sábado, 4 de octubre de 2014

Casos a nivel nacional: cuando la agresión policial es la regla

Entre septiembre de 2010 y diciembre de 2013 el Registro de Casos de Tortura y/o Malos Tratos de la PPN relevó 67 casos de personas que habían sido víctimas de agresiones físicas por parte de las fuerzas policiales y de seguridad en el marco de su detención durante los 2 meses previos a la entrevista.
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De esos 67 casos relevados por el Registro de Casos de Tortura y/o Malos Tratos, 63 eran varones, 3 mujeres y 1 travesti. El 60% de las víctimas tenía menos de 34 años, es decir, se trata de una población joven.
A través del instrumento del RNCT las personas entrevistadas pudieron describir hasta 3 hechos de agresión física por parte de funcionarios públicos (policiales, penitenciarios o de minoridad)  padecidos en los 60 días previos a la entrevista. Trabajando exclusivamente con los hechos en los que los agresores eran policías (de diversas agencias) o miembros de otras fuerzas de seguridad, 60 víctimas describieron 1 hecho de tortura física, 6 personas describieron 2 hechos y 1 víctima 3 hechos, por lo cual cuentan con la descripción en detalle de 75 hechos de agresiones físicas por parte de policías y otras fuerzas.
El informe da cuenta de que “las golpizas están presentes en la gran mayoría de las agresiones, esto es, las víctimas son golpeadas por varias personas durante un tiempo sostenido. Le sigue en importancia el golpe puntual, la trompada o el cachetazo. Tanto en la golpiza como en el golpe puntual es recurrente la utilización de bastones y/o palos. Luego tenemos una variedad de actos, algunos que evidencian la gran violencia que se despliega en algunas detenciones como atropellar con el patrullero, empujar a una persona por una cornisa de 7 metros o alentar a la gente a apedrear a un detenido”.
“Otras entran en las variantes de las acciones desplegadas ante una persona ya reducida y retirada de la vía pública, acciones que se despliegan con saña: ahorcamientos, abusos sexuales, quemaduras, pata - pata, plaf - plaf, criqueo, gas pimienta en los ojos de una persona maniatada. Finalmente tenemos las que se despliegan habitualmente en los centros de detención policiales que tiene funciones penitenciarias como el puente chino en el marco de requisas”.
Estos son algunos de los testimonios que aparecen en el informe:
“Relató que el día 3 de Enero de 2012 fue detenido por agentes de la Policía Federal y llevado a la Comisaría Nº 48 ubicada en el barrio de Mataderos. (...) Refirió que no recuerda los hechos con exactitud porque se encontraba bajo los efectos de estupefacientes pero que reclamó sus zapatillas y comenzaron a pegarle golpes de puño, patadas y cachetazos. Posteriormente perdió la conciencia y cuando se despertó se encontraba en el Hospital Piñeiro donde lo estaban cosiendo sin anestesia a raíz de un corte profundo en el tórax”.
“Me pegaron en la calle, me tenían sentado y me daban piñas en la cara. También me daban piñas en el quiste que tengo en la cabeza. Les pedí un médico y me decían: '¿para qué querés un médico?'. 'Por que me agarran puntadas en el quiste'. Me decían: '¿A ver? ¿Dónde tenés el quiste? ¿Esto, esto maricón?'. Y me pegaban bifes en la cabeza”.
“En la comisaría me pusieron un cordón de las zapatillas en el cuello y me ahorcaron. Fue un policía por detrás de mi espalda mientras los otros policías se reían. Cuando me empecé a sentir mareado porque me faltaba el aire me soltaron. Luego me empezaron a dar patadas, piñas, y cachetadas en la cara. Hasta el comisario estaba ahí y se reía”.
