martes, 14 de octubre de 2014

De la caída del muro a los indignados y la “primavera árabe”

"Vale mencionar que en esta etapa, producto de profundas transformaciones paradigmáticas y culturales, las reflexiones teóricas comenzaron a localizarse mucho más acotadamente, sin pretender brindar explicaciones generales al conjunto de los fenómenos sociales".
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Por Guadalupe Andrea Seia
Con el fin de la guerra fría, la caída del muro de Berlín y del Bloque Soviético, políticos, intelectuales y científicos propugnaban el denominado “fin de la historia” con la “muerte de las ideologías”. A este escenario se sumaba la hegemonía global del neoliberalismo y procesos de transición de regímenes autoritarios a otros democráticos en numerosos países, en particular en el cono sur de América. Con la transformación radical de las estructuras socio-económicas y políticas de los países, empiezan emerger diversos colectivos en busca de defender o recuperar derechos de variada índole. En 1994, en el sur profundo de México, campesinos organizados en el denominado Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantan convirtiéndose en uno de los principales símbolos de la lucha contra el neoliberalismo.
En las Ciencias Sociales en general, se formularon preguntas acerca de estos nuevos tipos de agrupamientos y sus prácticas concretas. En este contexto, la reflexión respecto de los jóvenes y su papel adquirió cierto lugar, que se potenciará con el comienzo del siglo XXI, cuando los y las jóvenes en diversos puntos del globo protagonizaron movilizaciones contra sus gobiernos, por la educación, por ciertos derechos o contra el sistema todo . En este escenario, el interrogante por la validez de la juventud y la generación como categorías para el análisis de dicho presente adquirió fuerza y motorizó diversas producciones.
Vale mencionar que en esta etapa, producto de profundas transformaciones paradigmáticas y culturales, las reflexiones teóricas comenzaron a localizarse mucho más acotadamente, sin pretender brindar explicaciones generales al conjunto de los fenómenos sociales. Así, los libros se componen de trabajos breves que trabajan sobre algún caso particular y desde allí extraen algunas conclusiones parciales. Dentro de este grupo, encontramos una serie de trabajos que desde la historia y la sociología problematizan acerca de las categorías de edad, generación y juventud como herramientas del análisis histórico y de las Ciencias Sociales . Las temáticas alrededor de las cuales se abordaba la situación de los y las jóvenes se diversificó enormemente. Tanto a nivel local, regional como trasnacional, encontramos trabajos que refieren a cuestiones de género y vida cotidiana , identidad(es), gustos, consumos , memoria de los procesos políticos recientes , también sobre movimiento estudiantil , modalidades de agrupamiento, y prácticas políticas de los grupos de edad más jóvenes , entre otros.
Desde la Sociología, sólo queremos destacar dos reflexiones teóricas que a la vez escapan a la mirada de caso de los trabajos mencionados y realizan un planteo más general. No es posible dejar de mencionar a Pierre Bourdieu que, desde su perspectiva del estructuralismo-constructivista, argumentó porque la “juventud” es sólo una palabra, es decir una construcción social e histórica que supone ciertas disputas de poder entre quienes tiene mayor y menor edad. El sociólogo francés nos alertó acerca del peligro de naturalizar la idea de juventud (niñez y adultez también), esencializándola y así, perdiendo de vista la heterogeneidad de situación objetiva (social, económica y cultural) en que viven las personas en ciertos rangos de edad. Los sociólogos argentinos Mario Margulis y Marcelo Urresti  (La juventud es más que una palabra: ensayos sobre cultura y juventud. Buenos Aires: Biblos) se atreven a jugar con las palabras de Bourdieu y en la introducción del libro que compilaron, plantearon que la juventud es más que una palabra. El propósito de los autores fue cuestionar algunas tendencias en la producción acerca de este sujeto. Por un lado, las visiones culturalistas radicales que con la intención de superar la idea juventud como mera categoría de edad, sostenían que sólo habría juventud entre los sectores de clase media y alta en determinados momentos históricos. Con estas operaciones se logró desmaterializar completamente el concepto de juventud, presentado exclusivamente como un signo desvinculado de aspectos históricos y concretos.
