sábado, 4 de octubre de 2014

Antídoto chino, “Patria o buitres” y mercado

Las dos votaciones recientes en Naciones Unidas referidas a deudas soberanas y fondos buitre confirman el cambio que se está produciendo en el tablero de la política mundial y refuerzan la idea de que China va a ejercer un rol cada vez más determinante para el futuro del sector externo de un país que el juez Thomas Griesa declaró en desacato. No es un dato menor que tanto en la Asamblea que aprobó la creación de un marco jurídico para los procesos de reestructuración de deuda soberana, como en la reunión del Consejo de Derechos Humanos que resolvió condenar el accionar de los fondos buitre e investigar sus actividades, China y los otros cuatro países (Brasil, Rusia, India y Sudáfrica) que integran el grupo Brics hayan votado a favor y en disidencia con las cuatro tradicionales potencias capitalistas, Estados Unidos, Inglaterra, Alemania y Japón.
La consolidación de ese nuevo alineamiento y el papel preponderante que está ocupando China son elementos que, incluso, condicionan las respuestas a dos preguntas inquietantes sobre el futuro de la delicada situación externa de la economía argentina: ¿cómo hará el Gobierno para transitar lo que resta de su mandato sin que las reservas del Banco Central se deterioren hasta perforar un piso crítico? ¿Cuál será la estrategia negociadora con los fondos buitre cuando en enero pierda toda vigencia la cláusula Rufo?
Hay razones como para pensar como un escenario posible que el financiamiento chino ayude a sostener las cuentas externas. El swap de monedas vigente (que según versiones no oficializadas ya está siendo utilizado en cuentagotas para reforzar las reservas), y los créditos firmados para las dos represas en Santa Cruz y para obras ferroviarias, podrían significar desembolsos considerables para apuntalar la debilitada situación de la Balanza de Pagos, que ya acumula cuatro años y medio de déficit en su cuenta corriente, y que, más allá de evidentes acciones especulativas, es mucho más el resultado de inconsistencias y errores de política económica que de movimientos desestabilizadores como los que denunció Cristina el martes.
Además, en ese eventual escenario de cierto alivio, el Gobierno estaría menos urgido para alcanzar a partir de enero un acuerdo con los fondos buitre que le despeje el camino de regreso al mercado internacional de capitales. Eso fortalecería su posición negociadora, o, según interpretan varios, potenciaría el incentivo a patear el tablero, y mantener el discurso público de “Patria o Buitres”.
Así como la fortaleza de una cadena la define la resistencia de su eslabón más débil, el futuro de la economía argentina está supeditado a su sector externo. Esa causalidad queda claramente de manifiesto en los pronósticos de Miguel Bein. El último informe de su consultora plantea que este año terminará con una caída de 2,5 por ciento del Producto Bruto Interno, y para el próximo presenta tres escenarios: en caso de un acuerdo rápido con los fondos buitre (lo que supone inmediato acceso a financiamiento internacional) la economía crecería 3 por ciento; si el acuerdo se demora el PBI aumenta sólo un 1,5 por ciento; sin acuerdo vaticina un recesión del 3 por ciento.
Carlos Melconian y Rodolfo Santángelo no le asignan chance a una recuperación para el año próximo. “La transición hasta diciembre de 2015 será muy traumática; no al extremo de De la Rúa (crisis bancaria) o Alfonsín (hiperinflación), pero más que la de Menem (recesión con inflación)”, señala el último reporte de la consultora M&S.
Muy raro hubiera sido que el economista del Pro y su histórico socio no dibujaran un horizonte negativo para el kirchnerismo. De todas maneras, el pronóstico tiene como arista esclarecedora el hecho de que ni siquiera ellos, inexorablemente críticos del Gobierno y acostumbrados a los presagios pesimistas, descartan situaciones extremas. “El año y pico que queda por delante será de inestabilidad crónica y sobrevendrán medidas y/o ‘plancitos’ más o menos puntuales y más o menos cosméticos para ir sobrellevando la falta de dólares”, señalan. Y entre las vías para “conseguir dólares” incluyen “el ingreso de dólares frescos del acuerdo de obras de infraestructura con China”.
La ayuda que en una situación externa delicada puede llegar a significar el flujo de financiamiento chino, no eclipsa el desequilibrio creciente de la relación comercial. El gigante asiático, que según el Banco Mundial está próximo a desplazar a Estados Unidos como primera potencia económica mundial, ha venido ganando participación como proveedor de la Argentina, pero, a diferencia de lo que muchos creen, su peso como comprador es muy inferior. Ejemplo: comparando los primeros ocho meses de 2014 con el año 2010, la participación china en el destino de las exportaciones argentinas cayó de 9 a 7,2 por ciento, mientras que su incidencia como origen de las compras argentinas subió de 13,6 a 16,3 por ciento. De ahí que el déficit del intercambio haya trepado de 1.500 millones de dólares en 2010 a 5.000 millones el año pasado, y a casi 3.000 millones en los primeros ocho meses de este año.
El desequilibrio luce peor si se desagregan los datos. El 74 por ciento de lo que se exportó a China en lo que va del año fueron productos primarios, y otro 21 por ciento manufacturas de origen agropecuario con poquísimo valor agregado. En sentido contrario, las compras argentinas entre enero y agosto se repartieron entre bienes de capital, insumos para la producción y artículos para consumo.
Los dólares chinos como antídoto contra el default de los buitres, podría ser reemplazado o, por qué no, complementado, con deuda que el Gobierno pueda tomar en el mercado. Es creciente el rumor sobre una colocación de bonos en dólares bajo ley argentina por algunos pocos miles de millones de dólares. Al respecto, hay un dato muy curioso: el riesgo país (algo así como la sobretasa que se le cobra a un país por el riesgo que implica prestarle) es ahora bastante más bajo al 17 de junio pasado, el día posterior a que la Corte Suprema de los Estados Unidos le diera por ganado el juicio a los buitres.
No hay por qué descartar que en un escenario sin arreglo, el Gobierno mantenga en alto la bandera “Patria o buitres” pero al mismo tiempo tome deuda en dólares en un mercado que no considera excesivamente riesgoso prestarle a la Argentina. Es lógico: como dice Cristina, la Argentina fue un pagador serial hasta que el fallo disparatado de Griesa obstaculizó el cobro de lo que el Gobierno sigue pagando.

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