“Arribados a la seccional, el agente que iba sentado en el asiento del acompañante del conductor descendió del vehículo y tomó a Juan con su brazo por el cuello para hacerlo salir del automóvil y, debido a que se encontraba esposado en ambas extremidades, cayó de bruces contra el suelo, produciéndose una lesión en la nariz y otra en la mano derecha. Juan indicó que, ya en el interior de la comisaría, fue golpeado por 6 agentes policiales aproximadamente, arrojándolo al suelo, dándole patadas y nuevamente, colocándole una rodilla en su pecho. Agregó que lo llevaron a una celda donde le quitaron las esposas de las muñecas e intentaron colocarle un chaleco de fuerza. Lograron hacerlo, y en ese momento un agente le dio un golpe con la palma de la mano (“como  embolsando el aire y mi oreja") muy fuerte en la cabeza, sobre la oreja derecha. (...) Juan agregó que al soplarse la nariz sintió, en el oído derecho, un 'vacío' y que a partir de entonces ya no pudo escuchar bien”.
“Durante la detención lo tiraron 7 metros abajo desde una cornisa. Luego, una vez internado en el Hospital por las fracturas percibidas, lo golpearon en los pies y le tiraron agua caliente para que desista la denuncia penal realizada”.
“Durante la detención es atropellado por un patrullero, queda tirado en el piso, lo ponen boca abajo y le levantan la espalda tirándole del pelo para arriba. Le dan patadas en las costillas y piñas. Luego, fue llevado a la Comisaría 14 de San Telmo donde estuvo 1 hora y debido a los fuertes dolores que tenía y las lastimaduras, fue llevado de urgencia al Hospital Argerich. Allí lo operaron y queda internado 2 meses: tenía rotos 2 huesos, perdió masa encefálica, quedó con dificultades en el habla y en la garganta y muy frágil la espalda”.
“Lo detienen en su casa, eran de la PFA, pero no sabe precisar cuántos, le dan patadas, le pegan con palos en las piernas, en los brazos, estando en el piso y esposado. Le pegaron en 2 oportunidades con un palo, producto de estos golpes rodó por una escalera. Después de inmovilizarlo y esposarlo recibió cachetazos y aplicación de gas pimienta en el rostro”.
“Me dieron una patada fuerte en el pecho, no me dejaron marca pero estaba arrodillado y esposado y cuando me pegaron la patada me quedé sin aire por un minuto”.
Tortura en el patrullero y en los hospitales
En uno de los relatos se da cuenta de que ante una situación en que una detención violenta es observada y cuestiona da por terceras personas, el detenido es retirado de la vía pública y golpeado en el patrullero: "Luego de una razzia contra personas en situación de calle frente a un comedor que genera algunas protestas (...) el personal policial lo hizo subir al patrullero y lo trasladó a la Comisaría 6ta. Durante el trayecto, Juan se hallaba sentado en la parte trasera del móvil, entre dos agentes policiales, y el que se encontraba a la izquierda comenzó a darle golpes de puño sobre sus costillas, al iniciar la marcha por la calle Virrey Cevallos, cuando ya no era visto por la gente que se encontraba en el lugar de la detención".
El informe da cuenta que “se puede apreciar en estos relatos que los malos tratos y torturas de la policía en la vía pública se producen en situaciones en que las personas ya han sido aprehendidas y reducidas, y en que la acción de la policía lejos de promover el cese del conflicto que da motivo a la detención continúa y eleva el nivel de violencia.
“En varios casos las agresiones en espacios cerrados se dan en el marco de la aprehensión en tanto son el lugar donde se produce el delito o aquel en que se refugia quien es perseguido”, continúa el informe. Pero agrega que “vamos a destacar dos relatos donde el lugar cerrado revela una particular saña de quienes despliegan los malos tratos y torturas, demostrando un interés claro en producir daño y dolor, porque se trata de hospitales". “En la sala de rayos del Hospital Argerich, me encerraron después de hacerme los estudios y me pegaron entre dos”, cuenta una de las víctimas. “Mientras estaba en el hospital uno de los gendarmes me tiraba del brazo quebrado para que me duela”, agrega otra.
Agresiones una vez detenido en la comisaría
“En las dependencias policiales relevamos las formas de violencia más "complejas", en el sentido de que su ejercicio requiere cierto tiempo y/o elementos. En este sentido, ya hemos dado cuenta de una asfixia provocada con los cordones de las zapatillas y vemos a continuación la utilización de un casco como modo de provocar dolor y sufrimiento sin dejar marcas”.