Respecto de la noción de generación, los argentinos plantearon que la juventud es una condición constituida por la cultura pero que tiene una base material relacionada con la edad. La edad no es entendida como mero dato estadístico y biológico sino como una edad procesada por la historia y la cultura: una generación. En este sentido, se refirieron con hecho generacional a la circunstancia cultural que supone ser socializado con códigos diferentes, de incorporar nuevos modos de percibir y apreciar, de ser competente en nuevos hábitos y destrezas, etc. La generación, entonces, remite a la historia, al momento histórico en que los individuos son socializados. Esto suponte una hermandad ante los estímulos de una época, una diacronía compartida y una simultaneidad en la conformación de una memoria social compartida. Entonces, para Margulis y Urresti la juventud es:
“[…] una condición que se articula social y culturalmente en función de la edad […] con la generación a la que se pertenece –en tanto que memoria social incorporada, experiencia de vida diferencial-, con la clase social de origen –como moratoria social y período de retardo-, con el género […] y con la ubicación en la familia –que es el marco institucional en el que todas las otras variables se articulan-.” .
Otra excepción en el tipo de producción del período, se localizó en el campo de la historia: Eric Hobsbawn en Historia del Siglo XX realizó un recorrido histórico de largo plazo en el cual recupera el papel de los jóvenes luego de la Segunda Guerra Mundial. El inglés señaló que en la segunda posguerra se había producido una revolución social y cultural, la cultura juvenil de masas daba cuenta del salto generacional y de una renovación cultural sin precedentes. Para el autor, los jóvenes universitarios eran una fuerza con gran eficacia para expresar un descontento políticamente radical. El autor planteó la hipótesis de que la irrupción de esta nueva generación promovió tres mutaciones culturales: el cambio en la concepción de la juventud, que pasó de ser considerada “condición preparatoria” a plenitud humana; la cultura juvenil se fue convirtiendo en dominante en la cultura de las sociedades de mercado avanzadas y tercero, que se dio la expansión internacional de dicha cultura.
En las últimas dos décadas, Valeria Manzano señaló que el campo de Historia de la Juventud ha proliferado y ha actualizado los modos de construir su sujeto de estudio. Desde esta disciplina, encontramos los trabajos de aquellos que proponen la utilidad de las categorías que estamos trabajando para el análisis histórico. En el primer número (invierno de 2008) publicado de The Journal of the History of Childhood and Youth, Steven Mintz y Mary Jo Maynes reflexionan sobre la edad como categoría de análisis histórico.
Mintz sostuvo que a pesar de los múltiples significados que adquiere en las sociedades dicha categoría, ya sea como marca cronológica, experiencia subjetiva, expectativas, etapas de desarrollo cognitivo, emocional y psicológico, etc.; la edad -como el género-es un factor que organiza sistemas de relaciones jerárquicas de poder en las sociedades ya sea de carácter institucional-burocrático o interpersonal. Planteó, retomando a Joan Scott, que la edad no puede ser entendida únicamente como diferencias biológicas y anatómicas entre los individuos, sino que se constituye como un constructo social que supone ciertos significados, representaciones, valores que hacen a cada edad y que funcionan en múltiples dimensiones como la normativa, lo simbólico, lo institucional, lo subjetivo y lo performativo. De este modo, esta categoría resultaba sumamente productiva para el estudio de los procesos sociales, culturales y políticos desde una perspectiva dinámica y diacrónica. En el mismo sentido, Maynes destaca a la edad como un elemento fundamental del análisis histórico a partir de recuperar la agencia de las y los jóvenes, marcando la continuidad con el trabajo iniciado por Gillis. La autora ubicó a los niños y jóvenes (en particular a las niñas y las jóvenes) en el lugar de los subalternos o los de abajo que es necesario incorporar al conocimiento historiográfico para completar y complejizar la compresión de la agencia histórica. Así, puso en jaque a la noción de agencia individual planteada por los modelos de la acción racional. Sin embargo, dejó claro el problema que surge con la escasa disponibilidad de fuentes en las que los propios jóvenes expresen sus representaciones y experiencias. La respuesta que propuso fue destacar la utilidad de las historias de vida como técnica que posibilitan acceder a las motivaciones y acciones de los agentes según sus memorias y experiencias de vida acumuladas, dando cuenta de las intersecciones entre lo individual, lo colectivo y lo institucional.
