JUAN D. PERON
“Y eso es porque
la moral política no solamente debe establecer que los cargos y los puestos
honran al ciudadano, sino que el ciudadano debe ser capaz de honrar el cargo
que desempeña.
El Estado sostiene esta moral y nosotros, los funcionarios a
su servicio, debemos hacerla cumplir, pero para que eso pueda ser real, es
necesario que para todos los servidores del Estado esté asegurada la justicia y
la dignidad. Esa justicia y esa dignidad no pueden estar libradas, como se ha
dicho hace poco, ni al acomodo ni a la cuña ni a la recomendación, sino a cómo
el ciudadano cumple con su deber y a cómo el funcionario honra el cargo que
desempeña.
Yo les aseguro
que poco a poco hemos de ir terminando con todos los vicios de la
administración, para formar un elenco de servidores del Estado que estén
garantizados en su dignidad y en su justicia. El Estado espera de cada uno de
ellos que sepa honrar el cargo que desempeña. Solamente así se hace una patria
grande. Solamente así se puede ir venciendo la inercia de los tiempos y los
errores contraídos por la ciudadanía a través de tantos años de desgraciada
política nacional.
Señores: Yo festejo este escalafón con el mismo júbilo con
que lo festejan ustedes. Ustedes lo hacen porque reciben la garantía de la
justicia y la dignidad del cargo, y yo, como representante del Estado, porque
cumplo, una vez más, con el mandato de la propia nacionalidad de ajustar los
medios del Estado para asegurar la dignidad y la justicia dentro de la
administración.
Recuerden,
compañeros, que es necesario tener siempre presente que en el país no hay un
solo hombre inútil, por pequeña que sea su jerarquía. Cada uno, en estos
momentos de trabajo y de ruda labor, debe tomar su puesto como un soldado
frente al enemigo. Desertar es traición. No cumplir con su deber es defeccionar
frente al enemigo que debemos vencer. Ese enemigo es la inercia, ese enemigo es
la corrupción en que ha vivido este país durante casi cincuenta años.
Señores, es
necesario que cada uno vaya poniendo un grano de arena todos los días para
elevar el espíritu de la nacionalidad y para desarrollar en cada uno de
nosotros un poco más de virtud, porque solamente así dejaremos de ser una
turba para convertimos en una Nación fuertemente capacitada para desarrollarse
y triunfar.
La vida de los pueblos no se hace con garbanzos. La vida de
los pueblos se hace con virtud. Tenemos que alcanzar esa virtud, dominamos a
nosotros mismos para después ser dominadores en el futuro; dominadores en el
espíritu y en la inteligencia, para llevar a este país al triunfo con una
administración magnífica, donde cada hombre sea un soldado que cumple un
sacerdocio al servicio del Estado.
Cuando hayamos conseguido eso, no seremos solamente un gran
país, sino que seremos también, lo que es más difícil de alcanzar, una Nación
de hombres virtuosos. Y solamente los pueblos virtuosos son dueños del
porvenir. Los que no poseen virtud sucumben en la decadencia y en el vicio.
Es evidente que
para hablar del espíritu y de la verdad es necesario tener antes resuelto el
problema de la vida. Para decides a los trabajadores que deben ser virtuosos,
es necesario, primero, llevarles la tranquilidad a sus hogares, asegurarles la
justicia en sus cargos. Y es evidente que la virtud puede comenzar a ejercitarse
mejor cuando no hay que hacer equilibrios para "parar la olla"
cotidiana. Por eso, personalmente, me empeñé en conquistar lo primero. Hoy el
pueblo trabajador argentino puede decir que lo ha logrado. Ahora hay que
trabajar por la virtud.
Señores: Por esas
razones es que festejo como ustedes la implantación del escalafón del personal
de Aduanas. Y les recuerdo que el ritmo de nuestro trabajo, el ritmo de la hora
que vivimos, requiere una Aduana moderna. Para logrado, una Aduana tiene que
reunir dos condiciones fundamentales. La primera, ser de una corrección y de
una minuciosidad extraordinaria, y la segunda, ser de una agilidad portentosa.
Los hombres que entran deben pasar sin que perciban que se los vigila, deben
pasar sin ninguna detención. Al hombre correcto hay que tratarlo con suma
corrección; al delincuente hay que llevado a la cárcel.
Por eso les pido
a cada uno de ustedes que cumplan estos dos principios fundamentales: ser
minuciosos en el servicio, facilitar a todo el mundo su gestión, y a la vez
agilizar el trámite.
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