Los relatos “destacan el carácter de la comisaría como “territorio propio”, sujeto a la “ley propia”, espacio de impunidad y soberanía reivindicado por los policías ante los detenidos”, agregan. “Lo que queda claro, al repasar los lugares donde se producen la agresiones físicas es que de la calle a la comisaría, pasando por patrulleros y/u otros lugares, la violencia y el maltrato es una práctica que va adherida a la propia acción policial”.
“Como puede verse en los relatos de las víctimas, otra característica presente en los hechos de violencia física policial registrados es la confluencia de varios agresores en simultáneo. En 68 hechos las víctimas pudieron individualizar la cantidad de agentes policiales que participaron en los mismos. El promedio de agresores por hecho es de más de 4, con hechos que llegan a congregar 12 policías”.
En este caso, se les consultó a las víctimas si identificaban un desencadenante o motivo de las agresiones físicas policiales. “En algunos casos se puede ver cierta naturalización de la violencia policial ya que vinculan las agresiones a las acusaciones que motivaron la detención. Así, frases del tenor de “me acusan de esto o aquello" o "dicen que hice tal o cual cosa", aparecen en muchos casos como el único motivo para las golpizas en el momento de la detención. En otros casos la golpiza es atribuida a represalias por gestos de resistencia o protesta al momento de la detención”.
Algunos de los testimonios recogidos por la RNCT:
“Me faltaban el respeto: 'qué te voy a dar a vos, pedazo de gato'. Y yo les contesté. Me ponen un casco de moto en la cabeza para que se sienta y de ahí me pegan patadas y piñas, me atan los pies con una cinta adhesiva y en las muñecas las marrocas. Uno de ellos se me subió encima de la panza y me daban golpes en la cabeza pero con el casco puesto. De tantos golpes en la costilla y la espalda me estaba ahogando".
"Cuando llegó a la comisaría le querían hacer firmar un papel y él se negaba. Le preguntaban '¿vas a firmar?'. Él se negaba y le apretaban las esposas y le decían 'acá no estás en tu país, acá tenés que hacer lo que te decimos nosotros'. Él decía que tenía que leer antes de firmar y entonces lo golpeaban nuevamente".
“Todos lo policías que llegaban nos golpeaban. Llegaban y decían 'estos son los colombianos' y nos  pegaban bifes en la cabeza. Nos decían '¿por qué no se van a robar a su país?'. 'Pero si yo no estaba robando, estaba fumando'. '¿Por qué no se van a fumar a su país?'”.
“Me detuvieron con otros 2 pibes que también les pegaron aunque menos. Ellos [los detenidos] decían: 'tengo derecho a que no me peguen' y los policías les decían: 'desde que estás detenido no tenés derecho a nada'. Todo esto fue para que nos hiciéramos cargo de la droga. Después me amenazaron, me dijeron: 'si hablás te vamos a cagar a palos, tenemos tu dirección'".
Síntesis del documento
En la parte de las conclusiones del informe en el marco de las agresiones físicas policiales en el ámbito Nacional/Federal, sostienen que “el abordaje exploratorio de las agresiones físicas policiales nos permitió describir una serie de prácticas policiales en que se combinan distintos actos violentos con intervención de todos o casi todos los agentes presentes y que lesionan gravemente a las víctimas”.
“Pero también la descripción de estas violencias nos permite avanzar sobre hipótesis que dan cuenta de su funcionalidad en el gobierno de la conflictividad en el territorio”, agregan. “Es así que se registra toda una serie de prácticas que tienen como objeto la degradación y la sujeción de las personas detenidas, las que es necesario seguir investigando.  De estos análisis exploratorios surgen prácticas de maltrato que parecen estar ligadas a las funciones de gobierno del territorio, prácticas que hablan de un conocimiento y una relación previa con las personas que son detenidas, tales como el hostigamiento, la extorsión y el armado de causas”.
“De esta manera, no sólo son lastimados los cuerpos de las víctimas sino también se violentan sus pertenencias, se infunde el temor a nuevas violencias y se impacta en su subjetividad, en un despliegue que va de la violencia “vindicadora” que se ubica en el plano de la “venganza social” ante el delito a una serie de negociaciones y tolerancias en función de cierta regulación del delito”.

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