Por otro lado, disponemos de trabajos que ponen en cuestión la productividad de la categoría de generación. Richard Jobs se encuentra entre los autores que trabajaron los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. El autor trabaja el caso de Francia en la segunda mitad del siglo XX, donde la juventud, como categoría cultural y a la vez como un grupo social, debía ser el pilar sobre el cual la “nueva” sociedad debía reconstruirse. Jobs afirmó que en el período moderno el término generación se volvió parte del vocabulario estándar para hablar de juventud, inclusive en numerosas ocasiones se los encuentra igualados. Asimismo, sostuvo que el significado de las categorías de edad se define culturalmente en un contexto histórico particular. El historiador entiende por generación, una categoría social abstracta que organiza la sociedad en cohortes con supuestas experiencias históricas comunes. Al igual que Mannheim, planteó que los nacimientos no proveen una clara demarcación de la generación, sino que la misma suele ser arbitraria.
Sin embargo, destaca que, a pesar de estos puntos, entre los historiadores el uso de la categoría de generación se extendió como paradigma explicativo. Los mismos plantean que el ritmo de los sucesivos reemplazos generacionales supone un progreso teleológico en la historia. Esta perspectiva, afirma, por un lado asume la existencia de una cohesión entre los supuestos miembros del grupo de edad y, por el otro, invisibiliza la heterogeneidad de experiencias dadas por la clase, el género, la raza, la región, etc. En este punto, cuestiona a la historia generacional por reducir el análisis a las acciones y representaciones de ciertas elites tomadas como tipos ideales de una generación.
En cuanto a la juventud como categoría, Jobs introduce una interesante reflexión al plantear que la misma –del mismo modo que la de género- está inserta en una interrelación con otras categorías de edad que se le contraponen: adultez e infancia o niñez. Así, juventud es una categoría relativa que se define a partir de lo que la diferencia (en cada momento) de las demás cohortes. Sostuvo que la categoría de juventud, a diferencia de los enfoques generacionales, posibilita incorporar al análisis otras cuestiones tales como clase, género, etnicidad, nacionalidad, criminalidad, sexualidad o moralidad. Agregó que la juventud como una idea, como concepto, como categoría de edad y como grupo social participante en la sociedad tiene una historia más extensa que las experiencias individuales o grupales de los jóvenes. Retomó el planteo de Gillis al afirmar que el significado y los límites de la juventud están históricamente determinados. De este modo, su trabajo no se trata sólo de un grupo de individuos con determinada edad sino que consideró la situación histórica de la post-guerra en Francia.
Por su parte, Detlef Siegfried a partir de sus reflexiones sobre los procesos sociales, políticos y culturales que caracterizaron un año trascendental para la historia de la juventud como fue 1968, incorporó ciertas ideas acerca de las categorías que analizamos. En primer lugar, nos alertó acerca del riesgo de volcar la mentalidad actual para analizar dichos sucesos al conceptualizarlos como una “rebelión juvenil” (youth rebellion). En ese sentido, planteó que el conflicto intergeneracional no era tan agudo como se suele presentar y que no se considera el grado de participación de las y los jóvenes de diversas clases sociales. Al igual que Jobs, sostiene que se habría tomado en consideración exclusivamente a los jóvenes intelectuales universitarios como tipo ideal de “joven”. La juventud no fue, para el autor, un agente abstracto del cambio estructural, por el contrario, esos años posibilitaron el desarrollo individual y particular de las y los jóvenes como agentes de la historia. Coincidiendo con lo planteado por Jobs, sostuvo que ante el contexto de cambio radical generalizado, no fue casual que se recurriera a la categoría de generación que oculta las diferencias sociales en el estudio de las sociedades occidentales que habrían superado la división y conflicto de clase.
Respecto de la labor de los historiadores, Siegfried nos planteó que un análisis adecuado de los procesos protagonizados por las y los jóvenes no debe reducirse a la enumeración de hitos como la Guerra de Vietnam o los antecedentes del fascismo. Es fundamental poder dar cuenta de la complejidad y diversidad de las dinámicas de transformación social y cultural radical. Tanto Jobs como el alemán sostienen la necesidad de la historización de la juventud en tanto categoría y como grupo social.

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