domingo, 5 de octubre de 2014

Entre la contención y la advertencia

Barack Obama se prepara para las elecciones legislativas de noviembre como lo hace cualquier presidente de la primera potencia militar del mundo: con una nueva guerra a miles de kilómetros de Estados Unidos. Ya se cumplió el primer mes de los ataques letales de las tropas norteamericanas contra los yihadistas del Estado Islámico, establecido en el norte de Irak, y la Asamblea General de Naciones Unidas de esta semana fue una confirmación de que Obama recibe calurosos apoyos de sus aliados de la OTAN en esta nueva cruzada. El Premio Nobel de la Paz edición 2009 no terminó de retirar las fuerzas militares de Afganistán y ahora regresó a Irak, el país devastado por la feroz invasión de su antecesor George W. Bush. El problema adicional es que el Estado Islámico también tiene incidencia en Siria, una nación que desde hace tres años vive una guerra civil en la cual Estados Unidos quiere involucrarse.
Cabe recordar que un año atrás, cuando se llevó a cabo la Cumbre del G-20 en San Petersburgo, la diplomacia rusa se anotó un poroto cuando logró frenar la decisión de Estados Unidos de intervenir en Siria. Además, una semana antes, una votación en la Cámara de los Comunes de Gran Bretaña le dio la espalda a David Cameron para acompañar a Obama. En ese entonces, en el Reino Unido las encuestas daban en contra de ese ataque militar mientras que esta semana, la prensa británica indica que los estudios de opinión son favorables a sumarse al ataque militar. El diario londinense The Telegraph, en su edición del jueves 25 de septiembre, indica que sólo el 17% de los británicos se opone a que Gran Bretaña participe de las operaciones militares contra el Estado Islámico.
Sin dudas, las brutales imágenes distribuidas por los propios yihadistas que se dedican a degollar rehenes se convierten en un argumento decisivo a que tanto en Estados Unidos como en Francia y Gran Bretaña exista plafond social para una cruzada militar en Irak que podrá continuarse en territorio sirio. Siempre quedará la sospecha de que este grupo yihadista pudo ser utilizado por los servicios secretos occidentales para favorecer un clima belicista. Sin ir muy lejos en este tipo de operaciones de inteligencia, la prensa británica y norteamericana fueron los vectores para advertir que Sadam Hussein tenía un arsenal de armas bacteriológicas y que también enriquecían uranio de origen nigeriano para fabricar armas atómicas en la invasión de 2003. Sin embargo, un escándalo de proporciones se planteó entonces cuando The Washington Post reveló la identidad de la agente encubierta de la CIA Valerie Plame cuyo marido, el diplomático Joseph Wilson viajó a Níger y publicó un artículo en The New York Times desestimando las versiones de la conexión entre ese país africano y las supuestas armas nucleares irakíes. En 2010, Hollywood llevó al cine esta historia con el título Fair Game y cuyos roles protagónicos fueron interpretados por Sean Penn y Naomi Watts. (ver nota de Walter Goobar, Una multinacional del terror)
Entre la guerra y la pavada. Probablemente, para buena parte del mundo, esta edición 69 de la Asamblea de Naciones Unidas haya sido el foro en el que Obama se propuso como el jefe de la alianza que termine con “la red de la muerte”. Algunos, muchos menos, la recordarán como una nueva creación escénica de los poderes centrales para tirar leña al fuego. Desde el Vaticano, el Papa Francisco advierte que los escenarios bélicos constituyen una nueva guerra mundial. No en vano, a mediados de 2013 se opuso abiertamente a la intromisión de Estados Unidos en Siria y recomendó a los legisladores norteamericanos de credo católico que votaran en contra de la propuesta de Obama.
La presidenta argentina, si bien hizo eje en la situación que atraviesa el país por el fallo del juez Thomas Griesa cuando habló en la Asamblea General, fue dura con la política belicista norteamericana en su discurso ante el Consejo de Seguridad. En esa oportunidad, en sintonía con la visión del Papa Francisco, abogó por la paz en cambio de agitar los tambores de la guerra. Cristina se permitió lo que todos saben: habló de los “fondos casi cinematográficos” que manejan los terroristas. “No sabemos quién les compra el petróleo, quién les vende las armas”, dijo y se preguntó: “Cuál grupúsculo aparecerá el año próximo”. Por supuesto, el eje central de muchos analistas sesudos fue que Obama miraba a Cristina sin auricular alguno que le permitiera escuchar la traducción simultánea. La realidad es que el arco político y empresarial argentino, así como buena parte de los medios, exhiben una alineación con los centros de poder internacional. Tanto en la gravedad de las tensiones bélicas en zonas donde la Alianza Atlántica avanza peligrosamente en regiones cercanas a Rusia como en el avance de los fondos buitre como parte de la financiarización creciente del capitalismo tanto en los países centrales como en las regiones periféricas.
