jueves, 16 de octubre de 2014

La fallida estrategia opositora

Francisco Balázs

En las últimas semanas el periodismo opositor viene dando muestras de la alarmante preocupación que le produce constatar que el rumbo de los acontecimientos por ellos previsto dista de ser el deseado. El kirchnerismo se encuentra muy lejos de estar en retirada.

El proyecto político iniciado en el año 2003 dispone de elementos concretos para continuar gobernando en el próximo período presidencial a partir del 10 de diciembre de 2015: centralidad política y liderazgo indiscutible, firme acompañamiento social superior al de cualquiera de las otras fuerzas opositoras, y un incomparable nivel de movilización por parte de su militancia, tal como quedó reflejado el último mes en los multitudinarios actos de La Cámpora, el Movimiento Evita y de Nuevo Encuentro.

En las últimas encuestas (incluso las que surgen desde la misma oposición) la presidenta se encuentra rondando el 40% de imagen positiva, mientras que las principales políticas que signaron estos 12 años de gobierno gozan de un mayoritario consenso social. Eduardo Fidanza, uno de los titulares de la consultora Poliarquía que habitualmente realiza trabajos para el diario La Nación, reveló la semana pasada: "Casi el 58% de la población está diciendo que espera que el próximo presidente mantenga los logros del kirchnerismo y rectifique los problemas. Entre los logros, identifican el trabajo, los salarios y los planes sociales. Entre los cambios, la inseguridad y la inflación. Esta sociedad electoralmente conservadora condiciona el discurso de los candidatos: no se pueden desviar demasiado y proponer lo nuevo porque la gente quiere conservar los logros."

Es comprensible el nerviosismo y la frustración. La inversión que vienen realizando los medios hegemónicos en la construcción de candidatos opositores no les está dando resultados, no logran construir un liderazgo claro, ni siquiera consolidar alianzas sustentables. Ninguno de los precandidatos opositores supera los 23 puntos de adhesión.

Los principales comunicadores de los medios hegemónicos comenzaron a reconocer en sus habituales editoriales que no alcanza con la estrategia de esperar que devenga el ansiado fin de ciclo por sí solo, o por obra del desgaste de 12 años de gobierno, sumado a la presión que ejercen junto a los sectores concentrados de la economía, los fondos buitre y el sector agroexportador para torcerle el brazo al gobierno nacional.

Esos mismos comentaristas opositores, conducidos por la indignación e impotencia, arremeten contra todos los dirigentes del arco político opositor, los vapulean e insultan en público (ni imaginar lo que será en reuniones privadas), enrostrándoles su incapacidad y empujan a la oposición a explicitar y redoblar propuestas de gobierno. Muestra de esto son las declaraciones del santafesino Hermes Binner, del radical Ernesto Sanz y de Sergio Massa, al anunciar que de llegar la gobierno lo primero que harían es derogar las leyes promulgadas durante estos once años. La jugada es torpe. Endurece solamente posiciones ya consolidadas (las más reaccionarias) y espanta a quienes de a poco comienzan a ver que las propuestas de cambio se parecen más a un tsunami que a corregir errores.

A contrapelo de lo hecho por gobiernos anteriores que optaron por ceder a las presiones de los grupos concentrados, el kirchnerismo refuerza su rumbo. Sin la autoridad presidencial que tanto irrita a los opositores, y sin la firmeza de persistir en las políticas que se vienen aplicando, contrarias a los dictámenes del liberalismo criollo, y a los demandados consensos que sólo esconden zancadillas, este gobierno ya hubiera concluido. Las experiencias cuentan. Raúl Alfonsín confió en que cediendo a las presiones obtendría apoyos y consensos. La Alianza siguió a pie juntillas las recetas de ajuste de los organismos de crédito y del sistema financiero que aplaudieron el Megacanje. La enseñanza es clara: cuando un gobierno se resigna a aceptar la agenda opositora, su final es previsible. Todos terminaron acorralados y debilitados.
Otro de las apuestas fuertes que apresuradamente supieron construir tanto la oposición política como los medios hegemónicos fue la de otorgarle al Papa el papel de gran elector, incidiendo en la política doméstica y jugando en contra del gobierno nacional. El cálculo también les falló allí. En la última reunión que mantuvieron en Roma, la presidenta obtuvo un claro mensaje de apoyo por parte de Francisco frente al grosero ataque de sectores locales que se abroquelaron junto a los fondos buitre para presionar el gobierno nacional. No hay duda de qué lado estaría el Papa, de manera concreta e inmediata, si la arremetida contra el gobierno nacional pusiera en riesgo la gobernabilidad. No sería temerario afirmar que, si así fuera, Francisco llegaría a Buenos Aires en menos de 24 horas.

En dos meses y medio caerá la cláusula RUFO y se abrirán instancias de negociación con los fondos buitre sin el tutelaje de Griesa. Si las negociaciones llegaran a buen puerto, las posibilidades de que el gobierno logre recuperar el control de las principales variables económicas, reduciendo la presión especulativa sobre el tipo de cambio y logrando una previsible tendencia a disminuir el actual nivel inflacionario, el kirchnerismo podría encaminarse a encarar un nuevo proceso electoral con altas posibilidades de extender su gobierno a partir del 10 de diciembre de 2015. Incluso, de disipar las dudas sobre quién podría ser su candidato que mejor lo represente.
El nerviosismo e impotencia opositor tiene asidero. Nada han aprendido del pasado, de sus reiterados presagios de fin de ciclo a lo largo de los últimos años. El kirchnerismo no está en retirada. Parafraseando al gran Pichuco, no es tan fácil decir que el kirchnerismo ya se fue, el kirchnerismo siempre está volviendo.

Infonews

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