata este artículo.

Intransigencia y desconexión

Con la representación que otorgan las urnas pero sin el respaldo de la mayoria de planta, la comisión interna de Lear inició un conflicto por despidos y suspensiones ilegales entre mayo y junio de este año. La presión ejercida a partir de la lucha, empujó la actuación del sindicato, que denunció las acciones de la empresa ante el Ministerio de Trabajo. A partir de ese momento, el SMATA comenzó las negociaciones con la patronal pero sin la participación de la comisión.
La exclusión de la representación de base daba cuenta de un progresivo deterioro en la relación entre las partes, motivado por prejuicios mutuos, tradiciones político – sindicales históricamente desencontradas y hechos que a lo largo de  años de convivencia tendieron a ahondar las distancias. Un ejemplo que nos remonta al 2011, resulta ilustrativo respecto a este último punto.
En el año del Cristinazo, mientras todos los focos de atención se centraban en el proceso electoral, el SMATA comenzó una ronda de conversaciones con la empresa Lear y representantes de los ministerios de Trabajo e Industria con el objeto de revertir una supuesta situación de crisis en la multinacional.
Fruto de estos encuentros, se logró un entendimiento entre las partes que permitían a Lear la incorporación de nuevos negocios y un consecuente incremento de la mano de obra. De esta manera, 57 trabajadores bajo la modalidad de contrato eventual pasaban a quedar efectivizados bajo un régimen especial transitorio hasta la adopción de la primera categoría del convenio colectivo. Asimismo, preveía la posibilidad de contratar personal temporario por un tiempo no mayor a seis meses.
La comisión interna consideró que el acuerdo representaba un proceso de precarización concertado entre la empresa y el sindicato y optó por repudiar el entendimiento. Esto generó una respuesta patronal con despidos, que fueron re – incorporados una vez ratificado el acuerdo original.
Esta intransigencia característica del cuerpo de delegados, agravada por la ya mencionada exclusión de la mesa de negociación en las conversaciones de este año, motivó la radicalización del conflicto por despidos en un distanciamiento creciente con la conducción del sindicato.
En este marco, la comisión interna decidió dar continuidad a las medidas de fuerza, al margen de las negociaciones sindicato – patronal. A partir de ese punto, comienza un progresivo aislamiento de la comisión interna respecto a sus compañeros de planta cuyo hecho sintomático fue el pedido de revocación de mandato de los delegados.Este proceso desembocó en un recueste sobre las organizaciones y partidos de izquierda, que pasaron a tener un protagonismo mayor con respecto a la primer etapa de acompañamiento.
Embarcados en una aventura que no parece tener solución, la comisión interna y el grupo de despedidos se encuentran ante el riesgo cierto del naufragio. La extensión del conflicto sólo muestra un horizonte incierto y la lisa y llana clausura del proceso de lucha no parece una decisión para nada sencilla a esta altura de las circunstancias. Frente a estas presiones, difícilmente se encuentre una salida si no se promueve una vía de escape posible.

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