Puertas adentro de la Argentina. La semana que termina fue de una fuerte presencia argentina en foros internacionales. El encuentro de Cristina en el Vaticano y su presencia en Nueva York mostraron un interesante grado de iniciativa con buenos grados de receptividad. Sin perjuicio de eso, la política doméstica está rodeada de problemas. El dinamismo de la diplomacia externa puede servir, quizá, para tener más comprensión sobre la arbitraria decisión de la justicia norteamericana. La interpretación extendida de que los problemas locales se deben a “los buitres de adentro” es una simplificación peligrosa. La recesión, la inflación y las dificultades en el empleo son la expresión de problemas estructurales que vienen dando avisos desde fines de 2011 cuando la fuga de dólares fue tratada como un fenómeno aislado. En efecto, la decisión de establecer restricciones cambiarias, terminar con las licencias automáticas de importación y prohibir la remisión de utilidades a las empresas extranjeras no fue un plan económico integral que atendiera los complejos problemas del frente externo argentino, sino una serie de decisiones aisladas apoyadas en un gran triunfo electoral. Faltaba una visión descarnada del alto componente de importaciones de las áreas elegidas por el Gobierno para desarrollar su política industrial, especialmente las armadurías de Tierra del Fuego y las automotrices. En vez de sustituir importaciones, en vez de abrir un camino para evitar el ahogo externo y de evaluar cuáles eran las alianzas necesarias para emprender esa nueva etapa compleja, el Gobierno decidió mayor centralidad en las decisiones y un casi nulo marco de debate al interior de las expresiones políticas y sociales que lo sustentaban. Con un dólar retrasado, con indicadores oficiales tergiversados, con subsidios cruzados a la energía y el transporte, las medidas económicas respondieron casi exclusivamente a decisiones políticas del gobierno central. Es cierto, la determinación de profundizar los derechos sociales y mantener las convenciones colectivas de trabajo le permitieron a Cristina mantener una legitimidad no sólo constitucional sino por su identidad política peronista. Pero ahora, en septiembre de 2015, ya no es sólo el dólar ilegal el que muestra la debilidad externa. Tanto el dólar Bolsa como el llamado contado con liquidación inverso pasaron la barrera de los 14 pesos. La brecha entre esos valores de la divisa –que son legales– y el dólar oficial –que el viernes cotizaba a 8,44– es una barrera concreta para muchísimas de las empresas que deben importar insumos, máquinas o partes y que no pueden hacerlo con dólares a 8,44. Algunos empresarios, esta semana, se hicieron de dólares a 14,50 ante las restricciones oficiales para proveer billetes verdes a precio oficial. Desde ya que no es una tragedia, desde ya que la presión de los fondos buitre pesan. Pero es por lo menos ingenuo creer que las causas de la situación actual son solamente esas.
La presión a la devaluación tiene actores interesados, sin duda, como los exportadores de oleaginosas que no liquidan y contribuyen a que las reservas del Banco Central no suban. Pero no parece fácil salir de la lógica de que el dólar quedó de nuevo retrasado y que es probable una devaluación, así como es posible que las tasas de interés suban nuevamente.
En este contexto difícil del frente interno, es probable que se produzcan algunos cambios en el elenco de gobierno. Jorge Capitanich advierte a sus allegados que debe regresar a Chaco. También puede haber otros relevos. Como siempre, el Gobierno no deja filtrar nombres pero la comitiva que acompañó a Cristina a Roma y a Nueva York son una postal a tener presente. Julián Domínguez, Aníbal Fernández, Eduardo De Pedro, Eduardo Valdés, son algunos de los dirigentes que estuvieron entre los más cercanos a la Presidenta en estos días. Quizás algunos de ellos pasen a ocupar cargos ejecutivos. Sin perjuicio de los nombres, importan las decisiones en materia de política económica.

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