domingo, 19 de octubre de 2014

Estados Unidos: 60 mil niños migrantes llegaron a su frontera en 2014

Los chicos llegan solos a EE. UU. Provienen de El Salvador, Guatemala y Honduras. Escapan de la violencia y la opresión.
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Por Norberto Emmerich
La importancia del tema de los “niños migrantes no acompañados” es noticia porque por primera vez en la historia, en este año 2014, la mayoría de los niños no acompañados detenidos en la frontera son centroamericanos y no de México. Y la mayoría son de Honduras. No es nueva la noticia, sí la magnitud del fenómeno.
En síntesis 57 mil niños no acompañados han llegado a la frontera estadounidense a lo largo de los primeros nueve meses del año 2014 buscando refugio frente a la violencia y la opresión en sus países centroamericanos.
En una retórica clásicamente ambigua, la Administración demócrata pidió 3.700 millones de dólares en fondos suplementarios para ayudar a las agencias a lidiar con el problema, pero el Congreso le negó la autorización. Además, el anuncio de medidas administrativas para ofrecer “alivio migratorio” se retrasó nuevamente y no serían presentadas hasta después de las elecciones del 4 de noviembre. Mientras tanto siguen las detenciones y la presión para el no cumplimiento de la propia legislación estadounidense protectora de los derechos de los niños migrantes no acompañados.
¿Por qué huyen los niños?
El triángulo norte de Centroamérica -El Salvador, Guatemala y Honduras- constituye una de las regiones más violentas del mundo. Las condiciones existentes en la región son consecuencia de la intervención directa de Estados Unidos, que se manifestado en tres formas:
*golpes y dictaduras militares
*patrocinio de guerras contrainsurgentes
*políticas económicas auspiciadas en el Consenso de Washington.
Este conjunto de factores de origen más otros factores de proceso han dejado sociedades heridas por la desigualdad social, aterrorizadas por la violencia de las pandillas y por los escuadrones de la muerte.
Como indica un informe de la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos denominado “Mission to Central America: The Flight of Unaccompanied Children to the United States”, el fuerte aumento del éxodo de menores no acompañados a partir del año 2011 coincide con la agresiva entrada de los Zetas a Guatemala. Y en Honduras el golpe de Estado del año 2009 convirtió al país en la nación más violenta del mundo en tiempos de paz. En el desarrollo del proceso, la convivencia inicial entre el narcotráfico y las bandas locales, o sea entre Los Zetas y Las Maras (sobre todo la MS13) cedió lugar a una disminución de la influencia de Los Zetas y un ascenso de las pandillas. El problema actual no son tanto los carteles de la droga cuanto las bandas callejeras.
El crimen organizado y las pandillas han incentivado el deterioro de la seguridad y sus víctimas engrosan las filas de quienes emigran a Estados Unidos, aunque sea difícil evaluar cuántos de ellos lo hacen escapando de la violencia.
Mientras tanto, y con pasmosa lentitud, Guatemala y Panamá anunciaron su intención de impulsar un consenso continental en la Cumbre de las Américas a celebrarse en Panamá en abril del año 2015. Aún más, los gobiernos de Guatemala, El Salvador y Honduras han pedido a Estados Unidos la elaboración de una especie de Plan Colombia, o un “mini Plan Marshall”, o una Iniciativa Mérida que ayude al triángulo norte a evitar las migraciones masivas con la idea de promover el empleo y “combatir” la pobreza y el narcotráfico.
La Conferencia Internacional sobre Migración, Niñez y Familia lo redactó así en su resolución final: “Honduras espera iniciar de inmediato las consultas y negociaciones necesarias para el establecimiento, al más breve plazo, de una iniciativa regional que permita abordar esta crisis humanitaria en forma conjunta y definitiva, en reconocimiento de nuestra responsabilidad compartida para alcanzar la paz, la seguridad, el bienestar y la justicia para nuestros pueblos”.
Los gobiernos de los países del triángulo norte centroamericano no buscan un consenso regional en defensa de los derechos de los migrantes sino que reaccionan frente a un problema que perciben y definen como de seguridad nacional. Este consenso, de alcanzarse, militarizará los flujos migratorios en el continente.

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